Medio Ambiente

Infoca: Los enemigos del fuego

  • Diario de Cádiz acompaña a una brigada de la Junta en un simulacro de incendio en la Sierra

  • En 2018 ya se han producido 36 incendios en la provincia y se han quemado 22 hectáreas

Un momento de la práctica del pasado jueves.

Un momento de la práctica del pasado jueves. / Julio González (Grazalema)

Los montes de Cádiz tienen cicatrices. Las heridas en sus cuerpos verdes son visibles a simple vista, como doloroso recordatorio del efecto del hombre, el más dañino de los seres que los habitan. Porque ni los jabalíes ni los corzos, ni las aves rapaces ni la más pequeña de sus criaturas es capaz de provocar un fuego. El hombre sí. Es cierto que también factores mediambientales pueden generar un gran incendio, pero, estadísticamente, sólo el 1% de estos desastres naturales son causados por la caída de un rayo. El resto necesitan obligatoriamente la intervención humana, ya sea por un descuido, un accidente, o, más grave aún, de manera intencionada. De hecho, en 2018 el 68% de los fuegos declarados en los montes gaditanos fueron provocados.

En lo que va de año, en la provincia de Cádiz se han producido 36 incendios, cuando la media son 12, y se han quemado 22 hectáreas a estas alturas, en la que lo habitual son 14. El dato es preocupante. Máxime cuando todavía queda todo el verano por delante y las escasas precipitaciones que han caído este año en Cádiz han provocado que lo que los expertos denominan estrés hídrico haga que la vegetación esté más dispuesta a arder. “Aunque no arde si no se la prende”. Quien así habla es todo un experto en combatir incendios forestales, y no sólo en la provincia de Cádiz. Porque José Antonio González es director del Centro Operativo de Incendios Forestales de Cádiz y lleva más de tres décadas peleando con las llamas.

La provincia cuenta con tres Centros de Defensa Forestal, situados estratégicamente en Algodonales, Alcalá de los Gazules y Los Barrios. Cada uno cuenta con una dotación de alrededor de un centenar de personas, con un aula de formación, preparador físico, vehículos, equipos... Trabajan duro a lo largo de todo el año, ya que durante la época invernal se dedican a preparar el monte de cara a los meses más cálidos. Además ofrecen cursos de formación, prevención social y concienciación del riesgo, desde a escolares hasta a urbanizaciones. También realizan tratamiento cervícola en el monte, con la idea de dotarlo de un paisaje de mosaico que haga más complicado ser pasto de las llamas. “Hay que tener en cuenta que el 70% del monte está en manos privadas. Nuestra idea es hacer el monte resistente al fuego, porque un cortafuego en sí no para un fuego, debe existir una estructura de defensa adecuada”, dice José Antonio. Junto a él Fran Cabezas, que manda el grupo llegado desde Algodonales.

El 68% de los incendios forestales del pasado año en Cádiz fueron provocados

Cada semana, estas brigadas del Infoca realizan prácticas en la que engrasan toda la maquinaria, no solo los medios humanos sino los camiones autobomba o los tres helicópteros, dos de la Junta de Andalucía y uno del Gobierno central, que apoyan a estos héroes. En el último de estos ejercicios de puesta a punto donde se simula el ataque a un incendio forestal, Diario de Cádiz acompañó el pasado jueves a la brigada y comprobó cómo se extingue por la cola, con una maniobra envolvente, a un fuego que con viento y en el monte puede convertirse en un monstruo en poco tiempo, en muy poco tiempo.

El ejercicio tiene lugar en un monte cercano a Grazalema llamado Higuerón de Gaduares, en pleno Parque Natural, entre encinas y alcornoques. Quedamos con José Antonio González, con José Luis Vila, técnico responsable de la Agencia de Medio Ambiente y Agua del Infoca y con Francisco Jarillo, coordinador adjunto de la Unidad Biogeográfica de la Sierra de Cádiz, en Algodonales. Allí, inevitablemente, hablamos de los peligros de un incendio y sale a la palestra la mayor tragedia vivida en estos montes. Porque un 8 de septiembre de 1992 cinco compañeros del Infoca perdieron la vida en una vaguada de Grazalema que se convirtió en una olla a presión a causa de las altas temperaturas provocadas por un incendio y acabó estallando. Esa cicatriz no es visible a los ojos como las de los montes pero se percibe en cuanto se escarba en el alma.

Desde entonces hasta ahora las cosas han cambiado. Incluso en las cifras. Por ejemplo, en la década de los 80 ardieron 37.000 hectáreas en la provincia de Cádiz. En la década actual se han quemado 3.000. “Ahora hay más cultura, se ha regulado el uso del fuego, hay zonas concretas donde no se puede hacer fuego sin autorización, hay más vigilancia y está más perseguido. El número de incendios en los 80 fue de 1.200, y en la actual de 700. Si te fijas la diferencia no es tanta como en la cantidad de hectáreas quemadas”.

Tan importante como la prevención o la actuación es la tarea que realiza la Brigada de Investigación de Incendios, que estudia las causas y la motivación de cada fuego para hacer prevención el año siguiente. “La labor de este equipo nos permite crear una estrategia para el futuro. Cada vez más existen planes de autoprotección en urbanizaciones. Por el CDF de Algodonales, por ejemplo, pasan al año 2.500 escolares que aprenden cómo comportarse en el monte para prevenir incendios”.

Los miembros que participaron en el simulacro del jueves. Los miembros que participaron en el simulacro del jueves.

Los miembros que participaron en el simulacro del jueves. / Julio González

González comenta que “la comunidad científica está viendo la importancia de la gestión del territorio, de recuperar los usos tradicionales, que es otra buena medida preventiva”. La provincia cuenta con 350.000 hectáreas forestales, y las brigadas del Infoca actúan en unas mil actualmente. Los héroes de los montes gaditanos son de los mejores del país. De hecho, han sido reconocidos por su vocación y su profesionalidad. Han ido a incendios fuera de Cádiz, apoyado los de Galicia y González ha dado charlas hasta en Chile para explicar la organización del Infoca.

Por su parte José Luis Vila lleva en Cádiz 20 años, aunque nació en Galicia. Llegó destinado a la provincia tras unos devastadores incendios en Cataluña que calcinaron decenas de hectáreas. Mientras hablamos vaticina que el declarado el miércoles en Tarragona “va a dar mucha guerra”.

Ya montados en un todoterreno camino de Grazalema, José Antonio nos deja claro que “este es un trabajo duro y en el que si no tienes vocación no puedes estar”. No nos cabe la menor duda cuando José Luis cuenta que a veces hay incendios en bosques de pinos que alcanzan los 1.000 grados centígrados de temperatura. “Avanzar hacia un fuego así es como toparse con una puerta en la que el calor te impide avanzar”.

Atacando con agua uno de los flancos. Atacando con agua uno de los flancos.

Atacando con agua uno de los flancos. / Julio González

La carretera que nos lleva hasta Grazalema serpentea por el Parque Natural. Vemos a los alcornoques ya descorchados, con un precioso color rojizo. Nuestros anfitriones nos explican que en un incendio en el monte “no hay que correr, hay que andar deprisa”, aconsejan. “La diferencia entre la vida y la muerte puede estar en mantener la calma. A veces se han producido desgracias porque ha habido quien ha salido corriendo en vez de quedarse junto a los vehículos que cuentan con medidas de autoprotección”.

Tras llegar al lugar de la práctica la mitad del equipo ya está listo, con sus equipos y las herramientas: desbrozadoras, motosierras, azadas… “Atacamos al fuego por los dos flancos, desde la cola, para rodearlo y llegar a la cabeza. Cuando tenemos el incendio rodeado por el terreno despejado de vegetación decimos que está controlado”. En ocasiones tienen que actuar los llamados quemadores, que van prendiendo de manera controlada monte bajo y matorral para evitar que los grandes fuegos puedan seguir avanzando.En caso de que el incendio se descontrole y adquiera grandes dimensiones la organización del Infoca se divide en tres secciones: planificación, operaciones y logística. Cada una cuenta con su jefe y todas están a las órdenes de un director técnico de extinción que es funcionario de la administración para tener carácter de autoridad.

Pero el ataque al fuego no sólo viene por tierra. En el Higuerón de Gaduares también aparece un helicóptero provisto de una bambi bucket que contiene 1.000 litros de agua. Una vez que los dos grupos que han abierto sendas líneas rodeando el incendio por sus flancos, el helicóptero, que previamente deja a la mitad de la brigada en tierra y vuelve al pantano de Zahara para coger agua, regresa haciendo sonar su sirena. “Es la señal para que los miembros del equipo se aparten”, dice José Antonio. La caída de mil litros de agua sobre una persona la puede matar. El piloto realiza la descarga y vuelve a coger agua. En la práctica a la que asistimos lo hizo un par de veces, aunque en un fuego real lo repetirá las que sea necesario. Hay bambis con mayor capacidad.

En los camiones autobomba hay unos 4.000 litros de agua, que pueden ser hasta 12.000 en los conocidos como vehículos nodrizas, aunque en la Sierra no se cuenta con ninguno de estos.

Una vez que la línea de control está lista asistimos a la llamada maniobra de autoprotección. González nos lo explica. “En el supuesto de que nos veamos atrapados por el fuego, los componentes del equipo se protegerían detrás del camión, que lleva arriba unas mangueras que empiezan a bombear agua. Se colocan unos surtidores en las esquinas y entre todos estos elementos se consigue crear una especie de pantalla de agua que protege a las personas del incendio. Se pasa mal, claro está, se pasa miedo, pero a veces es la única forma de salvar la vida”. Y es que eso, la vida, es lo que se juegan los peores enemigos de las llamas. Los mejores amigos del monte.

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