Dios es omnipresente. Es decir, tiene la capacidad mística de estar presente en todos lados y lugares. Sin embargo, la comunidad cristiana desde tiempos inmemoriales determinó hacer a la Iglesia el centro neurálgico para el culto.

Tarifa ha contado y cuenta con maravillosos templos cargados de historias. Un legado extendido al ámbito rural en las figuras de los templos de Facinas y Tahivilla. Y así lo era también la pequeña parroquia que desde la mitad del siglo XX funcionaba como templo en la aldea tarifeña de Bolonia, integrada en el conjunto arqueológico de Baelo Claudia.

Precisamente su ubicación y choque violento con las aspiraciones arqueológicas del enclave, determinaron que a finales de los 90 la consejería de Cultura la expropiase para ampliar la zona de excavación e investigación con el compromiso de ceder suelo en otro lugar del poblado. Desde el año 1995 hasta hoy aún no se ha concretado la cesión de la parcela para que se levante la parroquia.

Mientras tanto, la comunidad cristiana, no pierde la fe, pero se desespera y reza para que alguna vez, en un tiempo no muy lejano la aldea cuente con su propia iglesia. Los fieles creyentes llevan años haciendo uso del bar de la asociación vecinal para la celebración de la Eucaristía cada sábado.

De manera casi "milagrosa", los creyentes se ven cada sábado en la tarea de desmontar el comedor del bar de la asociación y reconvertirlo en un templo de quita y pon, donde, eso sí, no falta detalle, el altar, los símbolos religiosos, los exornos florales… Las mesas desaparecen o se convierten en altar y las sillas hacen lo propio en bancadas. Pero la fe y convicciones cristianas están un poco hartas de ese templo que además debe de adaptar la apertura de sus puertas a los horarios y actos de la asociación.

En Bolonia la vieja parroquia del Ángel Custodio tiene forma de bar. Las fichas de dominó y la partida del mus dejan lugar cada mañana de sábado a las homilías del cura, Antonio Jesús Garrido.