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Cultura

¿A Julio César le gustaban las huevas?

  • A un año de su creación, Catas con Arte ejemplifica la capacidad del patrimonio como recurso y potenciador económico

¿A Julio César le gustaban las huevas de maruca? ¿El asalto inglés a Cádiz fue un alarde corsario ante la reina inglesa? ¿Era Isabel I virgen o ninfómana?¿Por qué la serpiente aquí resulta repugnante y en Oriente es un manjar exquisito? ¿Qué es lo más parecido que tenemos hoy día a los monstruos abisales?¿Los podemos comer?

Estas preguntas son las habituales para Manolo de la Rosa y José Berasaluce, a la hora de programar una de sus Catas con Arte. Una serie de encuentros que comenzaron hace poco más de un año, en marzo de 2012, con una cita dedicada a los sabores cuaresmales. El proyecto ha terminado teniendo una acogida "inimaginable" y resulta ejemplo perfecto de cómo la cultura puede servir de potenciador económico -a un año de su creación, ya les han propuesto franquiciarla-, y de cómo el patrimonio es mucho más que lo palpable. También es lo comible, por supuesto. Y lo respirable.

"Nosotros nos hemos criado en bares y peñas, pero también somos, por formación, muy de academia -explica el gerente del proyecto, el historiador José Berasaluce-. Y siempre nos pareció que en los dos ámbitos se podía escuchar a gente muy interesante, pero que cada uno parecía ajeno al otro".

"Al mismo tiempo, sabíamos por experiencia que en las Humanidades hay gente investigando cosas muy interesantes, pero que no tienen luego proyección en el mercado de la cultura -continúa Berasaluce-. Nosotros tomamos esas aportaciones de la filosofía, la literatura, la arqueología... y las transformamos en productos a través de la gastronomía".

En ese sentido gira el acuerdo de transferencia firmado hace unos meses entre la empresa y la Universidad de Cádiz, a través de Paco Vázquez y Ramón Vargas-Machuca: "Los filósofos son una fábrica de conceptos, y por eso nos vinculamos a ellos -prosigue Berasaluce-. Todo este proyecto es una especie de spin off que nace de la cultura".

Mezclar, por decir, mesteres de clerecía y de juglaría. Desde Catas con Arte también se pretende retomar la idea de la comida como ritual, como excusa para socializar tal y como se ha concebido en la cuenca mediterránea: "Gustándonos desde siempre el tema de la gastronomía y demás, las catas de vino convencionales siempre terminaban aburriéndonos, por ejemplo -explica Berasaluce-, cuando compartir tiene que ser una fiesta llena de emociones. Siempre decimos que la primera Cata con Arte fue la Santa Cena, y que el mejor vino no es el más caro, sino el que se comparte. Así que nos planteamos re-erotizar un poco el acto de la comida".

"En una cata de vinos normal y corriente, se analiza un objeto -detalla el responsable-. Nosotros queremos pervertir ese procedimiento y convertir al catador en un sujeto que experimente emociones".

Afirman que les gusta jugar a fusionar lo imposible -"¿por qué no el vino tinto no puede ir con un pescado?, ¿por qué la ropavieja no se puede mezclar con petazetas?", apunta Berasaluce-, pero en las citas que proponen el mantel es el medio: "Decimos que lo que pretendemos es dar servicios culturales a través de la gastronomía, transmitir conceptos. Qué representa determinado elemento en la tradición o en la historia -explica el historiador-. El principal objetivo es demostrar que la cultura es una potenciadora de sabores y de estados de ánimo, casi a estructura molecular. Y nuestro laboratorio de análisis está en los libros".

Espíritu de ropavieja, en efecto: todo se utiliza. "Ahora mismo, por ejemplo, estoy leyendo cosas de Ortega y Gasset y la masonería, pues eso irá para el saco -afirma Berasaluce-. Y somos también un poco oportunistas, atentos a lo que puede ser actual: por ejemplo, Dan Brown presentará estos días su nuevo libro, Inferno, y le estamos dando vueltas a qué podríamos hacer, tal vez retomar los círculos infernales de Dante..."

No faltan ideas: sus catas han pivotado por el universo de los chicucos, la copla, el Barroco, la antigua Roma... ¿las de más éxito? Las de temática japonesa o las de sexo y chocolate, que suelen repetir.

"Pero siempre incorporamos lo académico -indica Berasaluce-. Por ejemplo, descubrimos que Arturo Morgado llevaba quince años investigando los monstruos marinos y pensamos, 'qué buen tema para hacer algo con algas...' Cuando hicimos el tema de los vampiros, descubrimos que en la UCA tenemos una vampiróloga, Leonor Acosta... Digamos que tenemos la perversión como instrumento de trabajo, entendida como herramienta para alterar el orden de lo establecido, para dar un enfoque atractivo".

El proceso creativo, que es donde más disfrutan, es "muy útil en el desarrollo estratégico, para cualquier empresa, pero ha de ser ajeno a la cuenta de resultados -advierten-. Al final, sin embargo, vemos que funciona: descubrimos que la gente es muy feliz en las cosas que planificamos, que nos divertimos en el proceso y que solucionamos los problemas de muchos proveedores que tienen precio y calidad pero no saben cómo competir en valor".

Para Berasaluce, en la provincia existe un "déficit" a la hora, precisamente, de poner en valor, de dar un sello diferencial: "La de Cádiz es la primera provincia andaluza en exportación, fundamentalmente, en lo agroalimentario -comenta-. Pero pretendemos competir simplemente en precio y calidad, sin pensar que el mercado internacional ha de entender cuál es exactamente el valor de lo trabajamos. A un tipo de Melbourne hay que hacerle llegar qué diferencia a un vino de California y a otro de Jerez. Creo que en este sentido ha habido un exceso de autocomplacencia. Los productores deberían poner más énfasis en el valor que representa su producto, porque lo hacen muy bien: no en vano, llevan en ello cientos de años".

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