Cultura

José Luis Tirado acerca su cámara al drama social de la pesca en Barbate

  • El documental 'Donde hay patrón...' reflexiona sobre las condiciones de vida de las víctimas del 'Nuevo Pepita Aurora' · Este relato coral protagonizado por marineros se exhibe el día 15 en el pueblo

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que Barbate llegó a tener cinco cines. Uno de ellos, el Atlántico, era una sala de proyecciones diáfana, con mucha luz, una de las mayores del mundo sin columnas. Hoy no queda ninguno y por eso Donde hay patrón..., el documental de José Luis Tirado sobre las causas sociales que subyacen tras el naufragio del Nuevo Pepita Aurora, se estrenará en un salón del Ayuntamiento. La cita será el día 15 y servirá para difundir, más allá del círculo de protagonistas y amigos que asistieron al primer pase, este intenso testimonio del declive de la pesca de bajura en el segundo país del mundo en consumo de pescado.

José Luis Tirado, un artista muy apreciado en Cádiz como escultor, ahora decantado por la dirección y producción cinematográficas, ha centrado su mirada en los últimos años en la diversidad cultural y los problemas que conlleva la globalización. Esa inquietud, canalizada a través de su empresa ZAP Producciones, con sede en Sevilla, había dado forma a los documentales Paralelo 36 y La liga de los olvidados, el primero dedicada a la inmigración ilegal en el Estrecho y el segundo, al fútbol. Su tercer largometraje es este Donde hay patrón..., que define como "un relato coral que parte del suceso del naufragio para expresa un sentir en Barbate. El pueblo lo está pasando muy mal desde hace mucho tiempo por la dependencia de la pesca. Unos 500 marineros de 40 ó 50 años sostienen la economía de una localidad de 20.000 personas porque los jóvenes se marchan a la Costa del Sol, Cataluña o Canarias a trabajar en la hostelería y la construcción".

Tirado residió en Barbate durante doce años y vuelve con frecuencia porque conserva muchos amigos. "Cuando conocí el suceso del Nuevo Pepita Aurora no me planteé rodar un documental, aunque obviamente compartía el dolor y la angustia. Me decidí al ver que, pasadas un par de semanas, se hablaba del hecho técnico del naufragio y del rescate pero no se decía una palabra de las causas reales, del mar de fondo, en que se producen estas tragedias. Y meterte de cabeza en un temporal, incluso estando jubilado, porque tienes que vender pesca... Eso no es un accidente fortuito: es un drama social".

Por eso, continúa, "este trabajo es una reflexión sobre el duro faenar de los marineros protagonizada por ellos, sus mujeres y su gente, con un planteamiento objetivo pero nunca neutral". Esa parcialidad llama pronto la atención del espectador: no hay entrevistas ni a los armadores ni a la administración. "Ellos ya tienen su voz, este documento es de los que no la tienen".

El director destaca el esfuerzo que todos los protagonistas, como José Crespo Manteco, superviviente del Pepita Aurora, han hecho "por hablar sin miedo" de una actividad laboral que se va a pique mermada por la precariedad, el riesgo y la deslocalización.

La cámara apenas interfiere en unas entrevistas realizadas a pelo, montadas y editadas hasta enlazarse y crear un discurso en el que los protagonistas reclaman otras condiciones de vida. "El marinero paga el 50 por ciento de los gastos de hielo, de la manutención, del gasoil, de todos los gastos. Y también la Seguridad Social, que no debería ser. Si quitas todo eso, y el resto se reparte al 50 por ciento y de ahí sacan los sueldos, pues no están ganando nada", explica a la cámara el pescador Pascual Muñoz.

Como si lo oyera, Pilar Heredia, una hacendosa barbateña, replica: "Hacemos milagros. Porque no te trae dinero y dices: bueno, voy a hacer unas caballas con fideos, que sale por nada y menos. Y mañana voy a hacer estoý, y te calientas el coco para gastar lo menos posible y que tus hijos coman caliente, que tus hijos no vean la escasez".

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