Provincia de Cádiz

El oro del pobre

  • La Guardia Civil requisa 425.000 kilos de cobre robado y detiene a 100 personas en menos de dos años· Detrás de la mayoría de las actuaciones está el Grupo Cobre de Jerez, cuyos métodos han creado escuela.

Destellos mil de colores rojizos y anaranjados en múltiples tonalidades salen de la mesa. De la mesa y de un rincón del suelo, donde se amontonan catenarias de tren, tubos, finos alambres reliados hasta conformar cilindros de seis centímetros de diámetro, embarrados expoliados en centros de transformación , pivots agrícolas , ... Mil y un objetos de cobre, el que en estos difíciles tiempos de recesión se ha convertido en un preciado metal para buscarse la vida, la mayor parte de las veces, al margen de la Ley. De la misma familia que la plata y el oro. "El oro del pobre", dice y sentencia el sargento Enrique Arjonilla, al que, con su permiso, fusilamos la máxima para usarla de titular.

Arjonilla, el responsable del 'Grupo Cobre' de la Guardia Civil de Jerez, ha preparado la bienvenida que deslumbra. La cita es a las nueve y media de la mañana del pasado jueves, en el cuartel de la Guardia Civil de Jerez. Allí, ha habilitado un surtido de muestras de los objetos más comunes que están siendo expoliados a conciencia y a mansalva en los últimos meses en la provincia. Procedentes de instalaciones eléctricas, de las vías del tren, de innumerables farolas del alumbrado público, de los sistemas de regadío de los agricultores, de parques eólicos, de plantas fotovoltaicas, ... De aquí y acullá.

Los destellos rojizos y anaranjados, el preciado cobre que cotiza en Bolsa que más que duplicó su precio en el mercado negro el pasado año, cuyo valor en este ejercicio, por las fluctuaciones del mercado y sobre todo, por los sucesivos golpes que las Fuerzas de Seguridad han venido asestando, oscila hoy en día entre 4,80 y 5 euros el kilo.

Al lado del sargento, el guardia civil Francisco Javier Torres. Ellos dos son los únicos integrantes de este Grupo Cobre del Área de Investigación de Jerez cuyos métodos de investigación han creado escuela. Tanto, que se han exportado a otros grupos en Comandancias de todo el país. Con el apoyo si es preciso de otras unidades y servicios del Cuerpo, ellos dos están detrás de la mayor parte de actuaciones contra el robo indiscriminado de cobre que se han registrado en la provincia.

Las cifras las aportan desde la Comandancia de Cádiz: desde 2010 y hasta principios de este noviembre, en menos de dos años, han sido requisados exactamente 424.720 kilos de cobre robado, se han practicado 100 detenciones, 13 personas han sido imputadas y se han interpuesto alrededor de 300 denuncias.

Los dos agentes jerezanos llevan trabajando en este campo desde hace algo más de tres años, aunque ya, con la denominación de Grupo Cobre, los equipos específicos creados por la Guardia Civil para atajar la grave problemática, aproximadamente un año.

"Son tres los tipos de delincuentes que roban cobre", explica Arjonilla. Primero, el delincuente de toda la vida, el típico ladrón que actúa en solitario, que hoy arrambla con el cobre como ayer se llevaba otra cosa. Segundo, los grupos de familiares o amigos que se asocian para la ocasión, conformando organizaciones con una cierta estructura. Esta descripción encaja a la perfección con los 12 detenidos el pasado julio que desmantelaron la azucarera del Guadalcacín, la operación Hierro Dulce en la que se incautaron casi 60 toneladas de metal, que el grupo, al que los vecinos de las inmediaciones confundieron con operarios, logró llevarse de las obsoletas instalaciones. Y tercero, los especialistas, los grupos con estructura cuasi paramilitar, rumanos normalmente. Como la banda que también en julio cayó en la Operación Tempul de la Benemérita, los 24 detenidos asentados entre Sevilla y Badajoz, que realizaron dos asaltos consecutivos en la planta termosolar de San José del Valle.

Pero como en toda regla, también abundan las excepciones. Y en los últimos tiempos los agentes también se han topado con ladrones de guante blanco, trabajadores de empresas que se llevan material, hasta bovinas de 500 kilos. A menudo, con cómplice fuera, "como las mulas de la droga, al que le dan 50 euros", apunta el guardia Torres. En estos casos, no es fácil poder atraparlos. "Las empresas son reacias a de denunciar, no quieren que sea vox populi que cuentan con ladrones en plantilla, y ellos mismos acaban haciendo 'limpieza', despidiéndolos", agrega el sargento.

"Hemos detenido gente que ha dejado barriadas enteras sin luz", prosigue Torres, quien a renglón seguido, se apresura a alertar de la peligrosidad que entrañan estos saqueos. "Nos hemos encontrado con zonas donde, para que no se dieran cuenta, lo que se han llevado ha sido el cable de tierra. Con lo que eso puede suponer un día de agua".

También se han topado con rudimentarias herramientas que los ladrones se habían fabricado para dar los golpes, en los que no hay duda de que se juegan la vida. Caso de los que usaron tijeras de coger piñas para cortar cables por los que pasan corrientes de hasta 3.000 voltios. Hasta la fecha, como sí ha ocurrido en otras zonas de España, no hay constancia de que en Cádiz nadie se haya electrocutado dando un golpe. Uno, hace dos semanas, estuvo a punto en Arcos. Sí se sabe que un trozo de cable que dejaron suelto mató a dos perros en Barrio Jarana.

"Esto no es coser y cantar. Hay trabajos en los que nos hemos podido tirar hasta un año", desvela el sargento, quien quiere dejar constancia de que "los malos de este película no son los chatarreros", como muchos dicen, culpándolos de fomentar los robos al comprar el material. Al César lo que es del César. "Ha costado, pero ya las chatarrerías nos ayudan mucho". Raro es el día, desvelan, en la que no se pasan por alguna para dar una batida. En la zona de la Campiña hay cuatro importantes, tres en El Portal y una en la Barca de la Florida, y en la Costa Noroeste, una en Sanlúcar.

Es obligado decir que los chatarreros no están obligados a comprobar la procedencia del material que les llevan a vender. Como en las casas de empeño y en las tiendas de compra de oro, deben llevar sólo un registro y anotar cada cliente con su número de carné. Claro que también los hay que se personan con documentos falsos. Y hasta con la cartilla médica de un hermano fallecido, como pasó en La Barca.

En las chatarrerías pueden llegar a pagar hasta seis euros el kilo de cobre, si éste va 'puro'. Y eso es lo que hacen los ladrones, pelarlo, quitarle el plástico que lleva el correspondiente número de serie para que no se pueda averiguar su procedencia. Una cantidad que, para determinar su auténtico valor en el mercado, apunta el sargento, hay que multiplicarla por cinco. Aunque lo cierto es que la tasación auténtica de lo sustraído puede ser muchísimo más elevada si se incluyen los daños. No pocos agricultores han tenido que hacer desembolsos de hasta 6.000 euros para reponer su sistema de regadío y la gestora de las vías del tren, objetivo preferente de los ladrones durante meses, Adif, ha afrontado ya cantidades astronómicas. No sólo en reposición sino hasta en indemnizaciones a usuarios afectados por los parones de trenes a cuenta de los saqueos sistemáticos de catenarias.

Lo más paradójico es el destino final del cobre: robado, pelado y colocado en una chatarrería, es prensado y triturado, se envía a Sevilla o Barcelona, desde donde se exporta a China como materia prima para volver a nuestro mercado como cobre manufacturado. La pescadilla, una vez más, se muerde la cola.

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