Provincia de Cádiz

Blanqueo en media potencia

  • Ernesto Colman, el jerarca de Vitaldent, ha invertido tres lustros y mucho dinero en ser campeón de España de Enganches y casi lo consigue

El uruguayo de origen judío Ernesto Colman (Montevideo, 1961) se contradijo durante una conversación espontánea que mantuvo en 1999 en la cuadra de Dehesa Montenmedio con el mayoral de uno de los mejores cocheros del momento. Estaba el mozo trenzando la crin del cuarto pura raza de su patrón en el desarrollo de la Copa Ibérica -un torneo que disputan España y Portugal- cuando el protésico dental, que venía de la absoluta nada en el deporte hípico, interrumpió: "¿Qué hace falta para ser campeón de España de Enganches?". La respuesta es de libro ecuestre: "Arrojo, humildad y una buena cartera". El diálogo prosiguió así: "Lo tengo todo y además creo que es usted la persona que me puede llevar a conseguirlo si no rechaza la oferta de venir a ver mi finca". El mayoral, de fidelidad imperturbable, dijo no y se limitó a promover el contacto con un cochero joven y motivado que le ayudaría a empezar en Villacastín, donde se localiza Maskaballos, el que hasta ahora era su equipado recreo equino.

El fundador de Vital Dent, que el martes ingresó en prisión porque un juez cree que además de blanquear dientes blanqueaba mucho dinero, no va a ver cumplido de momento el sueño de ser campeón de España de Enganches después de invertir en una formación ecuestre que le ha costado años y un ojo de su presunta cara b. Tampoco el de ser alguien en la competición internacional, circuito al que se incorporó hace diez años bajo la bandera uruguaya, donde nadie practica este deporte, porque la comisión española nunca lo seleccionó como baza.

Puede que le haya faltado arrojo, humildad o tiempo a partir de ahora, pero tampoco tiene el mejor físico ni el gusto para vestir de cochero, lo cual no tendría ninguna relevancia si no fuera porque en driving la presentación es una nota muy a tener en cuenta. Pero lo ha intentado. De hecho, es el actual subcampeón de España de Enganches, por detrás de su mayoral, y eso tiene su mérito.

Para los primeros años de 2000, el principiante uruguayo ya hacía sus piruetas con un equipo de dos caballos de sangre cruzada que domaba y entrenaba Kiko Villanueva, el cochero que ayudó al empresario encarcelado a llegar a lo más alto de sus posibilidades deportivas.

Y viceversa, porque desde 2008 el gaditano está al frente de una escuela ecuestre en Shangai, donde lo admiran como un héroe del circo de Cartago. El mayoral fue sustituido por el jerezano Juan Antonio Real, el mejor de los alumnos de Juan Robles, el vecino de Trebujena que tiene once títulos de campeón de España de Enganches en la modalidad de cuatro caballos. Once medallas de oro. Real se formó como mozo en el Depósito de Sementales de Jerez y se hizo cochero en el Depósito de Écija, en el equipo de trabajo de Robles, el civil encargado de la doma y competición de enganches de los sementales militares.

Era cuestión de poco tiempo que uno de los más fiables y jóvenes guías del momento acabara encontrando un buen puesto de trabajo ecuestre en la España del pelotazo. Y lo encontró en casa del patrón Colman, un hombre simpático y generoso con los caballos y sus empleados, que llegaban a verse abocados a corregir y blanquear dientes en las clínicas del jefe para mantener inmaculada la inmaculada imagen de su firma.

El mejor capítulo de su trayectoria deportiva lo estaba escribiendo Colman justo cuando entraron a detenerlo. Las horas de trabajo sobre el pescante, la formación y el entrenamiento con los campeones del mundo de la materia estaban dando sus frutos. También la compra de los cuatro caballos con los que Boyd Exell -su entrenador- ganó el último mundial, un capricho que le costó un millón de euros. Con los holandeses castaños el uruguayo se ha convertido el pasado otoño en subcampeón de España de enganches en la modalidad de cuartas, por detrás de su mayoral, el jerezano Juan Real, que ganó con cuatro caballos peores. Han sido tres lustros de intensa actividad ecuestre para la familia Colman, que ahora deja a una decena de trabajadores ecuestres en un limbo. Para estar colocado sin patrocinios en el primer nivel de competición de una de las disciplinas más caras del deporte ecuestre hace falta, efectivamente, una buena cartera capaz de asumir unas pérdidas económicas que sólo compensa la vanidad, arrojo y humildad. Y también tiempo, factor que no le sonríe de momento al protésico dental.

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