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El sector turístico de la Sierra de Cádiz empieza a recobrar el pulso tras dos meses de confinamiento

El lento despertar de la Bella Durmiente

  • En pueblos de la Sierra tan turísticos como Setenil, Zahara o Grazalema empiezan a reabrir los primeros bares y negocios hoteleros con la vista puesta en intentar salvar el verano

Rocío, camarera de la cafetería Rumores, cruza con un café y una mascarilla la emblemática plaza de España de Grazalema.

Rocío, camarera de la cafetería Rumores, cruza con un café y una mascarilla la emblemática plaza de España de Grazalema. / Fito Carreto

El beso del príncipe llegó, tarde pero llegó. No ha habido que esperar los 100 años que marca el cuento sino apenas dos meses que, eso sí, han parecido una eternidad. Pero lo importante es que una vez recibido ese beso, la Sierra de Cádiz, convertida en la indiscutible Bella Durmiente de esta provincia, ha empezado a despertarse muy poco a poco, dispuesta a seguir maravillando a todo el que quiera venir a verla. Y es que, tras el confinamiento decretado para hacer frente al coronavirus, la apertura tímida de los primeros bares y establecimientos hoteleros, a los que se les irán sumando muchos más negocios en los próximos días, viene a corroborar que esta comarca tan especial de la provincia gaditana está recobrando el pulso de manera paulatina.

Es muy temprano cuando ponemos camino a la Sierra prometida. Da igual donde vayamos porque cada pueblo tiene su encanto. Pero como queremos saber si la hostelería está preparada para recibir ya a los primeros turistas de la primavera, nos decantamos por visitar Setenil de las Bodegas, Zahara de la Sierra y Grazalema. Por algo estas tres poblaciones son las únicas de la Serranía gaditana que pueden presumir de formar parte de la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España. Las otras localidades gaditanas que lucen esa medalla son Vejer y Castellar.

Cuando llegamos a Setenil, el bar Zamudio ya lleva más de cinco horas abierto. Muchos vecinos del pueblo madrugan para irse a trabajar a la costa, sobre todo en la construcción. Y desayunar aquí era para muchos una tradición que la pandemia borró... hasta que la primera fase de la desescalada permitió su reapertura. Y cada mañana, a eso de las cinco y media, ahí está el Zamudio dándole ya a la cafetera y a la tostadora.

Desde la puerta del bar, Nerea Garrido cuenta que el Zamudio ha sido de los primeros establecimientos hosteleros en abrir en el pueblo, aunque por ahora solo puede disponer de su terraza, que tampoco es muy grande. Nerea reconoce que de momento no está viendo mucho movimiento de turistas. "Algunos sí he visto y son gente de la provincia, por el acento, pero es verdad que por ahora son pocos. Y la gente del pueblo parece que tiene un poco de miedo a venir a los bares", apostilla la propietaria de este bar cuya especialidad son la carrillada y los callos y que esperar ir recuperando al personal de plantilla que tiene en un ERTE conforme la situación se vaya normalizando.

Pero para que ello se produzca posiblemente aún haya que esperar un poco más. Y es que el estado de alarma y el confinamiento dejan una imagen inusual cualquier día del año y a plena luz: ni un alma en las Cuevas del Sol, quizás una de las calles más emblemáticas de Setenil. Debajo de las rocas y junto al río Trejo todo está cerrado: el bar Calvente, la cafetería-heladería Lo Nuestro, la abacería El Puente y otros bares emblemáticos como La Tasca, Frasquito, La Escueva, La Bodeguita... Sombrillas, mesas y sillas apiladas demuestran que el turismo ni está, ni se le espera aún por aquí.

De ello pueden dar fe los cientos de pájaros que sobrevuelan el cielo de Setenil jugando al escondite entre las rocas o también Teresa Palmero, que atiende al público en la tienda La Cueva, especializada en regalos y productos típicos de la tierra. Bueno, lo de atender al público es un decir. "Ayer abrí una hora y vendí solamente un imán y una postal. Y hoy la cosa va por el estilo, porque apenas he vendido un jabón de tres euros. Digamos que estoy viniendo simplemente para que la tienda se ventile un poco", resume de manera muy explícita.

Pero Teresa Palmero no pierde la esperanza en que el negocio reflote, sobre todo cuando mira hacia atrás y recuerda que desde hace unos cinco años los turistas vienen en masa al pueblo en verano, sobre todo en agosto. Este año espera que suceda algo parecido. Y este pensamiento es el mismo que tiene en la margen opuesta del río Antonio Ruiz Sánchez, que el martes decidió abrir la cafetería-heladería Capri. "Hombre, algo se saca con los cafés y los desayunos. Ahí vamos, poco a poco. Por la mañana hay algo de gente, un poco más de movimiento, pero por la tarde esto se convierte en un pueblo zombie", explica mientras en la terraza cubierta por un toldo desinfecta con un paño la mesa y las sillas de las que se acaban de levantar dos clientes. "Esto es lo que más me preocupa, porque aquí siempre hay gente dando codazos por coger la mesa que queda libre y ahora voy a tener que explicarle a esos clientes que tienen que esperar a que yo lo desinfecte todo. A ver cómo lo hago", se confiesa.

Cuenta Antonio Ruiz que algunas casas rurales de Setenil ya han empezado a ser ocupadas, que sabe que hay ya por aquí familias de San Fernando y de Algeciras, por ejemplo. Algo de dinero parece estar entrando en Setenil, un hecho que en esta misma calle Cantarería Baja –otro de los lugares emblemáticos de Setenil– ratifica Daniel Camacho a las puertas de su establecimiento La Cueva del Ibérico, con su baraja a medio levantar. "Ahí estoy con la tienda un poco abierta o un poco cerrada, porque hay gente que viene a comprar algo pero no es mucha. Lo que sí ha funcionado de maravilla es la venta on line. Ha sido una avalancha en toda regla, incluso en los peores momentos del confinamiento", afirma con indudable satisfacción al tiempo que saluda amistosamente a Miguel Ángel, el único policía local que hay en esta localidad de la Sierra.

Setenil de las Bodegas nos despide con sol y con unos balcones decorados con algunas banderas de España y con muchos carteles de la Virgen del Carmen, patrona del pueblo, cuya festividad se celebrará el 16 de julio y que la tradición cuenta que es una devoción a la que siglos atrás se le rezaba mucho en tiempos de pandemia.

Y de Setenil, a Zahara de la Sierra. Y allí arriba, en la plaza del Rey y cerca del acceso al castillo, nos topamos con una imagen imposible de ver en una ciudad grande. Dos concejales del equipo de gobierno, Raúl Galván y Juanma Ruiz, delimitan con pintura el espacio de la plaza donde podrá poner sus mesas el bar El Mirador. "Es que estamos regular de mano de obra", resume con enorme sinceridad el primer teniente de alcalde, Raúl Galván, para explicar su implicación.

El bar El Mirador está regentado por el matrimonio que conforman Javier Gómez y Toñi Carasco. Ella explica que encaran "con ilusión y un poco de miedo" la reapertura del negocio y él agradece que el Ayuntamiento haya apostado firme por el turismo al permitir que estos negocios hosteleros puedan ampliar sus terrazas ocupando toda la vía pública. El propio alcalde, Santiago Galván, explica que uno de los proyectos estrella de su gobierno para este mandato municipal es la reorganización del tráfico en la parte alta del pueblo, semipeatonalizando la plaza del Rey gracias a un nudo semafórico que ya está en proyecto.

Pero la principal arteria turística, gastronómica y hostelera de Zahara es la calle Ronda, que conecta con la plaza del Rey y donde hoy hay un trasiego enorme de gente preparando los bares para una reapertura que parece inminente. Juan Manuel Jiménez y Josefi Barrera, también matrimonio, ultiman los preparativos en el bar La Era, que se inaugurará en breve en el local que antes ocupaba una sucursal de Unicaja. Tenían pensado abrir la semana pasada, pero las lluvias lo retrasaron todo. Ellos también regentan el bar Josefi, que está en la parte baja del pueblo, pero la reapertura de este establecimiento tan galaronado por la calidad de sus platos tendrá que esperar aún un tiempo.

Casi al lado, en la cervecería El Gallo, se escucha jaleo de muebles y de máquinas en su interior. Y es que, aprovechando que hubo que cerrar al público, se ha decidido modernizar el interior del local cambiando de sitio las neveras, el barrilero y arreglando igualmente las tuberías. "No vamos mal de tiempo y queremos volver a la normalidad cuanto antes, pero creo que aún vamos a tardar algunas semanas", dice con resignación su propietaria, Tania David, que aclara con rapidez: "Sí, sí, David es el apellido".

Delante de todos los establecimientos y tiendas, el Ayuntamiento de Zahara ha colocado dispensadores de geles desinfectantes para seguir en guardia contra un virus que, al menos hasta la fecha, no ha hecho aparición por este pueblo. Uno de esos dispensadores está a la entrada del hostal Marqués de Zahara, el único establecimiento hotelero que está hoy abierto en esta localidad. En la recepción, y mientras juega con su nieta, su propietario, Santiago Tardío, demuestra ser una persona muy realista. "Hemos abierto porque somos un negocio familiar, pero desde el día 11 de mayo apenas hemos tenido ocupada una habitación. La terraza funciona más o menos bien, gracias a lo que consume la gente del pueblo, y tenemos algunas reservas cerradas ya para junio o julio, pero la verdad es que el mes de mayo, que es para nosotros el mejor del año, está siendo muy malo".

El hostal Marqués de Zahara tiene 10 habitaciones y se inauguró en 1977. Mucho más antiguo es el hotel rural Los Tadeos, ubicado en las afueras del pueblo. Su propietario, Alejandro Galván, confiesa que su idea es abrir a mediados de junio pero sigue esperando que las autoridades aclaren cuáles tendrán que ser las normas de seguridad a aplicar. "No sabemos nada de esos protocolos, ni si podremos abrir la piscina; esperamos que todo se vaya aclarando"”, explica el propietario de este hotel.

Zahara de la Sierra vive sobre todo del turismo extranjero. La belleza del paisaje trae gente hasta aquí en todas las épocas del año, también en agosto. Pero otro reclamo indiscutible es La Playita de Arroyomolinos, ubicada a los pies de Zahara y que tampoco se sabe si podrá abrir, ni cuándo, ni cómo. Y en esta población cruzan los dedos para que La Playita vuelva a estar operativa cuanto antes porque, ya saben, un verano sin agua en la que poder refrescarse será de todo menos un verano para el recuerdo.

El mundo parece detenerse durante la media hora en la que se va en coche desde Zahara a Grazalema por el puerto de Las Palomas. Naturaleza elevada a la enésima potencia. Primero el paisaje, después los buitres y luego el extenso pinar que rodea la presa del arroyo Fresnillo. Y al final siempre está Grazalema esperando al visitante con una sonrisa.

No se le ve la cara, porque la tiene tapada con una mascarilla, pero su tono de voz tan vitalista invita a pensar que Noelia López, tras el mostrador de la confitería-panadería Chacón, está sonriendo al cliente. Desde su puesto de trabajo explica que poco a poco Grazalema está empezando a ser la que era tras dos meses "durísimos". "Nosotros hemos estado abiertos todo el confinamiento para vender el pan, pero solo por las mañanas. Ha sido ahora, hace muy pocos días, cuando hemos empezado a abrir también por las tardes", cuenta poco antes de reconocer que está viendo cada vez más movimiento en el pueblo. "El pasado domingo, por ejemplo, ya se vieron por aquí algunos moteros que venían desde Chiclana o desde Conil. Ese día vendimos muchos bocadillos".

En las calles de Grazalema se multiplican unos carteles en los que se advierte a la población de que la pandemia no ha sido extinguida aún. "El virus no se ha ido", "Esas manos" o "Necesito espacio" son lemas que invitan a mantener las medidas de seguridad. Y varios poemas firmados por Paco Gil ayudan a humanizar la situación.

No hay muchos bares abiertos en Grazalema todavía. El primero en dar ese paso fue el pasado lunes el bar Zulema. Su dueño, Salvador Torreño, cree que de momento la cosa va razonablemente bien, que las ocho mesas de su terraza están dando el resultado esperado. Pero cruza los dedos para que se abra cuanto antes el movimiento entre provincias. "Es que hay gente de Ronda que tiene casa aquí y no pueden venir pese a estar ahí al lado", cuenta de manera muy significativa.

Muy cerca de este bar, frente al Ayuntamiento y en una esquina de la plaza de España, la cafetería Rumores también se puso en funcionamiento esta misma semana. Su propietario, Rodrigo, explica que al decretarse el estado de alarma tanto él como los otros ocho empleados que tenía fueron incluidos en un ERTE. Y de ellos ha rescatado de momento a dos, Rocío y Mario, para iniciar esta reapertura. Este último confirma un hecho que parece repetirse por toda la comarca y es que es la población serrana la que más miedo tiene al virus. "Aquí los que no tienen mascarillas son los que vienen de fuera", subraya.

Hacer un balance cuando se lleva abierto tan pocos días no es fácil. Pero Rodrigo demuestra tener alma de hostelero cuando se le hace la pregunta: "¿Que si ha merecido la pena volver a abrir? Sí, claro, porque ver otra vez a nuestra clientela no tiene precio", resume con contundencia antes de entrar en la cocina para preparar un lagarto ibérico que, doy fe de ello, está para comérselo.

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