El banquillo de los acusados volvió a estar completo ayer para oír al fiscal y a las acusaciones (la Seguridad Social y la Junta de Andalucía) relatar cómo quedan los delitos y las penas en sus escritos de calificación definitiva. Carlos Carretero, ausente desde que prestó declaración, regresó a la sala de vistas. También su pareja, Elisa Calvente. Y María José Campanario y su madre, que han asistido a otras sesiones. Entre el público, como siempre a lo largo del juicio, apoyando a su esposa y a su suegra, Jesús Janeiro, que para todos es el torero Jesulín de Ubrique y a quien muchos saludan u observan con admiración, con afecto.
Hasta en los policías encargados de vigilar y poner orden durante el juicio de la Operación Karlos se nota el aprecio que despierta el torero. No es aventurado pensar que esa corriente benévola que rodea a Jesulín toca a María José Campanario. Por lo pronto, el fiscal retiró ayer el delito que en principio le atribuía por la suplantación de Remedios Torres en una prueba médica. Y tal vez la valentía de Campanario al acceder a responder a las preguntas del fiscal (y la de su madre) haya contribuido lo suyo a limar el escrito de acusación. Pero en los juicios, como en la vida misma, también gana puntos quien cae bien. Y Jesulín cae muy bien.
En el extremo opuesto ha jugado el inspector médico Francisco Casto Pérez Lara, que se acogió a su derecho a no contestar a las preguntas del fiscal y que se ha encastillado en una posición con la que es difícil provocar empatía.
El hombre se ha empeñado en negar que es él quien habla por teléfono con Carretero y con Elisa Calvente en las conversaciones grabadas por los investigadores. Y para librarse de un delito del que al final el fiscal no acusa a nadie (la suplantación) se ha escudado en una fallecida. Para sumar.
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