"Sería anormal que el pueblo de Gibraltar quisiera integrarse ahora en España"
Caruana dice que el Peñón ha sido "acribillado" durante 50 años por nuestro país y que ahora toca "mejorar la relación"
No es amigo de las entrevistas, y menos en los medios de comunicación españoles. Pero el pasado miércoles, el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, se trasladó a Cádiz, a "terreno hostil" como él afirma, para defender su apuesta por el diálogo con España y para explicar la idiosincrasia del gibraltareño. Sus pensamientos, comprensibles o no desde este lado de la Verja, fueron desgranados en una conferencia y, antes, en esta entrevista.
-¿Piensa usted, como yo, que cada vez se oye menos esa famosa frase de "Gibraltar, español"?
-Se sigue oyendo, aunque quizás con menos intensidad. Y es normal. Porque aunque haya una amplia mayoría de españoles que siga pensando que Gibraltar debería ser español, sin embargo, en esta etapa en la que vivimos, lo normal es que las nuevas generaciones piensen que debería prevalecer el sentido democrático. Si se oye menos esa frase quizás sea porque ahora estamos más en la idea de acercar posturas y mantener unas relaciones más normales y también porque cada vez hay más españoles que piensan "aunque queramos que Gibraltar sea español, tendrá que ser lo que quieran los gibraltareños".
-Si usted fuera español, ¿pelearía por la soberanía de Gibraltar?
-Puede que sí, aunque en ningún caso impondría esa mentalidad a la voluntad del pueblo gibraltareño, que es muy clara. Mire, a mí me gustaría hacer una encuesta a todos los españoles, con dos preguntas. La primera sería si piensan que Gibraltar debería ser español, y me imagino que la respuesta sería un 'sí' mayoritario y rotundo. Y después preguntaría si eso se podría imponer pese a la opinión contraria de los gibraltareños, en pleno siglo XXI y en una España democrática que va defendiendo los derechos humanos y predicando la tolerancia por todo el mundo. Y yo tengo la confianza en que la gran mayoría respondería 'no' a esta otra pregunta. Porque ese es el perfil del español democrático del siglo XXI.
-En las relaciones entre España y Gibraltar, echando la vista seis años atrás, se aprecian tres fases: el distanciamiento en la etapa del Gobierno del PP, la recuperación del diálogo tras la victoria de Zapatero y, desde hace algo más de un año, coincidiendo con la proliferación de accidentes marítimos y vertidos que han afectado al medio ambiente, más tensión y fricción. ¿Es esta visión acertada o errónea?
-Sí, esas tres fases han existido pero yo no las describiría así. El cambio de 2004 en el Gobierno español no ha supuesto ningún cambio en la llamada reclamación histórica de España frente al derecho de autodeterminación de Gibraltar. En ese choque ninguna de las partes ha variado su postura. Lo que sí hemos hecho, dejando a un lado ese contencioso, es crear un espacio de diálogo político entre las dos partes y el Reino Unido con dos objetivos: cerrar acuerdos que solucionaran problemas que arrastraban 30 ó 40 años y tratar de establecer un grado de normalidad, aunque siempre entendiendo que España es un país soberano e independiente y Gibraltar no lo es. No ha sido fácil, porque ha necesitado valentía política por las dos partes. Pero creo que ha sido un acierto, como demostraron los acuerdos de Córdoba...
-Ya, pero las relaciones se han estancado...
-Acepto la crítica de que la nueva fase que tenemos por delante está tardando más de lo que debiera. Pero no ha sido por una ruptura de las relaciones sino porque ha habido hechos que la han dificultado. La visita de la princesa Ana, lo del NewFlame, lo del Fedra... son temas que para nosotros son cosas normales pero que en España crispan el ambiente político. Y eso se ha notado en el Gobierno español. Además, los temas que tenemos que abordar ahora no son fáciles, son más esotéricos. En la fase anterior encontramos soluciones técnicas en lo de la frontera, el aeropuerto o las pensiones de los antiguos trabajadores españoles en Gibraltar. Pero ahora queda la cooperación en medio ambiente o en seguridad del tráfico marítimo y la cooperación policial, judicial, aduanera, etc. Hay que ver hasta dónde quieren llegar las partes. Espero que en julio podamos pactar ya esos parámetros de negociación.
-¿Veremos usted y yo el final del contencioso sobre la soberanía?
-Tenemos dos caminos por delante: o 300 años más de argumentos teóricos, filosóficos, políticos o jurídicos de ver quién puede más, lo cual dejará todo en el mismo sitio, o seguir por el camino que se ha emprendido con este Foro de Diálogo, que trata de establecer más confianza y menos hostilidad entre Gibraltar y España. Hoy por hoy creo que no existe solución aceptable al contencioso. Pero estamos obligados a poner las bases para que en el futuro alguna generación de gibraltareños y de españoles pueda encontrar esa solución mediante un cambio de criterio, de perspectiva o de ánimo. Y esa solución pasará por contar con la voluntad de los gibraltareños. Porque eso es democracia y porque el Reino Unido ni se sentará a hablar de soberanía sin el consentimiento previo del pueblo de Gibraltar.
-¿Y cuál es la mentalidad del gibraltareño? Porque ustedes no se sienten españoles y se sienten británicos cuando les interesa.
-No es una cuestión de mentalidad. Mire, sería anormal que un pueblo que lleva acribillado políticamente por su vecino durante los últimos 50 años, como le sucede a Gibraltar con España, quisiera integrarse ahora en él. Es de pura lógica. España no se ha comportado como debiera con Gibraltar para que nosotros cambiemos ahora de forma de pensar. El gibraltareño se siente primero gibraltareño y después británico. Porque las opciones que teníamos eran esa o pasar a la soberanía española. Y siempre se opta por lo que se conoce. Y el que piense que tenemos una relación colonial con el Reino Unido es que desconoce la Gibraltar moderna del siglo XXI, que, ahora sí, disfruta del grado más alto de autogobierno al que aspiraba. Nosotros consideramos Gibraltar nuestra patria natal y pensamos que ni somos patrimonio del Reino Unido para regalar, ni de España para exigir, y que nuestro futuro lo decidimos nosotros y solamente nosotros.
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