Beatriz Sanz, meteoróloga de la AEMET desplegada en un buque de la Armada: "Estar entre dos huracanes por el Atlántico fue el momento más crítico"

A bordo del buque 'Galicia' durante la misión 'Dédalo 25' se encuentran múltiples oficios de los que puede depender el éxito de una operación

Dentro del buque Galicia de la Armada: las últimas horas de despliegue del grupo Dédalo y una esperada llegada a casa

La meteoróloga Beatriz Sanz asesora en un buque de la Armada durante el despliegue 'Dédalo 25'

En una misión como la del grupo de combate expedicionario de la Armada, Dédalo, con milies de militares, se pueden encontrar múltiples funciones y oficios, todos con un papel fundamental, desde el cocinero hasta el jefe de planeamiento. Pero a ellos se suman además algunos civiles que también desempeñan una importante labor y de las que puede depender el éxito de una operación.

A bordo del buque Galicia, buque de mando de la tercera fase del despliegue Dédalo, que se ha desarrollado en EEUU, iba una meteoróloga de la Agencia Estatal de Meteorología, encargada de asesorar al Estado Mayor. Beatriz Sanz, jefa del Centro Español de Meteorología para la Defensa, perteneciente a la AMET para apoyar a todos los ejércitos, tenía el reto de que "tomaran la mejor decisión con tu mejor predicción". "Y a veces lo más dificil no es que yo sepa lo que va a ocurrir sino ser capaz de trasladárselo al almirante para que tome la decisión adecuada. Es un reto y es seguridad de la gente", contaba a Diario de Cádiz esta física apasionada de su trabajo y que lleva desde 2006 embarcando con la marina española.

"No es lo mismo lo que necesita un helicóptero que la tropa. Para cada una de las unidades se necesitan diferentes datos". "En el caso de de un desembarco -como el que los infantes de Marina del TEAR hicieron con los marines en Camp Lejune, en Carolina del Norte- es bastante apasionante, sobre todo si están en los limites de que una operación se desarrolle. No vale dar una generalidad sino exactamente lo que ellos necesitan para que salga una embarcación LCM y eso como meteoróloga me entusiasma", explicaba.

"Fue una experiencia terrible"

Sin duda para ella, cruzar el oceáno Atlántico en el buque, en una zona y un momento de huracanes como septiembre y octubre ha sido todo un reto."No hemos dejado de realizar nada, todo ha ido en extremis, pero navegar en medio de los dos huracanes fue el momento más crítico", asegura. Ya en el buque, la dotación comentaba como tras salir de Estados Unidos de vuelta a casa, y tras una ida mucho más tranquila, las olas llegaron a ser de cinco y seis metros, con una situación que se alargó durante varios días. "Fue una experiencia terrible, ver cómo se escoraba el barco a 40 grados. Los huracanes de repente giran, hay que vigilar todo el tiempo, y tenía que mirar a ver si estaba donde tenía que estar para encontrar la mejor posición", recuerda. "Pero está muy sentir en ti misma el miedo, para saber la importancia de acotar la previsión y esforzarte".

Con reuniones periódicas, con datos para ver si pueden salir las lanchas o volar los helicópteros, "a veces nos hemos encontrado con una borrasca enorme detrás de que nos perseguía, pero nunca nos alcanzaba". De hecho, aprovecha para destacar el buen funcionamiento del modelo europeo de predicción, " que se cumple bastante". "Nos hemos hecho una idea de cómo era cruzar el Atlántico para Cristóbal Colón, con días y días viendo sólo mar", decía entre risas.

Pero Sanz se queda también con la convivencia, con el apoyo vivo que significan estas experiencias y el "poder convivir y conocer gente muy diferente, con mucho artista y mucha gente de Cádiz y poder distrufar del compañerismo".

Del monasterio al campo de batalla

El pater del buque 'Galicia' durante el despliegue Dédalo 25.
El pater del buque 'Galicia' durante el despliegue Dédalo 25. / EFE

La meteoróloga ha hecho un grupo de canto con el padre Francisco Ivanco García, sacerdote del barco en el que la mayoría de la dotación es católica aunque también viajaban algunos musulmanes y evangélicos. Lleva nueve años en la Armada y como sacerdote en estos despliegues lo que hace principalmente es "ayudar a mantener la moral alta, porque si la dotación está bien, hará su trabajo mucho mejor".

Aparte de los rezos diarios al ocaso, del servicio de misas en la capilla del barco, le piden "mucho" confesarse, incluso a las tres de la mañana si el turno de guardia era lo que permitía en alguna ocasión. "Me gusta conocer sus preocupaciones, sus inquietudes y sus problemas, que lejos de casa se ven mucho mayores. Poder ayudarles es una satisfacción", dice mientras asegura que además de como padre espiritual ejerce un poco de "psicólogo, consejero y sobre todo de amigo" y en ocasiones de "enlace" con los mandos para solucionar algún problema.

Cuenta que sintió "la llamada" a los 8 años, y que pasó 17 años como monje en un monasterio benedictino, antes de lanzarse a ingresar en la Armada, una "inquietud" que tenía desde niño. "Dejé el claustro para entrar en el campo de batalla", bromea, mientras cuenta que ambos campos son muy similares "en cuanto a la vida disciplinaria, porque si los monjes cuidan mucho de la vida litúrgica, también los militares cuidan mucho de sus ceremonias".

De su trabajo le gusta "correr la misma suerte" que sus feligreses cuando hay mala o buena mar. "Poder experimentar esa adrenalina que te sube no es de una parroquia normal", confiesa.

La importancia de la Intendencia

También ha encontrado lo que buscaba en un barco de la Armada como el Galicia el oficial de Intendencia Íñigo Martínez, que, con el departamento, se encarga de que en estas largas travesías no falte de nada a pesar de las "cantidades inconmesurables" que se necesitan de cualquier cosa para atender a 700 personas. "La Intendencia es algo que está ahí pero cuando falla se nota mucho", apunta, resaltando el trabajo previo de planeamiento que se necesita. Él estudió Economía y cuenta que siempre sintió atracción por las Fuerzas Armadas: "no tengo familia militar, no se de dónde me viene. Será un apego a ciertos valores o cierto espíritu de ayudar a la gente o servir a algo más grande que a mí mismo", dice.

En la lavandería, donde cada día se usan sesenta kilos de detergente para lavar la ropa de 120 personas, el marinero Isaac Escudero también ponía en valor la importancia de su trabajo. "No paras, es un trabajo bastante valorado, la gente lo agradece mucho". Aquí se pueden poner más de 60 lavadoras al día y se gastan cuatro saco de detergente de 15 kilos diarios", dice. En la cocina tampoco se para el último día. "La verdad es que hay un equipo fantástico, ha sido un trabajo duro pero satisfactorio", apunta la cabo primero Vania Montesinos preparando la cena. "Lo que más exito tiene son los garbanzos con langostinos, las hamburguesas y el día mejicano", contaba elúltimo día de la travesía, unas horas antes de ya volver a casa, en la Base de Rota.

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