Hamlet | Crítica

Mínimo Hamlet

Una escena de la versión de 'Hamlet' ofrecida en el FIT por la Companhia do Chapitô.

Una escena de la versión de 'Hamlet' ofrecida en el FIT por la Companhia do Chapitô. / Jesús Marín

Poner en escena una nueva versión de Hamlet es siempre un riesgo, no sólo porque sea uno de los clásicos shakesperianos más representados, sino porque encontrar el equilibrio entre la fidelidad a la obra y la aportación de nuevos matices es tremendamente complicado. A los portugueses de Companhia do Chapitô les gusta el riesgo, lo descubre el público nada más alzarse el telón y la sensación de que está asistiendo a una representación insólita se acrecienta cuando avanza el primer acto de la obra.

Nos enfrentamos a una versión concienzudamente esquemática. Hamlet mínimo, estilizado, despojado de todo lo que no sea ir directamente al grano a la hora de avanzar en la trama. La compañía portuguesa se queda con el esqueleto del drama y apuesta por darle forma de comedia truculenta. Ningún personaje es tomado en serio, ninguno conserva la solemnidad ni la gallardía. Todos se entregan a la bufonada extrema y el público empieza a divertirse nada más comenzar la representación.

Tres actores y una actriz vestidos con trajes de chaqueta grises prácticamente iguales –únicamente difiere el color de sus corbatas– se encargan de los personajes principales. El resto ha desaparecido de un plumazo por obra y gracia de la economía de recursos de la versión de los portugueses. Por si esto fuera poco, varios actores hacen del príncipe Hamlet. La confusión sería tremenda si no fuera porque ellos mismos se encargan de que el público no se pierda.

Sin ningún soporte escénico para apoyar su labor, los actores trabajan con los únicos medios que tiene a su disposición: su cuerpo y su voz. Se sientan en el aire, se balancean en columpios inexistentes y entran y salen de las habitaciones por puertas que no podemos ver más que con la imaginación. Están admirablemente entrenados físicamente, pero también vocalmente: ellos mismo se encargan de los muy variados efectos de sonido que acompañan a sus parlamentos.

La acción se traslada desde el suntuoso castillo de Elsinor hasta la apabullante torre de una multinacional. El juego de poder y venganza, la lucha entre la cordura y la locura del príncipe Hamlet, quedan intactos. El espíritu de la obra original está reforzado por la cercanía de los referentes. Es sencillo reconocer qué clase de personajes están encima del escenario, son esos mismos poderosos que aparecen en los medios de comunicación como prototipos del éxito.

El público disfruta mucho con este Hamlet absurdo, irónico e intenso. Companhia do Chapitô demuestra que se le puede dar una vuelta de tuerca más a un clásico imperecedero. Y puede que guste más o menos su forma de enfrentarse al drama, pero no se puede dejar de reconocer que realizan un trabajo brillante que queda muy lejos de versiones anteriores. El teatro en pie aplaude con entusiasmo para despedirlos.

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