Jale y el agujero negro
Enfoque de Domingo · Los restos del estallido de la burbuja
El grupo inmobiliario portuense que llegó a contar con doce hoteles y mil empleados cumple una década en un concurso de acreedores que desmanteló la empresa
En el otoño de 2007 el fundador del grupo Jale en los 80, José Antonio López Esteras, afirmaba en una entrevista que su grupo se encontraba en un periodo de expansión. Tenía proyectos, como el de crear 300 alojamientos hoteleros en las cuevas de Guadix o una playa artificial en Extremadura. Acababa de recibir la valoración realizada por Jans Long Lasalle de su cartera inmobiliaria: 920 millones de euros. Los criterios de valoración de entonces a la vista de hoy podrían considerarse de otra galaxia. Habría que saber, por ejemplo, en cuánto se tasarían hoy esos suelos residenciales y rústicos que se cifraron en 214 millones. El pasivo contable era de 284 millones. En cualquier caso, a ojos de 2007, en el año del pre estallido de la burbuja, se podía hablar de una empresa con sus problemas pero no en riesgo de implosión.
Sólo unos meses después, en marzo de 2008, Jale entró por su propio pie, voluntariamente, en un agujero negro del que, diez años despúes, aún no ha salido. Sigue en concurso de acreedores, pero lo que salga de esa picadora en nada recordará al Grupo con lujosos hoteles, ni nadie recordará los puestos de trabajo perdidos. Es posible que Jale, tarde o temprano, hubiera acabado mal, pero algo que no es posible, sino que es seguro, es que con la fórmula del concurso de acreedores se ha convertido al Grupo Jale en un vegetal empresarial.
Todo empezó, si se hace caso a la versión del propietario, que hoy se confiesa arruinado y que vive solo en un caserón al que se le pueden adivinar tiempos de esplendor, por un pagaré de 24 millones de euros. López Esteras se asocia en 2005 con Caixa Cataluña para comprar unos terrenos que adquiere a través de su inmobiliaria Amuerga en la Finca Las Marías, en Torrelodones, y paga con la letra de su socio a Cajamadrid, que es quien media la operación. Obsérvense los actores en ese febrero de 2008 porque todos ellos llenarán titulares cuasi necrológicos en los siguientes meses. Caixa Cataluña es una de las primeras cajas en las que el tejido necrosado de nuestro sistema financiero da la cara. De hecho, se devuelve la letra del pagaré. En ese momento Jale tiene activos, pero no liquidez, y ofrece a Cajamadrid que se quede con los terrenos. Cajamadrid, como se verá después, está atragantada de suelo. Dice que no. López Esteras pide consejo al bufete Garrigues y éste le habla de que la reciente ley concursal puede ser la solución. La idea, en palabras de López Esteras, era ganar tiempo y negociar mientras se decretaba el concurso. Unos dos meses, le dijeron. Para su sorpresa, según se presenta la documentación, en ocho horas, el consurso es decretado. López Esteras le ha dado muchas vueltas a por qué esa velocidad e incluso se llevó el caso a la Justicia. La Fiscalía ni lo admitió a trámite. La jueza de lo mercantil actuó correctamente, eso sí, rápido, lo que es tan extraño en nuestro sistema judicial.
La ley concursal sobre el papel parece un método inteligente de resolución de conflictos. La empresa pone en manos de un juez su deuda para que sea gestionada por unos administradores que ejecutan un convenio que tienen que aceptar los acreedores, habitualmente con una quita de la deuda. Se salda la deuda y la empresa vuielve a su actividad normal. Esto es sobre el papel. Pero la ley concursal no podía contar con la avalancha que se nos venía encima en el otoño negro de 2008. Las quiebras se sucedieron en cascada, todo se desbordó. Y los concursos fracasaron con aplastantes porcentajes de empresas liquidadas. En esa maraña quedó atrapada Jale. Ya no podría salir.
En diez años Jale ha tenido ocho administradores concursales. Los tres primeros fueron apartados del caso en el verano de 2011 después de haberse asignado "una cantidad en concepto de retribución provisional superior a la autorizada sin permiso de la juez". El montante de lo que cobraron sin permiso fue superior a los dos millones de euros. Esto lo hacían mientras los trabajadores del Grupo cobraban a duras penas y los hoteles del grupo caían en picado en facturación. El tiempo perdido acabaría por ser definitivo. Hasta tres convenios de ascuerdo quiso sacar adelante López Esteras. Ninguno convenció a los administradores, incluido uno copiado de otra inmobiliaria despeñada, Fadesa. El último intento tuvo algo de rocambolesco. Acuciado por el tiempo, López Esteras está a punto de perder sus facultades patrimoniales por no haber presentado propuestas de convenio, algo que López Esteras sí ha hecho, sólo que no se han aceptado sin consultar siquiera a los acreedores. Entonces es cuando entra un nuevo personaje en el escenario. Se trata de Urbas Guadahermosa, una sociedad que cotiza en Bolsa, dispuesta a quedarse con el 50% de Inverluna, la matriz del Grupo. Parece que, al fin ha llegado la solución, el dinero. Pero no es cierto, no hay dinero, sólo papel. Lo que planea Urbas es sacar una emisión de 278 milliones de acciones a diez céntimos cada una paraconseguir 27,8 millones para la operación. Es, por tanto, mera especulación. Urbas quiere tomar el control sin poner un céntimo físico.
Con los acreedores sin cobrar, los administradores cesados y el humo de Urba Guadahermosa, la administración concursal recae en abogados de Price Waterhouse y Ernst Young. Estos abogados examinan la documentación y comunican a López Esteras que el valor del Grupo Jale, a esa fecha, tres años después de haber entrado en concurso de acreedores, es cero. Nada. López Esteras se revolvió contra esa valoración,s eguía esgrimiendo el estudio de Jones Lang Lasalle de los 920 millones. Quería saber dónde estaban. También denunció a estos administradores. Ni Price ni Ernst & Young, decía, podían administrar una empresa que tenía entre sus acreedores a bancos, como el Popular, que eran clientes de estas dos multinacionales.
Ese año, 2011, el derrumbe de Jale va a encontrar su simbolismo. Las Beatillas, un cortijo situado en la Sierra de San Cristóbal, cierra sus puertas. Con Las Beatillas, Grupo Jale se va poco a poco liquidando, los hoteles van cambiando de manos, los acreedores, a gotados de un pleito sin fin, empiezan a darse por vencidos, los trabajadores, que llevan meses sin cobrar, pierden sus empleos, los bancos van cogiendo de donde pueden, de los restos del naufragio del gran grupo turístico andaluz, los juzgados tramitan decenas y decenas de denuncias, el expediente de Jale sigue creciendo. Es el gran monstruo para el único juzgadod e lo mercantil de Cádiz, durante años colapsado por las incesantes crisis de una provincia en quiebra... Los últimos siete años son una muerte lenta para la empresa que José Antonio López Esteras había creado en los años 80. La obra de su vida se ha esfumado. Un listado de Hacienda incluye a las empresas del Grupo Jale entre las morosas que deben más de un millón de euros al Estado. López Esteras escribe al ministro Cristóbal Montoro, al que en los buenos tiempos había invitado al hotel Monasterio para dar conferencias, y le explica que no entiende cómoe s posible que los administradores concursales no hayan abonado los correspondientes impuestos. "Los administradores le han entregado los activos a otros acreedores con menos privilegio que la Hacienda Pública", le escribía. La carta tiene el sello del registro. Es difícil saber si Montoro la leyó alguna vez.
El último administrador designado para el concurso ha sido Pedro Manuel Martín Molina, con el que este medio intentó ponerse en contacto sin éxito. Figura en el ranking nacional de administradores concursales en el cuarto puesto. En la actualidad llevaría más de 40 concursos, según la página de administración concursal Gioconda. Jale es sólo uno más de ellos. Como tantos, también fue denunciado por López Esteras, que le acusaba de dejación de funciones. El juzgado archivó el caso. Otra vez perdió. Es difícil ganar casos con abogados de oficio. Mientras, la última noticia sobre Las Beatillas fue inquietante. Un hombre apareció muerto. Le habían disparado con una escopeta. Porque hoy Las Beatillas, con toda su carga simbólica, es, de noche, un escenario terrorífico.
Lo que fue de los hoteles Jale
Monasterio San Miguel. En abril de 2012 la plantilla del hotel Monasterio se atrincheró en este antiguo convento, joya fundacional del Grupo Jale. El hotel pasaba a manos de uno de los acreedores, el BBVA, y como primera medida se cerraban sus puertas. La orden del juzgado se debió a que Grupo Jale, que por entonces ya llevaba cuatro años en concurso de acreedores, no pagaba a su casero, BBVA Renting. A los pocos meses, BBVA Renting, nuevo propietario del edificio, logró su reapertura tras un acuerdo para su gestión con la operadora madrileña Hadentrure 2000. En el otoño de 2016, el BBVAse deshizo de este activo vendiéndolo a la potente cadena Hotusa, que cedió su gestión a Melina Hoteles.
Incosol. Este hotel de Marbella, pionero en España del turismo de salud, fue la última gran adquisición de Jale. López Esteras adquirió este símbolo de la jet, donde se alojaron Rainiero y Grace Kelly, poco antes de entrar en barena. Hay quien dice que Incosol fue la perdición de López Esteras. El cierre de sus puertas cayó como una bomba en la Costa del Sol. López Esteras suplicó a los administradores que no se cerrara, pero la decisión llegó a las puertas de la Semana Santa de 2012 con una deuda de 64 millones. Tres años tardó la administración concursal en venderlo, cuando Sareb y Banco Sabadell aceptarón una quita de 30 millones. La operación se cerró en diciembre 2016 al traspasar la propiedad a HI Partners, filial del Sabadell, por 20 millones.
Las Beatillas. Las Beatillas tiene poca historia. Cerró en el año 2011 y ya no volvió a abrir nunca. Era un antiguo cortijo en ruinas en la sierra de San Cristóbal, entre el Puerto y Jerez, para el que López Esteras había pensado un campo de golf, pese a que los terrenos en el PGOU del año 91 figuraban como destinados para la construcción de 300 viviendas. El proyecto viró a un complejo hotelero con grandes salones para la celbración de eventos. Sobre él llego a pesar una orden de demolición que incluso se hizo ejecutiva en 2006. Curiosamente, el Supremo confirmó su demolición el mismo año que cerró, ya en pleno concurso de acreedores. Pero ninguna piqueta lo ha demolido. Ha sido el tiempo y el abandono el que lo ha hecho. .
3Duques de Medinaceli. El que es el único hotel de cinco estrellas con el que cuenta El Puerto cerró sus puertas en marzo de 2012 después de que los 22 trabajadores estuvieran siete meses sin cobrar sus nóminas. En 2002 López Esteras había comprado la Quinta de Terry para la construcción de este hotel de lujo. De nuevo, como en el caso del Monasterio, López Esteras daba vida a un edificio abandonado. El hotel languideció durante cuatro años hasta su reapertura en el verano de 2016. Fue adquirida a uno de los bancos acreedores de Jale, el Banco Popular, por una sociedad ajena al sector, Acerca Spain S.L., radicada en Sevilla, que cedió la gestión a profesionales del sector. Su plantilla actual es de 25 trabajadores.
Gran Hotel Colón. La presencia del Grupo Jale en Costa Ballena corrió la misma suerte que el resto de los hoteles de López Esteras. En el año 2012 vio cómo se cerraban sus puertas justo antes de iniciarse la temporada alta. Quedaban en la calle 67 trabajadores. El establecimiento había sido adquirido en 2005 por Grupò Jale a un precio de 25 millones de euros y una década después se le podía hallar en el portal de venta de inmuebles de Solvia, al inmobiliaria creada para la desinversión de activos por el Banco Sabadell. En diciembre de 2016 fue adquirida por la firma Barei Inversiones, que tuvo que gastar cerca de dos millones de euros en volver a adecentar sus intalaciones. Volvió a abrir al público en julio de 2017 con la gestión de Alegría Hoteles.
Hoppergarten. Situado en las afueras de Berlín y con 161 habitaciones, es uno de los casos más curiosos dentro del más veterano de los concursos de acreedores vivos en la provincia. En septiembre de 2015 la Fiscalía abrió diligencias contra José Antonio López Esteras al sospechar que pudiera haber cometido un presunto delito de alzamiento de bienes cuando adquirió a través de sociedades impuestas este hotel en el año 2007. La Fiscalía pensaba que la operación había sido posible gracias a cinco millones transferidos desde las tres principales sociedades del Grupo Jale a una sociedad mixta alemano-española. En 2011 una mercantil gibraltareña habría adquirido todas las participaciones que Jale tenía en el hotel de Berlín.
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