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música Ciclo Transformaciones. Canciones que cambian el mundo.

Narrativa vasca en Cádiz

  • El cantautor Jabier Muguruza protagoniza un precioso concierto en el universitario Edificio Constitución 1812, donde presenta su último trabajo, 'Bikote Bat'

Éramos treinta, tal vez incluso menos, los que nos reunimos en el patio del antiguo Aulario la Bomba para asistir a un concierto tan íntimo como preciosista, lleno de silencios calculados y elocuentes que decían tanto como el piano de Mikel Azpiroz o la voz y el acordeón de Jabier Muguruza.

Pero la carestía de público no empañó en absoluto una actuación que osciló entre la clase magistral, los chascarrillos inteligentes y las composiciones de la pareja, que tuvieron que enfrentarse desde el primer tema a la evidente barrera idiomática.

En este país es habitual estudiar inglés, francés o alemán, pero nunca euskera. Es extraño, pero es así. Supongo que preferimos emplear el idioma como una herramienta para abrirnos paso en el mundo antes que como una clave para desentrañar el sentido y la clave de un país multicultural repleto de identidades verbales y artísticas.

Así que el gran orador que es Jabier Muguruza tuvo que desdoblar su personalidad para interpretar dos papeles de manera casi simultánea: de un lado el cantante, el compositor, el músico; del otro, el traductor, el evocador, el profesor que nos acercaba a unas realidades emocionales y existenciales explicando antes de cada tema su origen, significado y alcance.

A mí, personalmente, me pareció interesantísimo este juego de espejos. Muguruza anticipaba el sentido; posteriormente, el tema, interpretado en euskera con un piano y (a veces) un acordeón, lo reforzaba con un peculiar y (por desgracia) extraño ejército de verbos, fonemas y giros que te mantenían en vilo mientras tratabas de adivinar el significado de alguna palabra que te llevase nuevamente al sentido anticipado.

Y el invento funcionó. No en vano, por algo se trataba de un recital en el que la palabra tenía tanto que decir como el silencio o el sonido.

El artista vasco arrancó con la melancólica e inquietante Bikote Bat (La pareja), que da nombre a su último trabajo, para luego continuar con Gosari Jendetsua, un lírico recorrido a través de diversos desayunos en pareja poblados de referencias a otros países y otros tiempos.

Llamó poderosamente la atención la riqueza literaria del trabajo de Muguruza. Prácticamente todos los temas se basan en una experiencia artística a ras de suelo; en su relación con literatos vascos y escritores de su entorno que suscitan historias y melodías.

La preciosa y delicada Euria Ari Badu, basada en un texto de José Luis Padrón, narra la relación entre una pareja bajo la lluvia, que es invocada por la melodía vocal y el piano; Anima Lapurra (El ladrón de almas), de Ignacio Irazu, indaga en la crisis con inteligencia; mientras que Lausoa Kristalean, suscitada también por un texto de Irazu, profundiza con melancolía y con una preciosa introducción al piano en los sentimientos encontrados sin caer nunca en la sensibilería.

El público escueto y silencioso se fue animando poco a poco con las explicaciones de Muguruza, que a la hora de concierto nos enseñó cómo pronunciar un par de palabras en euskera para hacer los coros de Estralurtarrak, el tema más festejado de la velada.

Desenfadada y alegre, la canción recomienda no llamar demasiado la atención, a olvidarnos de explorar con prepotencia el universo y a quedarnos con las pequeñas cosas, "no vaya a ser que los extraterrestres efectivamente adviertan nuestra presencia y vayan a ser tan violentos como nosotros".

A mí, personalmente, me fascinó Lausoa Kristalean, basada en un texto de Lourdes Oñaederra, en la que se describe lo familiares que son las ciudades nunca visitadas cuando se llega a éstas de noche. Cómo la oscuridad reduce las distancias y destroza las fronteras emocionales y psicológicas.

Cansancio, que arranca a partir de un texto del extremeño Javier Rodríguez Marcos, ofreció a los asistentes un asidero verbal (al fin algo en castellano) que no desentonó en absoluto con el resto del set.

En el tramo final del generoso concierto (casi dos horas), Muguruza terminó de repasar el disco Bikote Bat subrayando cómo éste responde de principio a fin a un concepto concreto y definitorio, en el que juega (y con qué talento) con las palabras, las melodías y el silencio.

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