Cultura

Pelayo Quintero: la recuperación de la memoria

  • La labor del historiador, que llegó a ser director del Museo de Cádiz, situó a la provincia en la primera línea arqueológica

Uno de los principales intelectuales españoles de las primeras décadas del siglo XX fue Pelayo Quintero Atauri (Uclés, Cuenca, 1867- Tetuán, Marruecos, 1946). Su trayectoria intelectual marca las luces y las sombras de la España de la época, que luchaba entre los intentos de modernidad, y los atavismos y el atraso secular. Su propia entidad como universitario marca ya el inicio del cambio respecto a los eruditos aficionados, que dominaban el panorama hasta su época, si bien la formación universitaria en Letras y Humanidades era particularmente deficiente, al fracasar los intentos del gobierno de la Primera República por reformar la enseñanza universitaria, y establecer Facultades de Filosofía y Letras. En ausencia de las mismas, Pelayo Quintero se licenció como "Archivero, Anticuario y Bibliotecario" en la Escuela Diplomática, pues la Facultad de Letras (ya con estudios de Arqueología y de Historia del Arte) tan sólo se creó a comienzos del siglo XX.

Quintero desarrolló inicialmente una labor importante con sus excavaciones en la ciudad romana de Segóbriga, con subvención privada, con una beca de estudio y de investigación en relación con el IV Centenario del Descubrimiento de América (1892), sobre todo con sus estudios sobre el Monasterio de la Orden de Santiago de Uclés, su pueblo natal del que fue cronista, así como en el estudio de los mosaicos romanos de Itálica. Pero su gran momento, sin duda, se produjo a partir de 1904 cuando llegó destinado a Cádiz como catedrático de "Elementos de Historia del Arte" en la Escuela de Artes y Oficios, Industrias y Bellas Artes. Cádiz pasó desde ese momento a tener una identificación directa con la figura de Pelayo Quintero, y en la misma, producto de su incesante actividad acumuló gran cantidad de cargos y distinciones.

A partir de ese momento, y hasta su jubilación en 1937, desarrollaría la arqueología gaditana, hasta el punto de que Cádiz se ubicó en primera línea de la arqueología española de la época, destacando sobre todo las excavaciones en la necrópolis prerromana y de la primera época romana. Su práctica y su contacto con otros arqueólogos extranjeros, así como las lecturas, le permitieron evolucionar en los sistemas de trabajo, incorporando la estratigrafía más avanzada de la época, el dibujo, la fotografía y otros elementos después considerados indispensables.

Pero su aportación no sólo se centró en la arqueología: su larga dirección del Museo de Cádiz condujo a magníficos estudios sobre sus obras de Arte, lo que se unió a otros aspectos diversos. Por ejemplo, en la línea de modernidad, su Historia de Cádiz, con la que intentaba difundir el conocimiento sobre la ciudad, con lecturas de carácter divulgativo, y también su fomento del deporte, y sobre todo del turismo, del que fue responsable provincial ("Delegado Regio"). También fue a partir de 1915 y hasta el final de la guerra civil presidente de la Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz.

Cuando ya había alcanzado la jubilación, en el año 1939, en circunstancias poco claras, fue remitido al Protectorado español en Marruecos, donde organizó y fue el primer director del Museo Arqueológico de Tetuán. Allí pudo entonces aplicar, sobre todo en las excavaciones de Tamuda (Tetuán), los amplísimos conocimientos de arqueología que había adquirido con la práctica en Cádiz, y fue autor de múltiples publicaciones. Su intensa actividad se vio frenada en 1945 con la enfermedad. Un año más tarde fallecía Pelayo Quintero, cuyos restos descansan en una tumba del cementerio español de Tetuán. Un personaje excepcional cuya memoria debe recuperarse.

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