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Rusia no hará ninguna concesión a Obama en su relación bilateral

  • El tándem Medvedev-Putin seguirá poniendo las cosas difíciles al nuevo presidente de EEUU como lo hizo con George Bush

Después de la permanente disputa entre el Kremlin y el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, los analistas consideran que la relación entre Moscú y Washington sólo puede mejorar en 2009.

Sin embargo, el mensaje que Rusia envió al futuro inquilino de la Casa Blanca sonó bastante gélido. Mientras que casi todo el mundo celebraba la elección de Barack Obama, el Kremlin amenazó al día siguiente de su victoria al senador demócrata con emplazar nuevos misiles si Estados Unidos mantiene su plan de instalar un escudo antimisiles en el centro y este de Europa.

La conducción bicéfala formada por el presidente, Dimitri Medvedev, y el primer ministro, Vladimir Putin, está demostrando su seguridad y afirma que Rusia saldrá como potencia mundial de la crisis financiera "ocasionada por Estados Unidos".

La reciente ampliación del mandato presidencial, mediante la primera reforma constitucional llevada a cabo desde que entró en vigor la nueva Carta Magna rusa, hace 15 años, alimenta las especulaciones sobre la posibilidad de que Putin vuelva a ocupar pronto el cargo que en mayo de este año dejó en manos de su acólito Medvedev. Pese a todas las exhibiciones de armonía, no se puede descartar que, como consecuencia de los problemas económicos, el tándem formado por Medvedev y Putin deje de pedalear de manera sincronizada.

A Rusia le espera un año duro. Los elevados aumentos salariales del pasado han llegado a su fin. El país sigue dependiendo, tanto en los tiempos buenos como en los malos, de los precios de las materias primas, que en las últimas semanas han vuelto a caer.

También se han acabado los créditos baratos que Rusia conseguía en el exterior. Crece el temor a que se expanda nuevamente el caos de la década de los 90, incluida la crisis del rublo. En aquel entonces, millones de rusos dejaron de percibir sus salarios. Debido a la falta de dinero, muchos comercios sólo lograron seguir funcionando mediante el truque de mercancías.

Después de casi una década de vida alegre, es sobre todo la nueva clase media en Rusia la que tiene que temblar. Si el precio del barril de petróleo se mantiene a largo plazo por debajo de los 70 dólares, Rusia corre el riesgo de sufrir problemas como el endeudamiento público, un desempleo masivo y la depreciación del rublo.

Justamente en este ambiente de tensión, el Kremlin hizo que el Parlamento aprobara de modo veloz una enmienda constitucional que le garantiza al presidente, a partir de la próxima elección, un mandato ampliado de cuatro a seis años.Para varios observadores de la política rusa, la reforma constitucional apunta a un pronto regreso de Putin al Kremlin. Y al ex presidente y ex oficial del servicio secreto KGB le encantan las maniobras de diversión.

En opinión del periódico sensacionalista Moskovski Komsomolets, la influencia de Putin es actualmente mayor que nunca antes. Y es que a los oligarcas rusos les espera una gran redistribución del poder económico.

Sus compañías, infladas con créditos occidentales, sólo pueden salvarse de la bancarrota mediante ayuda del Estado. "Sólo Putin decide quién va a recibir el dinero", escribió el citado periódico. Medvedev ni siquiera intenta influir en esas decisiones, según el rotativo.

Independientemente de si Medvedev sigue al frente del Kremlin o si regresa Putin, en vista de sus propios problemas financieros Rusia probablemente tendrá que dejar a un lado por el momento muchos grandes proyectos, como la ofensiva armamentista y las pugnas por hacerse con importantes empresas occidentales.

"Rusia se ve obligada a clasificar sus planes según las prioridades", dice Fiodor Lukianov, director de la revista Rusia en la política global. Por esta razón, agrega, durante su gira por América Latina a fines de noviembre, Medvedev se limitó esencialmente a hacer declaraciones de buenas intenciones.

A juicio de los detractores del presidente, poco se ha concretado hasta ahora de las reformas liberales en Rusia anunciadas con bombo y platillo por Medvedev. En cambio, el joven presidente, de 43 años, ha trazado líneas claras en el ámbito de la política exterior, al llevar más lejos el camino de la confrontación que siguió su mentor Putin.

Por ejemplo, en su primer discurso sobre el estado de la Nación, Medvedev también acusó a Estados Unidos de ser culpable de la guerra en el Cáucaso de principios de agosto. Según el presidente ruso, Washington indujo al Gobierno de Georgia a lanzar un ataque contra Osetia del Sur. El Kremlin está dejando claro que ni siquiera el cercano fin del mandato de Bush es motivo para que Rusia dé el primer paso hacia el acercamiento.

Los líderes rusos también saben que sin su ayuda difícilmente podrán resolverse conflictos de larga duración como la disputa sobre el programa nuclear de Irán o el conflicto de Cercano Oriente. Al mismo tiempo, Medvedev trata de conquistar el apoyo de Occidente a su plan de crear una nueva arquitectura de seguridad euroasiática.

La guerra de cinco días entre Rusia y Georgia puso en evidencia la crisis de seguridad que existe en la periferia de Europa. Medvedev asegura que aspira a más que únicamente reducir la influencia de Estados Unidos en Europa e impedir que Washington lleve a la práctica su plan de instalar un sistema de defensa antimisiles en Polonia y la República Checa.

Francia, cuya presidencia de turno de la Unión Europea termina a fin de año, ya ha prometido al Kremlin que en el primer semestre de 2009 se celebrará una reunión cumbre para discutir los planes de seguridad de Dimitri Medvedev.

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