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Cultura

Despedida en volandas

  • La ciudad brinda su último adiós a Mariana Cornejo en Santa María. El féretro de la cantaora fue portado por familiares y amigos por las calles del barrio.

Reina la voz de Mariana. Por chuflillas y tanguillos. En el centro de arte flamenco de La Merced no cabe un alfiler pero su torrente circula caudaloso por los cuatro rincones de la estancia como si fueran los cuatro puntos cardinales del mundo, flamenca rosa de los vientos. Su hija toca las palmas acompañando el compás de la reproducción magnetofónica de la mujer a la que ayer lloraba todo Cádiz. Aguanta Meli la cadencia, la aguanta sosteniendo el soniquete con sus manos hasta que no puede más, y sale presta al centro la sala, sus pies a los pies del féretro. Apunta el replante y prepara la salida. Meli baila para su madre, apenas una patita de las bien hechas, apenas en las postrimerías del remate. Remate, compases, salida y... Y lanza un beso a su retrato. Con amor pero también con rabia. Con todo el dolor y con toda la alegría en volandas, un beso al borde del precipicio. Hubo momentos hermosos, emocionantes, en la despedida que Cádiz brindó ayer a la fallecida cantaora Mariana Cornejo. Pero Meli, con bolso al hombro y todo, danzando para la mujer que la parió se convirtió en paradigma de todo el cariño, de toda la emoción y de todo el amor de una ciudad. Su mejor, su más importante legado. Alegría hasta el final. 

En el comienzo del final nos situamos. Son las doce de la mañana y el antiguo mercado de La Merced tiene abierta sus puertas desde las ocho. Amigos y aficionados han desfilado por la capilla ardiente de Mariana Cornejo durante todo el día anterior, hasta las doce de la noche. Y el reguero no cesaba. Dan las doce de la mañana. No cabe un alfiler. Ni una corona más en su féretro, adornado también por fotografías familiares. Mariana falleció el pasado 6 de noviembre pero Cádiz se aferra a su recuerdo con imágenes y conversaciones. Rompe la oscuridad del lamento su cante alegre. "Soy Mariana, cantaora de Cádiz y cantaora de España". Hay que ser de piedra , "piedra para subir por las paredes" como dice el cante, para no dejar escapar una lágrima ante el baile de Meli. Lo saben los hombres que portarán el ataúd, minutos después, hasta la iglesia convento de Santa María donde se oficiaría el responso.

David Palomar, Selu, Ramoni, Emilio Florido, Juan Ogalla, Keco Baldomero, Sergio Monroy, Miguel Rosendo, entre otros artistas, esperan en una de las esquinas de la sala para tomar en volandas a Mariana. Serán unos pocos, junto a otros hombres de la familia, quiénes saquen el cuerpo de la embajadora de los cantes de Cádiz de La Merced ante el aplauso, las lágrimas y la admiración de sus paisanos. "¡Ole, ole Mariana!", exclama la cantaora Pepi de Ignacio mientras el enlutado ramillete de cantaores, guitarristas y autores enfilan la salida del centro.

La plaza de La Merced, atestada. Palomar, que maneja uno de los flancos del féretro, no puede reprimir la pena. La estatua del compañero Chano Lobato ve marcharse la caja envuelta con la bandera de la ciudad en dirección a la plaza de Las Canastas. La comitiva va silenciosa, los espectadores, respetuosos. Se van sumando personas al cortejo. Vemos la cuesta de la Sentencia abajo, buscando la fachada del hospital San Juan de Dios donde se producirán algunos cambios en los amigos que llevan la amada carga. No faltan manos para portar el cuerpo de Mariana. Los pies al compás. Vamos todos a la derecha, vamos a la izquierda. Cuidado señores, que llevamos a la alegría de Cádiz. Suben Jabonería, murmullos, lamentos y quejas a media voz. Sin demasiados aspavientos, sin muestras de dolor demasiado rococó. Respeto, silencio, congoja. Pronto se atisba la puerta de la iglesia del Nazareno.

Más que la puerta de la iglesia conventual de Santa María, se atisba a otro buen número de personas que esperan la llegada del cuerpo de Marianita de Cádiz. La quietud se rompe. Los gritos de "¡guapa!" y los oles despuntan entre los aplausos. En el acceso a la iglesia han colocado una rampa. Los hombres prefieren asumir el riesgo de la escalera. Entra el féretro, de manera tan triunfal como si de una imagen se tratara, en la iglesia de Santa María.

Su gran amiga Luci, su marido Vicente Agulló y sus hermanas Puri y María de los Ángeles, las cantaoras Carmen de la Jara, Pepi de Ignacio, May Fernández, los cantaores Juan Villar, Rancapino, Felipe Scapachini, Joaquín de Sola, la directora del Instituto Andaluz del Flamenco, María de los Ángeles Carrasco, los cantantes Pasión Vega, María José Santiago y Javier Ruibal, el periodista Javier Osuna, el humorista Pepito el Caja, los palmeros Diego Montoya y Jorge Bautista, el guitarrista Juan José Alba, uno de sus habituales tocaores junto con Pascual de Lorca, los flamencólogos Eduardo Márquez y Félix Rodríguez, el presidente de la Asociación de Vecinos Las Tres Torres, Pepe Rodríguez, la regente del Pay Pay, Paloma García, y los representantes de las diferentes peñas flamencas gaditanas  fueron algunos, entre los muchísimos amigos, que quieren despedirse de Mariana.

Además, a esta nutrida comitiva se sumaron los bailaores y coreógrafos Sara Baras, acompañada de su madre, Concha Baras, y el jerezano Antonio El Pipa. Estas primeras figuras del baile flamenco internacional acudieron al responso que tuvo lugar en el interior de la iglesia donde la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, y parte de la corporación municipal acompañaba a la familia de la cantaora gaditana.

"Qué palo más grande, qué pérdida más importante para Cádiz", se lamentaba la bailaora que destacó "el cariño" y "la luz" que Mariana Cornejo desprendía, mientras Concha Baras asentía cada palabra de su hija. De hecho, al terminar el funeral, Sara se funde en un emocionado abrazo con Meli Agulló que también recibe agradecida a Antonio El Pipa cuyo montaje De tablao, estrenado en 2006, contó con la presencia de Mariana Cornejo.

Las muestras de cariño de los gaditanos se vuelven a repetir a la salida del féretro de la iglesia. "¡Que se va la alegría de Cádiz!", exhortan. Los hombres vuelven a llevar en volandas a Mariana hasta el coche fúnebre que trasladará sus restos al cementerio de Chiclana. Abrazos, muchos besos, cariño contenido que no se resiste a estallar. Y despedida por tanguillos. El coche arranca y los cantaores se arrancan con Los Duros Antiguos. Todos los asistentes siguen el tango con sus voces y con sus manos, haciendo compás de palmas. Por tanguillos se va Mariana. Dejando a Cádiz un poquito más sola y un poquito más triste. Pero quedándose, de alguna manera.

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