“Las cosas hay que hacerlas bien para que perduren”
Entrevista De Cerca | Carlos del Río González-Gordon
Nacido en el seno de la familia González, a los 40 años emigró a la Ribera del Duero, donde ha aprendido que la calidad debe imperar más que la cantidad
Carlos del Río González-Gordon nació en el seno de una de las familias bodegueras más importantes de nuestro país. Sin embargo siempre quiso volar libre, buscar nuevos horizontes. Quizá por eso cuando habla sus manos lo hacen tanto como su boca, su dedo índice marca el camino como una brújula, sólo que sus puntos cardinales son otros: trabajo, entusiasmo, pasión y calidad.
–¿Duerme usted bien con todo ese vino envejeciendo en sus bodegas?
–Bien, bien, unos días mejor que otros pero en general bien. Las bodegas te dan gran satisfacción y, en teoría, te hacen dormir mejor.
–Pertenece usted a de las familias de mayor tradición bodeguera de España y aparte es un apasionado del vino y de la vida. ¿Eso es lo que intenta transmitir a las generaciones futuras?
–Soy quinta generación de la familia González, he trabajado en el sector del jerez hasta los 40 años y después me fui a Ribera del Duero. A partir de ese momento he querido defender la máxima calidad y hacer marca. Para hacer cualquier cosa en condiciones se tarda muchos años. Ya tengo una edad y lo que me gustaría es que mi obra durara. Todo lo que he intentado en mi vida lo he hecho para que me perdure, por ejemplo lo que estamos haciendo en Jerez, que nos gustaría que durara muchos más años.
–Y eso mismo intenta inculcar a sus hijos.
–Claro. Es que si mis hijos no tuvieran un entusiasmo maravilloso por este proyecto quizá no lo hubiera empezado. A mí no me gusta hacer un vino muy bueno un año y que ya al siguiente sea un bluf. Lo que yo persigo es hacer todos los años un buen vino y que vaya a mejor.
–¿Conserva el recuerdo de la primera vez que bebió una copa de vino?
–Mi padre tenía una pequeña viñita al lado de Jerez y la pisábamos nosotros en un lagar. Quizá fuera ahí de las primeras veces. Tendría 12 años, pero posiblemente me habría tomado ya alguna antes.
–Jajaja…
–Hicimos nuestro primer vino pisado por nosotros. Mi padre era muy aficionado. Era una cosa muy bonita. Después hacíamos un oloroso.
–Está claro que le enseñaron desde pequeño a ganarse el dinero con el sudor de su frente. Me viene a la mente una anécdota que contó Luis Isasi, durante la entrega del Premio Federico Joly, en la que recordaba que habían ido juntos, siendo muy jóvenes, a vendimiar por un puñado de pesetas. La gente quizá tiene una idea distorsionada del llamado señorito jerezano antiguo.
–Bueno, primero que yo no soy un señorito jerezano. Eso es muy importante. Porque ni he sido ni soy señorito jerezano, aunque proceda de una familia bodeguera. Vamos, que el señorito habrá tenido épocas buenas, otras peores, no se trata de criticar nada, pero digo que no me identifico como tal. Lo que les he transmitido a mis hijos, como he hecho yo, tal y como contaba mi amigo Luis, es que es importante vendimiar, levantarse de madrugada, coger una moto y tirar para las viñas. Es importante saber lo que se gana por trabajar de sol a sol y lo que cuesta echarse al bolsillo un dinero. Así se valora realmente todo. Hay gente que lo hará mejor sin pasar por ese escalón, pero mi experiencia me ha ido bien partiendo de cero. La labor del vino, el ser bodeguero, es una forma de vivir.
–Cuando en los 90 decide dejar el Marco de Jerez y marcharse a Ribera, ¿qué pensaron en la familia González?
–Nunca he trabajado como ejecutivo en mi casa madre, a la cual adoro y ayudaré siempre que pueda poner un granito de arena. Me fui porque la necesidad agudiza el ingenio. Me gustaba crear y hacer cosas. En aquella época nadie pensaba que Ribera iba a convertirse en lo que es hoy.
–¿Qué se encontró a su llegada?
–Allí había 58 bodegas, alrededor de siete u ocho mil hectáreas, aquí teníamos unas 23.000, hoy hay aquí 7.000 o 6.000 y en Ribera 24.000 hectáreas y 350 bodegas. Lo que pienso es que la vida cambia y aquellos vinos, no cabe duda, que gustan cada vez más. Los nuestros también, pero igual teníamos demasiadas hectáreas y la calidad no se cuidó tanto como debiera.
–¿Y ahora mismo cómo ve la situación de los vinos del Marco?
–Veo que hay menos hectáreas, pienso que el volumen masivo que se ha tenido de vinos de Jerez va a ser menor, le veo futuro. Las grandes bodegas existentes van a seguir con su marcha fenomenal si hacen las cosas bien. Me parece que la calidad se va a primar más que en el pasado. Antes se le vendía a grandes superficies extranjeras en unos volúmenes muy grandes y el futuro, aunque estas prácticas sigan, puede ir más encaminado a pequeñas bodegas que hagan cosas distintas y con mucha calidad. Pienso yo, que me puedo equivocar claro.
–¿Conocer a Peter Sisseck resultó un punto de inflexión en su vida?
–Pues sí. Peter para mí ha sido un cambio en mi vida profesional vinatera, porque yo llevaba una mentalidad distinta, como él me dijo: ya vienes con la jerezanitis, con la cantidad por encima de todo. Me inculcó que hay que buscar la máxima calidad. Y defender la calidad con pocas cantidades. Que el volumen no debe primar nunca. Y luego, por supuesto, que la rentabilidad llega a largo plazo. Conocerlo fue un cambio importante.
–Un vikingo enamorado de los vinos de Jerez. Quién lo hubiera imaginado.
–Siempre le ha gustado a Peter el vino de Jerez, y yo cada vez que podía lo traía. Hace 15 años intenté ya que hiciéramos algo, pero entonces no lo vio claro, y después hace cuatro o cinco años ya decidimos hacer algo juntos. Para mí es una gran satisfacción, aunque él siempre dice que el mejor vino blanco de España es el fino. Para mí estar con Peter es una enseñanza permanente.
–¿Cree que la proyección que están realizando del jerez cocineros de relumbrón puede ser un espaldarazo a nivel internacional de cara al futuro?
–Sin duda, va a ser un vino más de mesa, que va a tener un espaldarazo importante y también creo que los volúmenes de antes hay que olvidarlo. Espero que sean más pequeños, con más márgenes de beneficio, porque tienes que ganar dinero para invertir en calidad. Si no tienes un margen entonces no tienes recursos para invertir en la viña y hacer las cosas bien. Me gusta mucho el vino de Jerez, me gusta mi tierra muchísimo y me gusta el producto. Es un gran vino.
–Hay tres zonas vinícolas únicas en el mundo: Jerez, Oporto y Champagne. ¿Somos conscientes de ello en la provincia?
–Posiblemente no consumamos nuestro vino con la regularidad con que se hace en otras zonas.
–Llegó a bautizar un fino como Gaditano. ¿Le molesto eso a alguien en Jerez por aquello de la rivalidad entre vecinos?
–No que yo sepa. Era un fino de mi casa madre y lo he tomado muchísimo, me encantaba el nombre. No sabía que a alguien le hubiera podido molestar. Primera noticia. Fino Gadita, le decíamos.
–Por lo que me comentaba antes, es partidario de que las nuevas generaciones aprendan de primera mano lo que cuesta llegar. ¿Eso lo extrapolaría a todos los ámbitos de la sociedad, a nivel educativo sobre todo?
–Veo que en determinados sectores se puede llegar antes que en otros. En el del vino todo lo que haces se ve tras varios años. Si quieres mejorar un vino hay que ir poco a poco, echándolo por las criaderas para después, al cabo de años, sacarlo por las soleras.
–Sus hijos han salido bien anclados a la tierra, como una viña en la albariza de Macharnudo.
–A mis hijos les gusta este mundo, son unos entusiastas.
–¿Cuántos hijos tiene?
–Cuatro, dos hijos y dos hijas. Todos viven en Madrid, van y vienen para acá, pero mis dos hijos son dos entusiastas y tienen capacidad para aportar mucho a la zona. Creen en lo que hacen. Me parece que si sale bien este pequeño proyecto que estamos haciendo con Bodegas San Francisco trasmitirá confianza para que otra gente joven se venga a la zona.
–¿En qué momento se encuentra el proyecto que arrancó con Bodegas San Francisco tras salir al mercado su Viña Corrales?, que fue francamente muy bien recibido.
–Pues va muy bien. Más vivo que nunca. Hemos comprado una viñita al lado de Viña Corrales, justo en la linde, hemos ampliado la bodega de Jerez… Vamos buscando recursos para seguir haciendo cosas. Tengo confianza. Estamos también haciendo otro fino de Macharnudo, que esperamos que podamos sacar al mercado quizá dentro de un año. Y así vamos.
–Ahora que habla de Macharnudo no tengo más remedio que preguntarle su opinión sobre el parque eólico de El Barroso.
–Con el parque eólico hemos sido muy contrarios desde siempre. Cuando nos enteramos nos sumamos a la corriente que se opone, porque pensamos que todas estas tierras alrededor de Jerez, pagos históricos y no históricos, todo lo que sea que pensamos pueda tener un futuro paisajístico, de enoturismo, se debe cuidar muchísimo. Hay muchos sitios en España para hacer estas cosas.
–¿Esto es impensable que ocurra en Ribera del Duero?
–Absolutamente. Lo que se ha hecho aquí en Balbaína es un tiro en el pie para el futuro. Esto es pensar a supercorto plazo, y yo soy hombre de mirada larga. Pensamos que esta zona volverá a tener su éxito, tanto vinateramente como turísticamente, y el que ahora pongan ahí un molinos o placas solares no interesa. Porque contamina todo, cambia hasta la migración de los pájaros. Eso debería estudiarse con más detenimiento.
–Hablando de pájaros. Es un apasionado del vino pero también de la caza.
–Pero no sólo de la caza, podría decirse que soy más ecologista que nadie. Me gusta crear cacerías, pero cuidándolas mucho. Pienso que estos molinos que se han puesto han cambiado la migración, sobre todo de la tórtola.
–En Ribera del Duero han construido una gran industria en torno al enoturismo. ¿Estamos a años luz de ellos?
–Cuando llegué allí había sólo uno o dos hoteles, hoy hay decenas maravillosos. También es verdad que han pasado 27 años, pero la gente está muy motivada y gana dinerito, que es lo importante también. Pienso que aquí también se podrán hacer.
–Claro, porque el interés por el vino aquí es grande. Por ejemplo, uno de los lugares más visitados de la provincia cada año son las Bodegas González Byass.
–Hombre, es que González tiene un centro histórico maravilloso. No sé cuantas hectáreas tienen pero es espectacular. Se ha hecho un trabajo espléndido para el disfrute y rendimiento de la empresa. Hay mucho más por hacer en todo el sector, pero nuestra campiña es absolutamente maravillosa, y hay que defenderla como sea, porque tiene una situación geográfica única, y no se pueden permitir ni parques fotovoltáicos llenos de espejo ni plantes eólicas ni nada, porque nos cargamos el futuro de nuestras generaciones. Puede ser más rentable una viña que ceder el terreno para un molino, lo que pasa es que estamos teniendo una visión cortoplacista. Cuando llegamos Peter y yo a Jerez estuvimos viendo una viña en Balbaína, que no voy a decir el nombre, pero tenía un molino al lado, encima, con una casa maravillosa, y vimos que el molino estaba ahí y dijimos: vámonos, y no la compramos. Las autoridades deberían proteger esto.
–Usted que es un hombre de negocios, dígame, para hacer dinero ¿hay que tener cabeza o instinto?
–Bueno, el instinto no te lo puedo definir y cabeza tampoco creo que tenga mucha, soy más del cinco y el seis que del notable. Lo que sí te puedo decir es que hay que hacer las cosas creyendo en ellas, y si tienes fe en lo que haces tirar para adelante. Que se llama instinto, vale, que es cabeza, no lo sé. Lo que siempre me ha gustado es hacer lo que creo que es lo mejor y lo que me gusta. Si no me gusta no soy capaz de defenderlo. Esa ha sido una máxima en mi vida.
–¿Imponiendo su criterio personal a los consejos de amigos, familiares, compañeros, jefes…?
–Siempre piensa uno que hace las cosas lo mejor posible, pero claro que te puedes equivocar.
–¿Y sus hijos le escuchan mucho cuando les aconseja desde la experiencia de sus años?
–Sí, sí, afortunadamente, hasta el momento sí. Creen en mí, nos respetamos... y nos queremos, jajaja.
–Jajaja… bueno, también aprenderá usted de ellos.
–Todos los días. Por eso digo que en los negocios, que estoy para cumplir los 66 años, no hubiese hecho esto sin mis hijos alrededor. Y no sólo eso, es que creo que los testigos de las cosas que hace uno en la vida hay que pasarlos corriendo, no sentado. Hay que ir cediéndolo pero sin dejar de moverse. Aunque sea a un ritmo más lento, a mí me divierte seguir en esta vida y ver cómo van las cosas, y asesorar.
–Pero si madura usted como un buen amontillado Carlos.
–Jajaja… bueno, no tanto, no tanto. Preferiría tener 50 años, para qué le voy a engañar.
–¿Dónde estudió?
–En los Marianistas y en El Pilar. Después me licencié en Económicas y Empresariales en la Universidad de Sevilla.
–¿Tan importante es el inglés para abrirse paso en el mundo empresarial?
–No es que sea importante, es que lo encuentro fundamental. El inglés es condición sine qua non, ya en mis tiempos era, pero ahora más. En mi casa aprendí el inglés al mismo tiempo que el español, con mi madre, y lo encuentro esencial. Enriquece, conversas con gente de otro lado a la que sin el idioma igual evitarías. No hablo sólo del negocio del vino, en la vida en general.
–¿La pandemia ha supuesto mayor demanda de vino?
–A nosotros particularmente nos ha aumentado, sí. Para los vinos de Ribera, Hacienda Monasterio y Montecastro, la demanda ha sido mucho mayor. Estos vinos, con cierto nivel de precios, se beben ahora más en casa, porque se sale menos a comer a los restaurantes, y se está dispuesto a gastar un poco más para disfrutar de un vino más caro. Las ventas han ido muy bien en Ribera. Y las pocas botellas que sacamos de Jerez se vendieron volando.
–¿Qué tal recibimiento le han dispensado en el Marco de Jerez a su Viña Corrales?
–Maravilloso. Con gran expectación y las botellas, que la primera saca en abril del 20 fue pequeña y este año hemos sacado en torno a siete u ocho mil, se han vendido todas muy bien. Se ha distribuido en España una pequeña parte y sobre todo por EEUU, Reino Unido, Dinamarca, Rusia…
–Todas las guías hablan fabulosamente del Viña Corrales.
–Es una alegría que nos lo hayan reconocido, ciertamente. Nos escriben y nos dicen que gusta, y eso es una satisfacción. Las puntuaciones de la Guía Parker también han sido muy buenas y la verdad es que como yo lo disfruto, y me encanta, pues no puedo decir otra cosa.
–Y el siguiente paso, Macharnudo.
–Así es, el Viña de la Cruz, si Dios quiere lo sacaremos el año que viene. Veremos la diferencia que hay entre el pago de Macharnudo y el de Balbaína. Porque nuestro proyecto también va un poco encaminado a demostrar que la viña es todo, el 80% de lo que es un vino. La viña en el norte es más, igual aquí algo menos, porque la crianza biológica siempre tiene su influencia. Pero nuestro proyecto es ese, la viña.
–Me ha dicho alguna vez que en esta vida todo le ha costado muchísimo menos una cosa…
–Jajaja…, sí, menos enamorar a mi mujer. Siempre hago esa broma, pero es verdad que de las cosas más fáciles que me han ocurrido es que mi mujer, que ha sido muy importante en mi vida, llevamos 39 años casados y 42 juntos, se enamorara de mí.
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