Rota-Chipiona

Coste: 1,31 euros; Número de viajeros: dos

Pedro Ingelmo

25 de octubre 2008 - 11:41

Lo de los dos viajeros es un decir. Viajo con una chica escuálida con un chándal naranja que me ha pedido 80 céntimos para el billete. Entre Renfe y yo hemos subvencionado la totalidad de este viaje. Hay un gran cartelón junto al conductor: “Prohibido comer y beber, excepto agua”. Me entretengo observando el brusco contraste entre unas pacas de paja cubiertas con plásticos negros y unos extranjeros con piernas rosaditas y gorras blancas probando su swing. De la no Costa Ballena a la inmensidad de Costa Ballena, un gigantesco complejo residencial que mantiene la lozanía de quien hubiera sido construida la última noche. Nada por aquí, nada por allá, aquí en medio, voilá, Costa Ballena. Decenas de edificaciones de todo tipo, incluidos hoteles, a lo largo de una enorme avenida muy rectita. Césped muy cuidado a un lado de la carretera y pastizales al otro. Luego, abruptamente, se acaba. Unos cuantos invernaderos de flores, un rato de ciudad fantasma con negocios durmientes, apartamentos durmientes y solares durmientes que resucitan en verano con el beso del príncipe del estío que llegó de tierras del norte (sevillanos, vaya) y nos adentramos en la Chipiona de verdad, la de todo el año.

Guaaau. La estación de autobuses de Chipiona es increíble, es un parque temático. Tiene billar, futbolín, internet, chuches, un montón de andenes y un cuco bar con montaditos de bacon y filetito de lomo a 2,50. Nada que ver con la de Rota, no señor. Como los de Rota no vienen aquí no saben que alguien les tiene engañados con su estación. A los de El Puerto, con su marquesina, ni te cuento. Aquí me voy a encontrar con José Alberto, un peruano de unos treinta y tantos años que proviene de una ciudad turística llena de sol a hora y media en avión de Lima. Lleva siete años en España. Hacemos el viaje juntos a Sanlúcar.

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