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Cultura

Manuel Cano plasma el simbolismo y belleza del burro en la galería Benot

  • Un encuentro marroquí con este denostado animal le ha empujado a regresar a sus orígenes y crear una versátil serie a carboncillo con alguna obra que recuerda a la pintura del siglo XIX

Manuel Cano posa ante su obra en la galería Benot.

Manuel Cano posa ante su obra en la galería Benot. / jesús marín

El burro siempre fue un emblema de lo oscuro, incluso de lo satánico, atado a las connotaciones negativas que a lo largo de la historia le ha brindado el hombre. Pero el artista Manuel Cano le ha dado la vuelta, ha recompuesto su bella imagen, la ha multiplicado en una versátil serie y la ha devuelto incluso a los orígenes de su pintura en la exposición Caballo de pobre/poor (Man's horse del artista), que este jueves inauguró en la galería Benot.

Una veintena de piezas dan forma a este casual encuentro que el pintor mantuvo con "un burrito joven de enorme belleza" en una excursión por el norte de Marruecos. Se acompañaba de su amiga la pintora Carmen Bustamante y el arquitecto Fernando Domínguez cuando se planteó hacerle un dibujo a carboncillo "a modo de prueba". Pronto supo que esta obra desembocaría en la serie que hoy lleva a la sala gaditana.

Exhibe una veintena de piezas en cuyos títulos homenajea a amigos y artistas de la tierra

El resultado ha sido una versátil muestra repleta de "composiciones muy variadas, fragmentos, detalles ampliados, diferentes perspectivas" que le permitieron jugar con "los espacios blancos del papel". Así, ofrece una amable estampa que a veces recuerda a la manufactura del XIX, desde la figura de este animal que fue objeto de un Nobel con Platero de Juan Ramón Jiménez, y muy presente en grandes obras como El Quijote o la Biblia, donde se menciona hasta en 130 ocasiones.

"He intentado hacer una obra que no pareciera muy costumbrista, aunque en el único cuadro que presento al óleo y que es portada de la invitación de la muestra, decidí intencionadamente que fuera con una factura que recordase a la pintura del siglo XIX", explica el experimentado artista, en lo que reconoce que ha sido "un trabajo laborioso, al que he dedicado muchas horas, pero que me ha encantado realizar, pues he vuelto a pintar más o menos como lo hacía en mis ya lejanos comienzos".

Para ello se ha lanzado de lleno al carboncillo, ofreciendo tiernas y cercanas imágenes con cierto tinte romántico. "El carboncillo es una técnica muy gratificante para mí, admite muchos matices de grises y negros que junto al blanco del papel puede conseguir efectos sorprendentes", explica Manuel Cano.

Pero también se alía con el óleo en estas representaciones para inyectar al conjunto de la exposición un poco de color, que se hace fuerte en la montura del animal, y parece convertirse en otra estampa pictórica dentro de la misma composición.

Como curiosidad, Cano titula las piezas con nombres de sus amigos, muchos de ellos artistas, a los que ha depurado de apellidos, salvo "el de Luis Quintero, que nos dejó hace poco y al que siempre recordaremos", dice de este particular homenaje.

Con esta exposición, el artista da un paso más por los senderos que siempre explora desde su universo artístico. Un camino plasmado de paisajes urbanos, bellos interiores de patios gaditanos o retratos, que marcaron su producción años atrás; y que ahora continúa entre nuevas historias que resurgen del campo marroquí, "encontrando un tema con el que disfruto mucho, con estos animales tan bellos, tan maltratados por el hombre a lo largo de la historia, nobles, cariñosos y más inteligentes de lo que pensamos", incide.

Un encuentro temático que se produce en la conocida Benot, en cuyos orígenes también estuvo presente Manuel Cano con su obra. Un vínculo que viene de lo más lejos y que ahora se vuelve a sellar con un cercano Caballo de pobre.

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