Gran cine de espectáculo y aventuras
Acción/ciencia-ficción, EEUU, 2014, 130 min. Dirección: Matt Reeves. Guión: Amanda Silver, Rick Jaffa, Scott Z. Burns. Fotografía: Michael Seresin. Música: Michael Giacchino. Intérpretes: Andy Serkis, Judy Greer, Gary Oldman, Keri Russell, Kodi Smit-McPhee, Terry Notary, Jason Clarke. Cines: Ábaco, Al-Ándalus Bormujos, Arcos, Cervantes, Cineápolis, Cinesa Plaza de Armas, Cinesur Nervión Plaza, CineZona, Los Alcores, Metromar.
La resurrección triunfal de la saga de los simios es un milagro cinematográfico. En 1963 Pierre Boulle publicó la novela El planeta de los simios que cinco años más tarde inspiró la obra maestra de Frankin J. Schaffner, un genio de la televisión (suyas fueron las realizaciones de los dramáticos Doce hombres sin piedad, El motín del Caine y Tempestad sobre Washington) que al pasarse al cine dejó esta grandísima película que es El planeta de los simios además de otras obras notables como El señor de la guerra o Patton.
El éxito, casi podría decirse que la conmoción, de El planeta de los simios motivó unas deplorables secuelas: Regreso al planeta de los simios (1970), Huida del planeta de los simios (1971), La rebelión de los simios (1972) y Batalla por el planeta de los simios (1973). En cinco años la falta de talento, la avaricia y la torpeza parecieron dejar agotado el filón de los simios. Tres décadas más tarde Tim Burton intentó resucitarlo (El planeta de los simios, 2001), pero las expectativas quedaron defraudadas: pese a sus buenos resultados en taquilla, es una de las peores películas de este tan interesante como irregular director. La saga de los simios parecía maldita.
Diez años más tarde, inasequible al desaliento, la Fox volvió a intentar revivirla con El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt, 2011) y esta vez se logró el milagro de aunar crítica y público, acierto artístico y taquilla. Algo que no sucedía desde la versión primera de Schaffner: habían tenido que pasar 46 años y cinco malas secuelas.
La buena noticia es que esta segunda entrega es aún mejor que su antecesora, de la que es continuación lineal. El guión acentúa aún más la dimensión de parábola político-ecológica que la liga al original novelístico de Boulle, sometiendo los espectaculares y asombrosos efectos especiales a una muy bien planteada dramaturgia: los simios han evolucionado y los humanos se han reducido a unos miles de desdichados que malviven en el fantasma de lo que fue San Francisco. Las dos comunidades viven apartadas y en paz. Pero las necesidades de los humanos les enfrenta, pese a los intentos de los líderes de ambos bandos por evitar la lucha. Intentos boicoteados por simios malvados y por humanos estúpidos. El esquema es el de un western (Fort Apache, por ejemplo) en el que la necesidad o la ambición hace que los blancos se internen en el territorio indio, rompan los pactos establecidos y desencadenen una guerra querida por algún rostro pálido imbécil y algún joven e impetuoso guerrero indio, derrotando los propósitos de paz de los más sensatos y calmados capitán de los casacas azules y gran jefe indio. Pongan a estos caracteres los nombres del humano Malcolm y de los simios César y Koba, y verán con cuánta naturalidad se superpone el western a esta película.
Lo que el director Matt Reeves, cuyo talento quedó demostrado por Monstruoso y Déjame entrar, demuestra es que un buen guión, unas grandes interpretaciones (ayudadas, no enmascaradas, por la captura de movimiento: estremecedor Andy Serkis) y un uso inteligente y medido de los efectos especiales pueden hacer convivir el espectáculo, la emoción y la inteligencia en un superespectáculo lleno de tantas sugestiones políticas y humanas como a una utopía pesimista se le pueden exigir. Gran cine de espectáculo y aventuras que no renuncia a la inteligencia. Además tiene el don de las imágenes que impactan y perdurarán en la memoria. Sin alcanzar, eso sí, a la estatua de la Libertad hundida en la playa.
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