Infinitos procesos de identificación social y humana en Damián Bayón
Arte
La artista granadina Asunción Lozano expone en Santa Fe una realidad fotográfica que conjuga continente y contenido en una unidad visual íntegra y definitiva
Si algo define la obra de Asunción Lozano es el compromiso y la contundencia artística que impone a cada una de sus acciones. No se puede decir nunca que un planteamiento estético de esta artista está por encima del otro o que éste o aquel de los complejos que ella asume se apartan de la intensidad del anterior. La artista granadina impone una potencia creativa igual en cada trabajo. Por eso la hemos visto asumiendo una realidad fotográfica que conjuga continente y contenido en una unidad visual íntegra y definitiva. Al mismo tiempo se nos ha destacado como una ilustradora valiente de una sociedad con muchos matices, así como una hábil rescatadora de identidades. Todo esto, la artista lo ha llevado a su máximo ejercicio compositivo, con una pulcritud estructural fuera de lo común, así como con un acierto representativo que no pasa desapercibido.
El Centro Damián Bayón de Santa Fe lleva tiempo convirtiéndose en el mejor impulsor del arte que se hace en Granada. Con pocos medios, muy pocos diría yo, y algunas carencias en cuanto a la difusión, ha conseguido, no obstante, atraer el interés unánime porque por sus espacios está pasando los ejercicios artísticos más importante y de mayor compromiso con la actualidad. Los ejemplos están en la mente de todos. Ahora, compartiendo escenario con la obra de Águeda Fernández -de la que ya escribiremos- y con un par de muestras de esas enlatadas que llegan a casi todos los sitios - las sempiternas serigrafías de Luis Gordillo y los poemas visuales de Joan Brossa - se presenta la obra de Asunción Lozano, una de nuestras artistas con mayor aporte intelectual en su obra y con un mayor dominio entre la conjunción fondo y forma.
La exposición nos conduce por varios de los esquemas creativos en los que se ha visto implicada la artista en los últimos tiempos y que ilustran, con elementos de muy dispar naturaleza creativa, una realidad que mantiene expectante un imaginario donde la identidad -de lo real, de lo imaginado, del entorno y de la sociedad en general- se somete a un amplio análisis de necesidades, suposiciones y manifestaciones. De esta manera, la artista coloca una cámara en una calle muy concurrida de Nueva York, por la que transcurre una amplísima tipología humana, la gente pasa sin inmutarse, cada cual a lo suyo, al lado de una figura parada que no se mueve. Los dispares grupos sociales de una gran urbe, con los problemas y las rutinas se manifiestan ajenos a una realidad que pasa desapercibida a pesar de su contundencia presencial.
Muy significativa y de una poderosísima fuerza plástica es su Jardín de las violetas negras, una serie de cien piezas construidas con tiras de piel tintada que forman un bello panel colorista donde cada obra de un color diferente se asocia con el nombre de una persona. De nuevo la identidad se manifiesta desde la arbitrariedad asociativa y simbólica. Identidad que, también, se presenta, esta vez, en un proceso disimulador, en una pieza en la que la naturaleza invade cualquier escenario por culto, popular, ilustrativo o artístico que este sea, sometiendo su realidad identificativa a un nuevo desarrollo visual que oculta parcialmente su manifiesto representativo.
Tremendamente interesante es el particular homenaje que la artista hace a su admirado Paul Auster. Una serie de fotografías ilustran el cielo de Nueva York con una mínima aparición de una zona donde vive el escritor. Su interés por la figura literaria acaba en una particular identificación con un escenario imaginario como es el cielo compartido.
La pieza central de la exposición lo constituye una obra en la que tiene mucho de proceso investigador. La artista ha pedido a sus amigos que digan adjetivos negativos y positivos que identifiquen a la mujer. Un libro recoge los más de setecientos adjetivos y una serie de obras forman un desarrollo visual donde se plantean posibles descripciones, a la vez que configuran formas de jarrones tradicionales. Un particular test de Roschard que identifican cómo somos, lo que somos y lo que piensan de nosotros y que la autora lo convierte en "Idéntica, similar, parecida, igual…"
Estamos ante una exposición redonda de una de nuestras más interesantes autoras. Una artista que se implica de principio a fin y que crea un imaginario de actitudes, de proposiciones, también de obsesiones, hasta dar forma plástica y conceptual a una idea, muy bien pensada y mucho mejor estructurada.
Centro Damián Bayón. Santa Fe (Granada)
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