Cotidianidad poco convencional

Javier Miranda

30 de octubre 2010 - 05:00

Compañía: Histrión Teatro. País: España; Autor y director: Daniel Veronese; Intérpretes: Gema Matarranz, Manuel Salas, Elena de Cara, Paco Inestrosa, Enrique Torres; Lugar y día: Sala Batillo, 28 de octubre.

El argentino Daniel Veronese, viejo conocido del FIT, ha unido fuerzas con el grupo español Histrión, así que esta vez su obra no se mece con el acento rioplatense, sino con el castellano de aquí. Pero lo que sí sigue es el estilo del autor y director. Lo dijimos aquí mismo hace unos días con motivo de la presentación en el festival del grupo El Trompo. Hay una corriente en el teatro argentino que cuenta cosas aparentemente cotidianas pero subvertidas mediante el absurdo, que saca lo extraña que es frecuentemente la llamada normalidad.

Aquí son de nuevo un grupo de personas de las que te puedes encontrar en la calle, en sus ropas, en sus gestos, en su forma de hablar. Como de costumbre, el montaje huye de la retórica en la puesta en escena. Unos focos que se limitan a iluminar y un único decorado que podría ser el de una obra convencional.

Lo que no es convencional es el argumento o las situaciones. Se presenta casa extrañamente degradada. Para empezar, un sujeto es secuestrado y llevado allí, descubriendo que habita un antigua amor y una joven que puede ser su hija.

Claro que también está por allí otro hombre que tiene derecho a la paternidad y un curioso vecino que tiene el don de aparecer en los momentos precisos. Entre ellos se crea una cacofonía que es una estrategia arriesgada narrativamente hablando.

La obra puede confundir entonces, como un texto caótico y sin sentido, pero esa es precisamente la gracia. Pues el objeto es crear un absurdo que ponga en solfa el amor, la familia, y otras instituciones bendecidas en nuestra sociedad.

Nadie sabe quién es el padre de la chica, puede que ella sea una actriz contratada al final, tal vez sea la mujer despechada ante tantos amantes la que lo ha urdido todo. Pero da igual, lo que queda es una situación de confusión que es la que se transmite.

El que este texto se ejecute con un desarmante naturalismo, como si fuese un espectáculo realista, aumenta paradójicamente su sensación de absurdo. No es un montaje de fácil digestión, pero los que logren cruzar su aparente sinsentido encontrarán un estimulante acoso y derribo de algunos pilares de nuestra sociedad, del que la sensación de seguridad no es el menor de ellos.

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