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Felipe Benítez Reyes: "El pesimismo verdadero va virando hacia una rara forma de optimismo"

  • El autor presenta mañana en el ECCO, dentro del ciclo 'Letras Cruzadas', 'El intruso honorífico'

El escritor roteño Felipe Benítez Reyes, durante la presentación de 'El intruso honorífico' en Madrid.

El escritor roteño Felipe Benítez Reyes, durante la presentación de 'El intruso honorífico' en Madrid. / C.C.

El intruso honorífico. Prontuario enciclopédico provisional de algunas cosas materiales y conceptuales del mundo. Bien. “Si para los autores un libro es, en general, algo difícil de explicar, un libro con este título lo es aún más”, comenta el autor del mismo, Felipe Benítez Reyes, sobre el libro que le ha valido el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2019. Un título que intenta definir el mundo más allá de lo obvio –o definir, en fin, el mundo bajo las claves un tanto oníricas y surrealistas que aletean en Benítez Reyes– y que su creador ha tardado un cuarto de siglo en completar: “No se puede forzar la ocurrencia –explica–. Si se me ocurría algo interesante, lo iba apuntando. También es verdad que, si uno se dice a sí mismo que en los próximos cuatro años se va embarcar en un proyecto enciclopédico, lo más seguro es que le entre la risa floja. Así que tengo la sensación de que este libro se ha ido haciendo un poco solo”.

Un modus operandi mental, en fin, muy parecido al de los collages que también realiza. Para Ignacio Garmendia, editor de El intruso honorífico en la Fundación José Manuel Lara, estas páginas vertebran un “diccionario de autor con cierto parecido de familia a títulos como El arca de las palabras, de Trapiello; El diccionario del diablo, de Ambrose Bierce, o La Enciclopedia de Novalis”, que Benítez Reyes también cita como influencia, además de la obra de Alberto Savino. Una propuesta en la que quedan “huellas de protoproyectos de un diccionario de autores y de figuras retóricas –añade Garmendia–, a través de definiciones que pueden desplegarse en microrelatos o en explicaciones encadenadas. Todo ello, sin abandonar el humor irónico y el amor por el lado mágico y fantástico de la realidad, así como el cuidado extremo de la escritura”.

Garmendia también destacó la erudición que trasluce el compendio realizado por el escritor roteño, y que ha baremado la concesión del Manuel Alvar más allá de lo que lo que se entiende por un ensayo humanístico ortodoxo.

El intruso honorífico es también una invitación a preguntarse por algo tan abstracto como la naturaleza del saber. ¿Por qué uno se ve impulsado, sin razón forzosa, a atesorar conocimientos de utilidad más o menos difusa? Pues, entre otras conclusiones –parece señalar este libro– para hacer la vida más amable. A una pulsión parecida asocia Felipe Benítez Reyes la creación literaria:“La mente es derivativa. Llegarán a la conclusión de que estar continuamente pensando en historias a partir de la más mínima excusa es un patología como cualquier otra”.

“Una persona –afirma– se puede llevar toda la vida con un libro: no lo hacemos porque llega un momento en el que vemos que llegamos a la hipercorrección: empezamos a ver, en los defectos, virtudes, y viceversa”. Ya decía Borges que existe una fuerza superior a uno mismo que empuja a todo escritor a publicar: el editor.

Para Benítez Reyes, El intruso honorífico es “un libro de mesilla de noche, de esos que se prestan especialmente a ojearse entre una lectura y otra. Tiene una naturaleza parecida a esos bazares de los pueblos pequeños, en los que lo mismo te podías encontrar una estilográfica que unas pinzas para tender la ropa”.

“Hay definiciones con las que hoy en día no estoy de acuerdo, quizá especialmente en aquellos términos referidos a escritores y demás, pero no desentonaba porque entraba dentro de cierto principio caricaturesco que hay en el libro –continúa–. Además, por supuesto, un escritor no tiene por qué estar de acuerdo con todo lo que escribe”.

Su definición de ‘Escritor de prestigio’ tiene pinta, sin embargo, de convertirse en clásico:“Autor al que respetan tanto que no leen sus libros”.

“Tendemos a tomarnos muy en serio, y vemos ridícula la solemnidad ajena –explica Benítez Reyes–. Para ponerte solemne, has de situarte en un pedestal: ese tipo de discurso aburre muy pronto. La realidad es un absurdo reglamentado para tener la sensación de que es un sistema que funciona, que tenemos algo bajo control. Pero lo mejor que tiene el pesimismo verdadero es que llega un momento en el que va virando hacia un raro optimismo”.

Si hubiera otra entrega, un apéndice enciclopédico a esta escaleta de cosas del mundo, quizá hiciera falta otro cuarto de siglo:“Y lo mismo no estamos todos los que estamos hoy aquí –comenta el escritor a los periodistas reunidos en Madrid– y a mí, si es que estoy también, seguro que el médico me habría prohibido ya los cruasanes y la tortilla”.

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