La ética en los negocios y el oxígeno

La aplicación de la ética en las empresas depende en muchas ocasiones de los intereses personales, en otras de la implicación emocional y también la falta de sensibilidad y reflexión

La ética en los negocios y el oxígeno
J. Félix Lozano. Universidad Politécnica De Valencia

28 de marzo 2016 - 05:01

Decía un premio Nobel de economía, A. Sen, que la ética en los negocios es como el oxígeno para los humanos: sólo nos damos cuenta de que existe cuando falta. Y creo realmente que es así.

Seguramente, muchos de ustedes al escuchar la expresión "ética de la empresa", "ética en los negocios" o "ética en la economía" hayan esbozado una leve sonrisa cínica. Esa sonrisa se transforma en mueca de mal humor cuando una empresa no cumple lo que le prometió, cuando no le paga un salario justo, o cuando una empresa ha realizado un vertido contaminante.

La ética es un ámbito de estudio que intenta dilucidar qué es lo correcto, qué debemos hacer y por qué debemos actuar de una manera y no de otra. Y, simplificando un poco, podríamos decir que esta disciplina tiene dos planos muy distinguibles. El plano teórico en el que pensamos y argumentamos sobre lo que es justo y lo que no (es lo que se llama el juicio moral); y el plano práctico en el que tenemos que cumplir esas normas que hemos reconocido como justas (la acción moral).

Si lo aplicamos al ámbito de los negocios y la empresa nos damos cuenta de que no es difícil identificar un listado de normas que cualquier empresa, empresario o trabajador debería cumplir: no abusar del poder, respetar a otras personas, cuidar el medio ambiente, no mentir, pagar sueldos decentes, cumplir los acuerdos, etc. Todas éstas, y algunas más, son normas básicas que nadie racionalmente despreciaría.

El problema lo tenemos no en reconocer estas normas u obligaciones básicas, sino en cumplirlas. ¿Por qué no las cumplimos? ¿Por qué, estando de acuerdo en que son importantes y merecen respeto, tantas veces se actúa en contra de ellas? Podemos apuntar varias propuestas. El primer factor que nos distrae de hacer lo que sabemos que debemos hacer son los intereses. En demasiadas ocasiones sé que haciendo algo que no debo puedo ganar mucho, ya sea dinero, poder, influencia, ascensos, etc. El anteponer nuestro beneficio personal o grupal sobre lo que debemos hacer es la fuente de la corrupción y se tiene que combatir desde dos ámbitos: el de la conciencia personal y el de las "reglas del juego".

Tenemos que conseguir que las personas sean más conscientes de sus deberes y responsabilidades y los tengan muy presentes a la hora de tomar decisiones. Que no piensen primero en su interés personal privado y luego en todo lo demás. Y también tenemos que ser capaces de diseñar unas "reglas del juego" en el ámbito de los negocios en donde sea difícil actuar irresponsablemente y donde si alguien actúa así sea penalizado. Así pues, una doble estrategia: convicción y coacción.

Otro gran factor que nos desvía del camino de hacer lo que debemos es la implicación emocional. En muchas ocasiones sabemos qué es lo correcto pero no lo hacemos por miedo, por odio o por afinidad. Sabemos que no debemos ser cómplices de una ilegalidad o permitir una situación injusta, pero si temo por mi trabajo o por mi bienestar, lo más normal es que no haga nada. En muchas ocasiones "ayudamos" a un amigo o familiar en un conflicto, por el afecto que nos une, aun cuando sabemos que ha hecho algo mal. Y también hay en situaciones en que no hacemos lo que debemos por causar daño o perjuicio a alguien que no nos es simpático, no es "de los nuestros", o es nuestro enemigo. Esto es humano, pero no es justo. Las emociones nos ayudan a comprender nuestro comportamiento, pero no lo justifican.

Para evitar estos comportamientos injustos, fruto de la fuerza emocional, debemos ser muy conscientes de nuestras emociones hacia otras personas y preguntarnos si podría defender públicamente que hice lo que hice por mi implicación emocional. Y finalmente el tercer gran factor, pero no menos relevante, es la falta de sensibilidad y reflexión. El no pensar lo que debemos hacer ha sido una de las mayores fuentes de crueldad en la historia. El ser insensible al dolor ajeno, el "no querer saber" o simplemente el no preguntarse por lo justo o lo injusto es otra de las grandes barreras para el comportamiento ético.

En muchas ocasiones, personas que han actuado irresponsablemente o han cometido una injusticia, se le pregunta: "¿por qué lo hiciste?" y la respuesta es: "no sé", "no me di cuenta", " no pensé que…", etc. Esto es algo inaceptable en el comportamiento humano, vivimos en comunidad y lo que hacemos impacta en la vida de otras personas. Tenemos que pensar lo que nos debemos los unos a los otros y las consecuencias de nuestras acciones y decisiones en la vida de otras personas.

Esto son solo tres factores que nos desvían de hacer lo que debemos hacer, y seguro que el lector encontrará ejemplos de cada uno de ellos. Lo que parece claro es que si queremos vivir en un mundo mejor, los negocios, las empresas, las administraciones públicas y las personas tienen que cuestionarse el lugar de sus intereses privados en sus decisiones, reflexionar sobres sus emociones, y sobre todo, no dejar de pensar en lo que es justo. Son tres claves para construir un mundo en el que se pueda respirar aire puro.

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