No puede ser mera suerte. Después de más de dieciséis años dando guerra, Mamá Ladilla no sólo sigue existiendo, sino que además continúa cosechando éxitos como el que cosecha patatas. Puede que no se lo tomen muy en serio si consideramos su música, sus letras o los títulos de sus discos (como Naces, creces, te jodes y mueres), pero lo cierto es que este grupo de Madrid se ha terminado convirtiendo en el heredero directo de una importante tradición punk hispana que nació a finales de los setenta y que alcanzó su apogeo allá en los ochenta.

Así que la secuencia es clara: Kaka de Luxe en los setenta, Siniestro Total o La Polla Récords en los ochenta y Mamá Ladilla a partir de los noventa. Una corriente de música contestataria e inconformista que bebe de los movimientos undergound anglosajones y que calca las fórmulas musicales de Ramones o Sex Pistols.

El grupo nació en 1994 a partir de un concierto celebrado por tres tipos con una curiosa tendencia a expresar su amor por lo escatológico: Juan Abarca, Llors Merino y Ferro. Aquel concierto fue recogido en una maqueta y se llamó Directamente a la basura, título elocuente que expresa perfectamente el espíritu de la banda.

Inesperadamente, la maqueta armó mucho jaleo, lo que condujo a que se lo tomasen más en serio y emprendiesen un proyecto longevo fichando por discográficas independientes y por multinacionales, a que diesen giras eternas (como la famosísima Abuelito dime tour) y a que llegasen a sacar hasta seis discos. El invento funcionó a la perfección hasta que en el año 2007 Llors Merino abandonó la banda y ésta desapareció durante tres años.

Ahora han vuelto con un nuevo bajista (Javi Rojas) y un nuevo disco, Jamón Beibe, que contiene un libro de noventa y seis páginas lleno de ilustraciones, letras osadas llenas de juegos lingüísticos y hasta palíndromos. Para su grabación contaron con la colaboración de genios del humor como El Gran Wyoming.