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Cultura

Sensibilidad, canto y encanto

Ruth Rosique. Programa: Obras de J. Rodrigo, F. Obradors, R. Halffter y J. Turina.k. Soprano: Ruth Rosique. Piano: Antonio Soria.. Fecha: Martes, 11 de agosto. Lugar: Auditorio de la Merced. Aforo: Casi lleno.

Noche grande de canto y encanto de la mano de la soprano sanluqueña Ruth Rosique. Convertida ya hace tiempo en una de las más aclamadas sopranos jóvenes españolas, con un apabullante palmarés nacional e internacional forjado en los mejores teatros, regresó el martes a sus orígenes, a su tierra y a unas músicas quizá algo alejadas de sus repertorios habituales, pero muy acordes con la actual disposición de su voz y muy apropiadas para un festival sureño, puesto que el grueso del programa se compuso de canciones de Turina, tan vinculado a Sanlúcar, mientras que las canciones de Rodolfo Halffter nos trajeron los versos marineros del portuense Alberti. Todo, pues, diseñado para asegurar una noche muy especial, como finalmente fue.

Respecto a la Ruth Rosique que se dio a conocer en el terreno de la Música Antigua hace años, la actual ha ganado en madurez vocal. Desde el punto de vista de la extensión, su voz ha afianzado la franja central, que suena con unas calidades de puro terciopelo y que se despliega con una proyección inmejorable. La emisión es clara, la voz está fuera, sin adherencias extrañas ni resonancias guturales y prácticamente no existe el pasaje al registro superior. No hay estrechamiento en este tránsito, sino que de forma homogénea y paulatina, sin apenas portamento, la voz se va abriendo conforme asciende en la escala para alcanzar unos agudos refulgentes capaces de llenar con su atractivo timbre toda la sala. Para colmo, Rosique ha resuelto algo tan complicado para las sopranos como es la inteligibilidad. Haciendo un claro esfuerzo de articulación consigue que, sin perder la calidad del sonido, el texto sea entendible sin dificultad, lo que es siempre de suma importancia tratándose de textos en español que el público puede seguir para entender su transposición musical.

Pero por encima de cuestiones técnicas estuvo la sensibilidad y la capacidad de transmitir con la voz el sentido final de los textos cantados. Mediante una amplia paleta de recursos expresivos, con uso de reguladores muy bien dosificado y mediante el uso de la media voz y del canto apianado, consiguió tocar la sensibilidad del público tanto en las piezas más espectaculares (Cantares u Olas gigantes, de Turina, por ejemplo), donde la voz ascendía con fuerza y desgarro emocional, como en las más íntimas y delicadas, como ese conmovedor Pastorcito santo de Rodrigo que ofreció como primer bis y que no pudo ser cantado con más delicadeza ni mayor recogimiento. Por último, supo obviar los riesgos de amaneramiento en que otras cantantes suelen caer al abordar las canciones de Obradors o algunas de las de Turina. Así, en el Canto a Sevilla convirtió la escritura declamatoria, ampulosa y algo hueca de la partitura vocal en una narración de variados acentos y matizaciones.

A su lado estuvo un espléndido Antonio Soria al piano. Además de prestar una siempre segura mano acompañante, acentuando la brillante parte pianística de las canciones de Turina o Rodrigo (espléndida su forma de remarcar en De los álamos vengo), en las piezas en solitario demostró ser un consumado intérprete, con sentido del color y de la articulación.

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