La defensa admite que Juan Manuel Jiménez es el autor del crimen

El fiscal mantiene que fue un asesinato y su petición de 28 años de cárcel · El abogado defensor sostiene que fue un homicidio · La Policía evita que el procesado sea agredido al final del juicio

Dos policías y un guardia civil sujetan a un familiar de la víctima cuando el procesado abandonaba la Audiencia.
Dos policías y un guardia civil sujetan a un familiar de la víctima cuando el procesado abandonaba la Audiencia.
T. Ramos / Cádiz

13 de mayo 2010 - 05:01

La defensa admitió ayer, en la última sesión de la vista oral celebrada en la Audiencia, que Juan Manuel Jiménez, de 26 años de edad, fue la persona que el 14 de febrero de 2008 mató a la joven Loli Amaya. El acusado lo había negado el pasado lunes. El juicio quedó así visto para una sentencia que ya no tendrá que despejar la duda sobre si el procesado es o no el autor del crimen sino si cometió un homicidio o un asesinato. El fiscal y la acusación particular sostienen que hubo alevosía y, por tanto, asesinato. La defensa considera que fue un homicidio.

La diferencia equivale a unos cuantos años de prisión. Más aún teniendo en cuenta que la defensa estima que el procesado debe beneficiarse de una atenuante o incluso de una eximente de alteración psíquica. Juan Manuel Jiménez padece un trastorno paranoide de la personalidad. El fiscal afirma que eso no le impide ser plenamente consciente de lo que hace, por lo que no cabe atenuante alguna. Por eso mantuvo su solicitud de 28 años de prisión por dos delitos de robo con intimidación y uno de asesinato. La acusación particular pidió unos años más. La defensa, entre 7 años y medio y 14 años y 5 meses.

Pese a que la defensa admitió la autoría del crimen, Jiménez evitó ayer aceptar personalmente que mató a Loli Amaya cuando intentó atracar la colchonería de Chiclana en la que trabajaba la joven. Al término del juicio, intervino en el turno de la última palabra y parecía que iba a reconocerse culpable del crimen, a dar alguna explicación. No fue así en absoluto. Jiménez pidió perdón a la joven a la que atracó en una tienda, también en Chiclana, horas antes de matar a Loli Amaya. Y a continuación dijo que sentía la muerte de ésta. Nada más.

Familiares y amigos de la víctima que llenaban la sala de vistas recibieron como un mazazo esas palabras. Varias jóvenes salieron llorando al pasillo. Un grupo amplio se fue rápido hacia la calle para intentar ver cómo la Policía se llevaba al procesado. Pero los policías se temieron lo peor y, auxiliados por guardias civiles que custodian la entrada al Palacio de Justicia, organizaron una maniobra de despiste para evitar una previsible agresión al acusado. El día anterior, Juan Manuel Jiménez les había gritado a los familiares que él no era un asesino. Y ayer tomó la palabra pero obvió reconocer lo que su abogado había admitido minutos antes.

Jiménez, en prisión preventiva desde que fue detenido pocos días después del crimen, contribuyó así a encender los ánimos. La Policía solventó el problema dando a entender que iba a sacar al procesado por la calle de las Bóvedas de Santa Elena y un grupo lo esperó allí. Varios agentes lo trasladaron entonces hacia un coche patrulla que esperaba frente a la puerta principal del Palacio de Justicia, al final de la Cuesta de las Calesas. Sólo un familiar que se percató de la estratagema asistió a ese momento. El hombre se fue hacia el acusado pero dos policías lo sujetaron e impidieron que llegase a tocar a Jiménez. El vehículo cambió de sentido allí mismo y partió veloz hacia la Avenida.

Otro familiar de Loli Amaya, que estaba en el grupo que esperaba en la calle lateral, sufrió un ataque de nervios cuando se dio cuenta que la Policía se había llevado ya al procesado.

Poco antes, en la sala de vistas, el fiscal había recordado que, como dijeron los forenses, la joven estaba sentada o en un plano inferior al agresor cuando fue apuñalada. Que Loli Amaya carecía de cualquier posibilidad de defensa ante un ataque sorpresivo en el que hubo dos golpes con el cuchillo: uno de advertencia y otro muy fuerte, mortal, que alcanzó el corazón. En ese momento estaba sentada, con los brazos pegados al cuerpo, desvalida, dijo el abogado de la acusación particular.

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