Estafa a los inmigrantes

"Mónica tuvo que sospechar"

  • Víctimas de la estafa de Eurowork cuentan cómo fueron timados. Señalan a la ex concejal de Podemos, Mónica González, como la encargada de ofrecerles garantías.

"¿Cómo? ¿Concejal de Podemos? ¿Y cómo se le ocurre con la que tenía a las espaldas...?" Es Eduardo -prefiere que no se publique el apellido-, ecuatoriano, en España desde hace ya casi quince años, residente en Madrid, uno de los miles de emigrantes latinoamericanos que ingresaron medio millar de euros en el banco para traerse un familiar que nunca vino, uno más de los estafados por la empresa creada por un tal Luis Batlle, detenido en Tailandia hace unos meses cuando su timo estaba al borde de la prescripción. Un timo que ha salpicado a Mónica González, hasta hace unos días concejal de Hacienda en Puerto Real, que hace diez años trabajaba para Batlle, su primer trabajo, una pesadilla.

Eduardo muestra sorpresa por recibir una llamada desde Cádiz. "¿Tan lejos ha llegado?" No está al tanto de lo que ha sucedido con Mónica González y tampoco muy al tanto de cómo va el caso. Sucedió hace mucho y hace mucho que dio por perdidos sus 480 euros. "¿Y qué dice ella?", pregunta con curiosidad. "Que es una víctima más del caso". "Ya, claro". Eduardo recuerda a Mónica de las veces que fue a la oficina, "que creo que primero estaba en la calle Alcalá y luego en Gran Vía. Mónica era como la jefecilla de las que estaban allí porque al otro, al estafador, yo nunca le vi. Estaban bien instruidos. Es posible que hablara con ella. Creo que me dijo que trajera los documentos y algo de dinero para ingresarlo en el banco. Quién iba a pensar que nos chuparían el dinero. Hay que recordar que por entonces había mucho trabajo". Reconoce que "fastidió, pero no me dejó en la ruina". Lo que sucede es que si Eurowork no hubiera sido un timo la vida de su hermano hubiera sido distinta. Eduardo pagó a Eurowork esa cantidad para traerse a su hermano desde Ecuador. "Por entonces, las cosas estaban muy mal en mi país. Ahora ya no, ahora son muchos los españoles que se están yendo allí, en vez de nosotros aquí. Fue un gran disgusto porque la gente estaba entusiasmada. Era la posibilidad de reunirnos toda la familia en un país próspero donde había trabajo para todo el mundo, estábamos en plena burbuja. A mi hermano le dijeron que podría trabajar en la construcción o de chófer. A mí no me quitaron mucho, pero otros pagaron por traerse a varios familiares y algunos amigos me pidieron dinero para traer a los suyos, pero yo les decía espera que venga mi hermano, que todo esto me parece demasiado bonito. Ellos tenían otra oficina en Ecuador, en Cuenca. Mi hermano iba de camino allí para arreglar los papeles del otro lado, o eso le dijeron. No recuerdo si allí también tenía que abonar algo. En ésas estábamos cuando todo estalló y se descubrió el pastel. Tuve que decirle a mi hermano vuélvete a Quito, todo era mentira".

El peruano Artemio Saucedo, que lleva ya casi veinte años en España, sí tiene un recuerdo más nítido de Mónica González porque fue la primera que le atendió cuando acudió a las oficinas de la calle Alcalá. "Era muy convincente. Actuaba, como diríamos, como una comercial. Hablaba con solturas de todos los papeles que había que arreglar, que nosotros pagábamos los 468 euros y el resto lo pagaba ya mi sobrino cuando cobrara los primeros sueldos trabajando en Valencia, en la construcción. Nos decía que el Ministerio de Trabajo aprobaba las solicitudes por paquetes y que entonces lo estaban haciendo muy rápido, que los trámites no tardaban más de dos o tres meses. Pero pasaban los meses y no ocurría nada. Lo que pasa es que yo iba a preguntar y ya me atendían otras personas. Pero es imposible que no sospechara nada, no podía tener una venda en los ojos. Yo no digo que ella se quedara con el dinero, pero era imposible que no se diera cuenta de que muchísimas personas pagábamos para traernos a nuestros familiares y nuestros familiares no venían. ¿Cómo puede explicar eso?"

Asegura Artemio que sí que llegaron algunos inmigrantes, "pero yo creo que los tenían allí como reclamo. No sé cuántos fueron, pero no creo que fueran muchos. Otro día que fuimos a preguntar cómo iban las cosas nos dijeron que se trasladarían en breve a otra oficina, en la zona de la calle General Ricardos. Fuimos poco después a la sede que nos dijeron y allí ya no había ninguna oficina, era un bloque de viviendas. Se habían esfumado".

Victoria Guayanal, ecuatoriana, ahora con un hijo de cinco años y trabajadora a tiempo parcial en unos grandes almacenes de Madrid, estuvo año y medio reclamando que le devolvieran los casi 1.500 euros que pagó para traerse a su tío y dos sobrinos. "Nos dijeron que iban a trabajar remendando zapatos, que era un trabajo que aquí en España no se necesitaba, pero nos lo creímos porque todo estaba muy bien montado. Tenían cómplcies allí, en Ecuador, que hacían el trabajo de captación. Montaban reuniones y hablaban de que tendrían trabajo en España. Luego nos dijeron que no iban a trabajar con los zapatos, sino que iban a trabajar recogiendo fruta. Nada. Y la mayoría de las veces nos atendió Mónica. Mónica actuaba como si fuera la dueña de la empresa. No puede decir que era una víctima cuando era la que se encargaba de darnos largas. Cuando la cosa iba a más, pedimos nuestro dinero y fue ella la que me dijo a mí que no. Abusaron de nuestra confianza y se burlaron de la gente que no tenía. Ahora mi tío y mis sobrinos trabajan allí, la situación mejoró. Pero fue una gran desilusión".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios