"No asistimos a una crisis política, sino a una crisis de la política; en cambio, la economía, donde se ha generado la crisis, vive una crisis económica, no una crisis de la economía". Con este juego de palabras expresó Quintanilla su particular visión de la crisis que ha dado pie a este ciclo de conferencias y en el que todos los comparecientes ofrecen su perspectiva. La de Quintanilla fue la de una partida de póker. "Esa es la parte de la economía que ha generado la crisis, la economía de casino basada en unas expectativas ficticias, basada en el engaño, en el farol. Nada había de productivo en ella, sino en jugar con cartas marcadas, con información privilegiada. Esto ha sido una gigantesca estafa". Con el problema de que quienes los que perdían seguro no tenían cartas en la mano, ni siquiera conocían las reglas. Muy crítico con la política, con una izquierda que ya había perdido el norte, que no sabía lo que quería, que entregaba a la economía de mercado el destino, los jugadores de póker se llevaron las ganancias y las pérdidas de la partida. Saltaron la banca rompiendo el principio básico del propio ideólogo de la economía de mercado, Adam Smith: "Smith dijo que para la libertad de mercado era necesario que sus actores se comportaran con moralidad y esto es lo que ha faltado en esta crisis. Han cometido pecados mortales. Nadie debe criticar a los bancos por ganar mucho dinero, en eso consiste el capitalismo. Eso no es lo inmoral. Lo inmoral es que se gane mucho dinero y no se haga nada". En ese tapete, la política también ha cometido un grave pecado: "Ha renunciado a controlar la partida". Así fue, al parecer, como una parte de la economía se hizo con el casino y hasta con el dinero del crupier.