Cultura

La Canalla, las mujeres y Silvia

  • Noche mágica en el Baluarte de la Candelaria con un doble concierto

"Nos hacía tanta ilusión estar aquí esta noche como teloneros de La Canalla..." Con estas palabras de Silvia Pérez Cruz, la catalana y Raúl Fernández Refree se presentaban ante Cádiz la mágica noche del viernes en el Baluarte de la Candelaria. Como "teloneros", decía la de la voz de otro mundo. Y nada más lejos de la verdad. Como venía advirtiendo el propio Antonio Romera Chipi desde hace unos días: "De teloneros nada. Lo del viernes será un doble concierto". Acertado estuvo de Algeciras, acertadísimo, a tenor del recital de los músicos que inauguraron la noche. Pequeño, sí, pero de una calidad musical, interpretativa y creativa sólo a la altura de primeras figuras. A La Canalla se lo pusieron difícil. Pero, afortunadamente, los reyes de la noche y sus mujeres (también Pérez Cruz entre ellas) salieron más que airosos de su nuevo y especial encuentro con el rincón al sur del Sur. La Canalla, las mujeres y Silvia. Y Refree. Y más de tres horas de música en estado puro. ¿Qué más se puede pedir?

Desde el Carmen se avisaban las diez y media cuando granada ("con g minúscula, pequeñita") explotaba en la voz cantante de la exLas Migas. Refree, el de dedos como rayos, a la eléctrica creaba y se recreaba construyendo una oda al buen gusto, llevando la palabra entendimiento a niveles no conocidos. Y Silvia fue poseída por Edith Piaf; por un Fito Páez en Carabelas nada donde, como un guante, entraba la zamba de Atahualpa Yupanqui; por su padre y por la madre que la parió en la habanera Vestida de nit. Poseída por la Tonada de luna llena de Simón Díaz y poseyendo al público, llevándolo a un estado de éxtasis exquisito, con "las tres penas" encerradas en la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hérnandez. "Te retequiero que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero..." Y cuando el corazón está ya hecho un nudo, Silvia abrió las piernas, descubrió el cajón flamenco sobre el que se sentaba, y azotó para rematar el poema con el Aniquilando de Morente y con Refree jugando con las vibraciones, acercando esa extensión de sí mismo que es la eléctrica al monitor... El público, arriba de energía, subió al cielo. En pie se pondría el auditorio (aforo completo) para felicitar al dúo al que también despidió con otra levantada tras el homenaje a Lorca con Pequeño vals vienés.

Llegó el descanso. Minutos para tomar aire. Y vuelta al disfrute del arte y la creatividad. Chirigóticas se enfundaban en los personajes masculinos de La Copla Negra para hilar una parodia de arte, confeccionada para la ocasión, que daba paso a La Canalla & Women. Chipi, con su pelo y con su vaso en mano, Javier Galiana con sus dedos a punto para acariciar el piano ( y con cuidado de no tropezar), José López armado con su poderoso contrabajo y un deslumbrante Julián Sánchez a la trompeta (y a todo), obedecían a las baquetas de José Benítez. Y comenzó la fiesta. Profundidad rítmica, literaria e interpretativa, aparentemente, aligerada por los comentarios ingeniosos de Chipi. Así son La Canalla: buenos a simple vista, mejores al mirarlos con detenimiento.

Enganchaíta de mi vida, Princesa de Bamako, un coreado Tango del tirao, Infinito universo... Romera cantaba con el resto de canallas intercalando estos temas con versiones del cancionero de la banda a cargo de sus invitadas. La oscuridad bluesera de Vicky Luna para Canastos y algodón; el alegre homenaje de Diana Navarro a Mariana Cornejo con Maruja en flor; los arrestos de María Rozalén para contar la historia De la loba; y la dulzura de Pérez Cruz intentando "...pintar el campo de verde esperanza..." desembocaron en un Tes quiero my love final con todo el plantel sobre el escenario del que La Canalla también bajaría para, entre el público, interpretar La niña del fuego. Uno de los momentos más especiales de una noche que, de magia, iba bien servida.

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