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Tribunales

El golpe más duro para una víctima de violencia de género en Cádiz: "Él nunca me pidió perdón"

Ilustración: Miguel Guillén

Ilustración: Miguel Guillén

María (nombre ficticio) dice de sí misma que no es una mujer valiente, pero sí lo es, y mucho, porque ha vivido atrapada en un infierno de violencia e intimidación durante 27 de sus cincuenta y pocos años y ha sabido salir de él, no sin antes sufrir continuas agresiones, violaciones, desprecios, amenazas y chantajes por parte de su ya ex marido. Una tortura que ha sufrido, no sólo ella, también sus tres hijos. María es una víctima de violencia de género que narra su testimonio desde el anonimato, precisamente, para seguir salvándose, para continuar viva.

Su agresor, ex pareja y padre de su hijos, fue condenado en 2021 por la Audiencia Provincial de Cádiz a once años y diez meses de prisión. El acusado recurrió el fallo ante el Tribunal Supremo y ahora se ha visto beneficiado de una rebaja de la pena, que se ha quedado en nueve años y diez meses de cárcel, por la ley del 'sólo sí es sí'. La reducción de la condena se ha dado a pesar de la negativa del abogado defensor, que entendió que no procedía su estimación. Y aunque el letrado "desaprovechó la oportunidad" -palabras textuales del Supremo-, el Alto Tribunal decidió bajar el periodo de internamiento en un centro penitenciario. El ingreso es inminente.

"Que lo condenen a 11 o a 9 años de cárcel para mí es casi un detalle. Lo que yo quería era acabar ya con todo esto", dice María, que interpuso la primera denuncia en el año 2013 y no ha tenido sentencia en firme hasta 2023, diez años después

"Para mí, lo realmente importante ha sido el reconocimiento de la verdad. Por lo que a él respecta, que haga su vida y que le vaya bien, ni siquiera le deseo el típico 'que se pudra en la cárcel'", narra María con un tono de serenidad impecable, aunque tuerce ligeramente el labio en un gesto muy sutil, prácticamente inapreciable, de desaprobación. "Lo único que me ha quedado ahí (señalándose con la mano el corazón) es que él nunca me pidió perdón. Nunca. Ni una sola muestra de arrepentimiento. Ahora que tiene que entrar en prisión y se ve con el agua al cuello es capaz de pedírmelo, pero ya no lo voy a creer".

La relación sentimental entre María y su agresor se prolongó durante casi tres décadas en las que, de puertas para fuera, aparentaban ser la pareja ideal. "Él hablaba muy bien de mí a nuestro entorno, a nuestra familia, a nuestros amigos... Por eso yo creía que me quería, pensaba que era feliz y justificaba determinados comportamientos por su alcoholismo", un problema que fue contemplado como atenuante por la Audiencia de Cádiz a la hora de dictar sentencia pese a que el abogado defensor no lo solicitó.

Según pasaban los años, la situación no pudo más que empeorar. "Las agresiones se sucedieron una tras otra, aún visualizo sus ojos llenos de ira. Él me decía: 'ni que te estuviera violando, pero si tú eres mi mujer'. Y yo mientras quería suavizarlo todo, restarle importancia a lo que estaba ocurriendo. Su capacidad para manipularme y destruir mi personalidad llegó a un nivel extremo".

En un intento de poner fin a esta pesadilla, María se divorció de su marido en diciembre de 2012 y, pese ello, los episodios de violencia machista se siguieron produciendo. "Él continuó entrando en mi casa. Aparecía por allí en cualquier momento, en muchas ocasiones borracho, con la excusa de ver a los niños. Pensé que la separación sería la solución... y no fue así".

"Hasta aquí"

Un día ocurrió algo más terrible si cabe que llevó a María a denunciar a su ex marido. Durante la cena, estando todos juntos a la mesa, él comenzó a insultarla en voz baja creyendo, bajo su estado de embriaguez, que nadie se enteraba, pero los hijos, menores de edad todos, lo oyeron perfectamente. El mayor, de 16 años, le llamó la atención. Entonces el padre lo cogió por el cuello y lo levantó del suelo. "Fue cuando dije: 'hasta aquí'".

María recuerda el día que leyó el informe pericial de sus hijos aportado a la causa. "En ese momento comprobé que habían visto y oído más cosas de las que yo pensaba. Ahí me di cuenta que tenía que haberlo hecho antes". Con enorme entereza, María se toma un respiro, traga saliva y prosigue la conversación. "Mi hijo de 14 años llegó a pedirme perdón por hacerse el dormido y no haber salido a defenderme", rememora supurando dolor en estas palabras.

"Ahora, afortunadamente, soy otra", dice sonriendo para reconducir la charla. "A mi hija le insisto mucho en que tiene que ser una mujer libre y no dejar que nadie la controle. Es cierto que se ha avanzado mucho en materia de violencia de género, no obstante, estoy convencida de que aún queda mucho camino por recorrer", y cuenta el porqué. "No hace tanto, yo salía huyendo de madrugada de mi casa y veía a vecinos (que eran amigos) echar las cortinas. También ocurrió que una noche salí con una amiga y él vino a buscarme. Me tiró de los pelos y me metió en el coche a la fuerza en mitad de la calle, y nadie hizo nada más que observar la escena". 

María insiste: "Ahora soy otra. Soy libre e independiente. Puede parecer extraño pero nunca temí por mi vida, pensaba que antes o después todo pasaría, hasta que fui plenamente consciente de que podía ocurrir cualquier cosa". "Veía en las noticias casos de violencia de género y no me identificaba, creía que yo no era una más". Al final se reconoció y encontró la forma de huir de su verdugo: "Denunciarlo. Esa fue la solución, si no hoy seguiría impune". Por eso María hace un llamamiento a todas las mujeres que ahora mismo puede que se estén ahogando en una relación sin salida. "Denuncia".

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