Representar | Crítica de teatro

Morir en el teatro

Los chilenos de Teatro Perro Muerto, durante la obra 'Representar'.

Los chilenos de Teatro Perro Muerto, durante la obra 'Representar'. / Fito Carreto

Teatro Perro Muerto advierte al público al principio de su Representar que quizás muera esa misma noche en el teatro. Tal vez se trate únicamente de una metáfora, nadie teme por su vida dentro de la sala, al menos nadie demuestra la más mínima inquietud ante tan apocalípticas palabras. No hay miedo ni sospecha de que algo desastroso vaya a pasar, aunque, en realidad, sí está a punto de pasar algo terrible. Se va a poner en cuestión algo sagrado: la democracia.

Importante entender el contexto. Chile se desangra, metafóricamente durante mucho tiempo, literalmente a raíz de los últimos acontecimientos. El fantasma de la represión ha vuelto, quizás no se ha marchado nunca. El teatro chileno –nos referimos al teatro de verdad, al que es cultura y transformación, no mero entretenimiento– no puede ser más que político, no puede más que tomar partido, que estar del lado de los que sufren. Teatro Perro Muerto lo tiene claro y lo hace desde la inteligencia, pero también desde la pasión y el desgarro.

Representar es una propuesta compleja, llena de aristas y múltiples interpretaciones. No pretende resolver sino presentar disyuntivas. Su nombre alude a un doble sentido. Por un lado nos está hablando de lo que ocurre en escena. Y de este modo la compañía se permite deambular por el difuso límite que los coloca ahora dentro, ahora fuera, de la ficción. Los personajes se llaman como los actores. ¿Se están representado a sí mismos? ¿Están representando a todos los que son como ellos? ¿Nos están representando a todos?

Por otro lado Representar se refiere también a la misión última de los políticos, los suyos y los nuestros, los de todas las partes del mundo. Se suponen que están ahí para eso, que su fin último debe ser alcanzar la felicidad del pueblo, aunque la realidad, a todas luces, es bien distinta. Desde este punto de vista la compañía se cuestiona la verdadera dimensión de una de las mayores conquistas de la humanidad: la democracia. Para reflexionar sobre sus límites, nada mejor que poner las urnas y preguntar al pueblo. Los cuatro convincentes actores son vocales de una mesa electoral sui géneris. Juntos esperan la llegada de votantes, pero no llega nadie. Los poderosos vuelven a ganar la partida, el pueblo busca venganza, toma las calles, los edificios institucionales, también los teatros…

Nadie murió durante la representación del pasado lunes, pero sí murió un poquito de cada uno de nosotros porque los inquietantes interrogantes que plantea Representar socavan hondamente las conciencias. ¿Inocencia o indiferencia? ¿Hay preguntas que es mejor no hacerse? Teatro Perro Muerto toma el toro por los cuernos, no elude su compromiso y lo hace con ironía, sentido del humor y entrega. Pancarta reivindicativa al final de la representación. Chile, más cerca que nunca.

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