La caballería llega en pijama
Atraco en Paterna
El agente Luis Miguel Larbi cuenta cómo desbarató en batín y zapatillas el asalto a un bar de Paterna de madrugada. “Ni lo pensé. Pillé una linterna y los grilletes y allí fui”
En la calle Nueva de Paterna, encima del bar Jarano, especialista en frituras y también conocido como Los Clásicos por las reuniones que allí hacen de motos y coches antiguos, vive el propietario del local, el mismo que a las 4 de la mañana escuchó ruidos bajo sus pies. Alguien había entrado. Sigilosamente cogió el móvil y llamó a Francisco, a quien le tiene alquilado el bar. “Hay gente en tu bar”, susurró.
Francisco sale corriendo para su negocio y se encuentra con que los chorizos han practicado un pequeño agujero cortando la reja con una radial y por ahí se han colado. No es que haya mucho que robar en el bar, pero a saber. Y los asaltantes siguen dentro, se les escucha cuchichear. Llama a los guardias, que le dicen que ahora van para allá. Ahora van para allá no es exactamente ahora, ya que se tiene que desplazar la patrulla desde Alcalá, que comparte turnos con los cuartelillos de Paterna, Benalup y Medina.
Es tontería, piensa Francisco, voy a llamar a Luismi, el guardia que lleva años en Paterna, y que vive a poco más de cien metros del bar. El agente Luis Miguel Larbi se sobresalta con la llamada nocturna -“si te llaman de noche uno sólo espera malas noticias”-, ve en el móvil el nombre de Francisco y le atiende.
“No lo pensé mucho. Me puse las zapatillas, me enfundé el batín, cogí una linterna y los grilletes y tiré para allá. No iba a ponerme el uniforme, las correas y todo eso... Era una urgencia. No me parecía raro ir en pijama, aunque ahora ya veo que ha tenido su gracia, pero lo cierto es que fue efectivo. No creo que tardara ni cinco minutos en llegar”. “¿Y la pistola?” “Mira, luego te ríes y dices mira, todo ha salido bien, pero también te dices a saber lo que me podía haber encontrado allí. Pero no, ni pensé en la pistola. Yo pienso que las cosas se solucionan mejor con miel que con hiel. Siempre he funcionado así y siempre me ha ido bien”.
De modo que armado con una linterna y unos grilletes se planta ante el orificio por el que han entrado los intrusos. Se pone Luis Miguel a un lado, no sabe qué tipo de armas llevan. Ya los vecinos están alerta y no se sabe por qué alguno piensa que pudieran llevar un cuchillo. A estas alturas los cacos se saben descubiertos. El golpe ha sido una chapuza. Un desastre.
Luis Miguel pregunta desde fuera: “¿Sois de Paterna?” “Sí”, contestan desde dentro. Esto no es cierto, pero ya se enterarían después, pero tampoco podían ser de mucho más lejos por que el agente inicia su negociación partiendo de ese conocimiento. “Entonces sabéis quién soy, me reconocéis la voz. Soy Luis, me conocéis, y lo mejor para vosotros es que salgáis primero uno y luego otro”. Desde dentro muestran alguna reticencia. “Vamos a salir y nos vais a dar, me vais a partir la mano”. “Os estoy diciendo -dice Luis Miguel firme, pero tranquilo, sin mostrar violencia verbal ni impaciencia alguna- que soy guardia civil. No os voy a hacer ningún daño”.
De este modo sale el primero y se encuentra con un guardia civil en pijama, batín y pantuflas que le coloca el grillete y lo agarra a la verja que ellos mismos acaban de reventar. Al poco tiempo sale el segundo, que acompaña con su muñeca a su colega.
En éstas llega la patrulla desde Alcalá y se encuentra con el trabajo hecho. Los dos cacos, que no han mostrado ningún ánimo violento, más bien resignación por su torpeza, están aprisionados a la reja. Es el momento en que Luis Miguel considera que es hora de vestirse de manera más apropiada para el atestado. Regresa a su casa a ponerse el uniforme.
Un agente con una vocación didáctica
Luis Miguel Larbi (Cádiz, 1969) es un agente de la guardia civil peculiar. Tiene dos vocaciones, una de ellas es su trabajo y el otro es un afán didáctico que le ha llevado a escribir y publicar dos libros sobre algunos de los problemas de nuestro tiempo.
Su nuevo título es Acoso escolar. Testimonios Reales, publicado por la editorial Círculo Rojo. “Trata de buscar la realidad de estas personas, su día a día, con todas sus penas y sus alegrías. Trata de hacer llegar al lector todo ese sufrimiento para que nos pueda servir de alguna manera para empatizar y solidarizarnos con todas esas víctimas. No podemos olvidar que cada testimonio que leamos puede ser el de nuestros propios hijos e hijas, amigos o familiares”, explicaba la editorial en la solapa. “Es la primera vez que nos cuentan, en primera persona, el dolor, la angustia y el sufrimiento pasado por algunos de ellos, las posibles secuelas que les han dejado, cómo han ido sobreponiéndose a las adversidades y cómo las han sobrellevado”, dice Larbi.
Larbi tuvo esta idea tras ser llamado para dar charlas en numerosos institutos de la provincia. Muy preocupado por el uso que los jóvenes hacen de las nuevas tecnologías, manifestaba en una entrevista: “La mejor manera para concienciarlos es educarles en el uso de las nuevas tecnologías, obviamente para eso tenemos que tener los padres y madres antes un determinado conocimiento. Por otro lado, hay que explicárselo de manera sencilla que nos entiendan poniéndole ejemplos prácticos como suelo hacer yo en las charlas impartidas, no debemos usar tantos tecnicismos que de poco sirven si luego no entienden lo que pretendemos transmitirles. Recordad, no se trata de limitar o prohibir, sino de educar”.
Todas estas inquietudes las recoge en su primer libro, Internet: Peligros que corren nuestros hij@s. Para escribirlo ha estado documentándose e incluso aportando sus conocimientos dentro de su propia experiencia laboral en el departamento de tecnología de la Guardia Civil en la provincia. “La idea surgió por mi pertenencia al Plan Director de la Guardia Civil, a través del cual organizamos diferentes charlas en colegios e institutos. Al ver el desconcierto de padres y madres al tratar diferentes temas pensé que tenía que hacer algo”, ha explicado.
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