Querida Betsabé
Galería del crimen
En abril de 2007 aparece el cuerpo de una mujer, cuya desaparición había sido denunciada seis meses antes, dentro de una maleta l Pocos días después, su marido, principal sospechoso, se suicida
DECÍA el psiquiatra Carlos Castilla del Pino: "El celoso está bloqueado para amar porque en el momento en que ama o desea a un objeto ya está sospechando de él y entonces ya no puede amarlo". Podríamos ir más lejos. Podríamos decir que el celoso odia el objeto en el mismo momento que empieza a amarlo y empieza a amarlo/odiarlo en el momento en el que aparecen los celos. En definitiva, los celos están en el principio y el fin de ese sentimiento, sea cual sea, o sean los celos ese sentimiento mismo. Los celos crean un laberinto interno con el mismo funcionamiento de un veneno que se extiende por todos los órganos hasta nublar la razón, hasta sobrevenir la ceguera. Hasta llegar al impulso criminal. En su película El infierno Claude Chabrol cuenta con cruel precisión ese descenso. Quizá nadie se ha introducido en ese caldero como lo ha hecho Chabrol. El celoso puede llegar a ser asesino, pero también es víctima de esa quemadura que penetra a fuego lento.
El cuerpo que se balancea, colgado de su propia correa en una celda de los calabozos de El Puerto, es el de Juanmi, 25 años, abrasado por los celos y su conciencia. La mujer que duerme la muerte desde hace seis meses en posición fetal, dentro de una maleta enterrada en las orillas de la autopista, es el de Betsabé, 21 años, venezolana, "una sonrisa andante" rota a golpes en un piso del barrio de La Laguna de Cádiz. Hay una foto en la que aparecen Betsabé, Juanmi y unos amigos viendo un partido de fútbol en casa. Es una estampa doméstica: frutos secos en la mesa y sonrisas a la cámara en una vivienda amueblada con la austeridad de un matrimonio joven pero con un gran televisor que se apropia del salón. Todo funcionaba bien y, de repente, el miedo cruzó la mirada de Betsabé. Había entrado en casa un tercer habitante. Iba a acabar con ella. Estaba dentro de Juanmi y ya no iba a salir de él.
En octubre de 2006 ya no llamó más a su mamá Elisabeth, que vivía en Maracaibo. Había desaparecido. Juanmi denuncia que su mujer ya no está y a los cuatro días retira la denuncia. Ha abandonado el hogar. Afirma que se ha ido con otro hombre a Sevilla. Dice que la ha visto, que es muy duro, pero que lo superará.
¿Cómo empezó todo? Con un click, como tantos otros. Un encuentro fortuito en la red y un amor telemático, el más formidable negocio del ciberespacio. Cientos de páginas que han sustituido los tradicionales contactos, cientos de páginas que reducen distancias transoceánicas. Betsabé cayó en una de esas páginas y allí se reveló su príncipe azul, un gaditano de lindas palabras. Por él, la brillante y dulce Betsabé lo dejaría todo, su prometedora carrera de ingeniería, a su mamá e incluso a lo que más quería, su hermana pequeña deficiente. Juanmi era su hombre y una mujer tiene que estar donde está su hombre.
Pero Juanmi en Cádiz era otro. A primera vista podía parecer hosco, aunque sus compañeros de trabajo en una planta de reciclaje cerca de El Portal lo achacaban a su timidez. Por lo demás, era cumplidor en su horario laboral y nada habría que reseñar de una vida social como tantas otras y una biografía sin mayores aristas que no fueran más allá de algunos pequeños enfrentamientos familiares.
Elisabeth no detectó nada de eso en los viajes que él hizo a Venezuela, ni posteriormente su hija le comentó nada cuando vino a vivir a Cádiz. Lo descubrió por ella misma cuando visitó a la joven pareja, cuando acompañó a su hija al psicólogo para que detuviera sus episodios alternos de anorexia y bulimia, cuando ella le confesó que Juanmi se había transformado, que la demandaba sexualmente lo que ella no podía dar, cuando confesó que él la acusaba de ir provocando por la calle.
Todo sale a la luz en el cruce de correos que se produce entre la familia de Betsabé y Juanmi tras la desaparición de ella, cuando él sabe dónde está ella, en una maleta, y su madre sospecha. Sospecha todo. Era improbable que su hija se hubiera ido con otro hombre, pero era imposible que no se hubiera puesto en contacto con ella. Juanmi, que cada día pasa, camino de su trabajo, al lado del cuerpo de la que fue su amada, sabe que en Maracaibo no le creen. Sólo tiene una explicación, que alguien la ha retenido contra su voluntad. Quiere parecer sincero, pero su suegra se entrega al consuelo del reproche.
Juanmi: La echo muchísimo de menos. Ella es una niña indefensa, no sé lo que ese hombre puede haberle ofrecido.
Elisabeth: Aunque ella era mayor de edad cuando se fue contigo, tienes que aceptar que antes ella llevaba una vida normal de universitaria. Yo sé que tu la la internaste en un desenfreno sexual que luego no pudiste controlar. Fuiste tú quien descalabró la vida de mi hija.
Juanmi: Si yo no hubiera aparecido en su vida, no sé lo que hubiera pasado, pero no puedes culparme de todo lo malo de la vida de Betsa. Era una persona muy enamoradiza y en Venezuela se metió en algún problema grande. Aquí volvieron los juegos con los chicos. Me da pánico pensar que le haya podido pasar algo malo.
Elisabeth: Ya que invertiste tanto tiempo y dinero para llevártela, deberías hacer lo mismo para encontrarla.
Juanmi: Te digo una vez más que tus comentarios sobran. Si los piensas, no me los digas. Si quieres hacerme sentir mal, lo haces muy bien. Betsa vino porque nos queríamos, porque yo creía en ella, ella en mí y tú en los dos.
Aquí acabaría la comunicación por correo. Posteriormente, Juanmi retiraría la denuncia por desaparición, rompería amarras.
Seis meses después un hombre recoge rastrojos junto a la autopista y ve asomar una gran maleta que ha sido desenterrada tras las lluvias torrenciales. Dentro, un cuerpo magullado relativamente bien conservado, apretujado en su interior. Para sorpresa de Juanmi, Betsabé acaba de aparecer. Y con ella, todos sus demonios.
(La reconstrucción del 'caso de la mujer de la maleta' se ha hecho siguiendo las excelentes informaciones publicadas por José Antonio López en Diario de Cádiz entre octubre de 2006 y mayo de 2007).
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