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Cultura

Un Museo del Mar sin horizonte fijo

  • Josefina Junquera, ex concejal de Cultura, rememora el fallido proyecto de 1991 en el Baluarte de la Candelaria, que recuerda como "una buena idea" a la que le faltó dinero.

La actualidad nos devuelve al pasado. El debate generado por la próxima devolución a España del tesoro del buque Nuestra Señora de las Mercedes, vulgo caso Odyssey, ha reabierto en Cádiz el interés y la posibilidad de que la ciudad cuente, de una vez por todas, con un Museo del Mar, de esa mar que tanto ha dado a una urbe que, históricamente, se ha manifestado esplendorosa cuando ha mirado de frente al océano y que, por el contrario, ha malvivido, y quizás malvive, cuando ha dado la espalda a su propia configuración natural. Y otra vez se habla del Museo del Mar, se habla, que no se define, y la memoria nos lleva a 1991, al 20 de septiembre, cuando la entonces socialista administración municipal dio este nombre al Baluarte de la Candelaria, cuya rehabilitación costó unos 200 millones de pesetas. Fue, el tiempo lo demuestra, el quiero y no puedo de una idea muy buena pero con un mal desarrollo.

Josefina Junquera, concejala de Cultura en aquellos tiempos, consiente en hablar del proyecto, y no tarda en reconocer la espinita clavada que le supuso el nombre con el que la prensa rebautizó al baluarte, el Museo del Ná: "Sinceramente, creo que no se fue entonces justo con aquel proyecto. No se le dio tiempo, y se criticó cuando aún estaba abierta la primera de las tres exposiciones que, al menos que yo recuerde durante mi etapa de edil, organizamos en Candelaria. Creo que fue una idea muy buena a la que le faltó dinero y algunos expertos al frente".

Junquera otorga el mérito de la idea al alcalde Carlos Díaz, que estaba convencido de que la ciudad debía abrirse al mar, y que lo demostró con ciertas actuaciones de calado, como la recuperación del Paseo Marítimo, la regeneración de las playas o la organización de la primera gran regata, la de 1992, la mejor hasta hora. Fue el hermanamiento con la ciudad francesa de Brest el que abrió los ojos a aquel equipo municipal que impulsó el efímero museo. Y no sólo para el Museo, sino para la industria marítima. Se cerraron convenios entre ambas ciudades para mejorar explotaciones pesqueras como los esteros y hasta se pensó en montar un acuario en Cádiz, intención que hizo aguas.

Así fue como hace algo más de veinte años el Museo del Mar se abrió al público con la exposición Almadrabas gaditanas. El arte milenario. Atunes de poliuretano a tamaño real colgados del techo, anclas por suelo del patio del Baluarte, excepcionales fotografías de este arte pesquero, aparejos, redes y otros útiles del sector, una edición facsímil de un libro de 1944 con recetas de atún y hasta un guiso de atún estofado para degustar en el día de la inauguración, y que la propia concejala sirvió en varios platos en una foto que acompañó la crónica de este periódico, firmada por Agustín Merello.

Tres meses permaneció abierta esta muestra que Josefina Junquera recuerda con agrado y que, afirma, fue muy visitada por los escolares y por los gaditanos en general. La ex edil reconoce que el Museo nació sin tener un contenido específico ni un proyecto museístico -un aviso para navegantes si prospera un nuevo intento-, y que se trató de ir dotando de contenido al centro con esta primera exposición y con la segunda, titulada Luces en el mar. Después vino una muestra de Costus, Josefina pasó al área cultural de la Diputación Provincial y el Museo se fue sumiendo en el olvido y en un deterioro constructivo por culpa de la sempiterna humedad. "Quizás -lamenta ahora Junquera-, no debimos llamarle Museo del Mar, sino Fuerte de la Candelaria, y el horizonte expositivo se hubiera ampliado y habríamos tenido más tiempo para hacer el Museo que de verdad queríamos. Sólo con que hubiéramos logrado traer la réplica de la carabela La Niña, la de Coín, el Museo del Mar habría tenido sentido". La realidad fue bien distinta y el Baluarte, cinco años después, con los populares al frente del timón municipal, se olvidó de aquel naufragio y se fue convirtiendo en el espacio cultural que es actualmente, no sin que antes se intentara ocuparlo con otros proyectos, restaurante incluido, que tampoco lograron salir a flote.

Cerca de dos décadas más tarde, Cádiz ni tiene un museo dedicado al mar ni, desde la administración local, se proyecta ninguno a corto o medio plazo. Lo especifica el propio Plan de Ordenación Urbana, que diseña la ciudad de la próxima década y que sólo plantea la erección de un acuario en la tantas veces soñada reordenación de la Punta de San Felipe y todo su entorno. Cabe pensar que si algún día esta operación urbanística acaba por desarrollarse, entre los equipamientos que se levanten sí se incluye un museo que muestre la relación entre Cádiz y el mar. Hoy por hoy, únicamente la ampliación del Museo de Cádiz en la Casa Pinillos plantea mostrar a los visitantes cómo era la casa y la sociedad de una burguesía que vivía de los negocios marítimos.

En todo caso, antes de buscar o diseñar el edificio donde podría ubicarse un hipotético museo de este tipo es necesario saber qué modelo se quiere seguir y, a continuación, buscar el lugar más adecuado. Ese es el análisis que realiza una experta en la materia, Carmen García Rivera, directora del Centro de Arqueología Subacuática de Cádiz. "Sería muy interesante para Cádiz contar con un Museo del Mar. No se entiende la ciudad y su historia sin el mar, por eso habría que seguir un modelo centrado en la relación histórica a través del comercio, los conflictos bélicos y la propia evolución de la ciudad. Con todo ello, habría que ver qué se quiere enseñar y cómo y después buscar el espacio adecuado", según el proyecto defendido por García Rivera.

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