Cultura

Turistas de lo jondo

  • El productor Stefan Winter propone una mirada al flamenco para foráneos tan tópica en lo teórico como estimulante en lo artístico

Promotor de algunos de los más fascinantes viajes de la música contemporánea, como aquella delicia llamada Wagner e Venezia de Uri Caine, el señor Winter, sin embargo, no se ha enterado de mucho en lo que a flamenco se refiere. Algún malicioso le habló del triángulo del flamenco y él, de buena fe sin duda, se lo ha creído. Entonces se vino a Andalucía buscando el "real folk art of flamenco" y no lo encontró. Básicamente porque el flamenco no ha sido nunca, ni lo es hoy, un folclore, sino un arte de escena.

Tampoco hay noticias de lo jondo en el siglo XVIII como pretende su breve texto de introducción. Ni la realidad del flamenco se ve más en "streets and places, in small bars an private houses", que en los escenarios y en estudios de grabación donde, de hecho, se han llevado a cabo estas grabaciones. Los músicos que intervienen en esta obra son hombres y mujeres profesionales de la escena y algunas de las músicas contenidas en esta obra son creaciones de sus intérpretes pensadas para el escenario, para el baile. Así las música de Raúl Cantizano y Antonio Montiel, tres de cuyos cuatro temas que presenta esta obra están incluidos en el disco de su grupo, Proscritos DF, aparecido este mismo año, y en donde suenan crótalos, cajones, zanfoñas y guitarras con una voluntad abiertamente renovadora y "alternativa", lejos, lejísimos de ese "real folk art of flamenco" que reclama Winter. El flamenco jamás se vio reducido a un triángulo. En él caben y se desarrolla toda la geometría y geografía del sur de España. Y este disco es un buen ejemplo, excelente de hecho, incluyendo, como digo, instrumentos típicamente castellanos, como la zanfoña (por no hablar de la tabla hindú) y estilos con denominación de origen granadino (fandangos de Morente, zambras), malagueños (malagueñas de la Trini y Chacón, abandolaos), antillanos (guajiras, esta vez por partida triple) y jienennse-almeriense-murcianos (cartageneras) además de otros sin denominación de origen (fandangos naturales y romances). Bulerías, tanguillos, tangos, tientos, cantiñas y soleares que completan la obra sí se podrían considerar originarios del mencionado triángulo que da título a la obra. La confusión lleva al extremo de etiquetar como cartagenera los fandangos de Morente. El flamenco es un polígono que incluye todas las provincias andaluzas, pues en todas ellas se originaron estilos jondos, además de las extremeñas, murcianas y Madrid, capital en la que llevaron a cabo sus creaciones genios foráneos de la talla de Chacón o autóctonos como Ramón Montoya. Lo del triángulo fue un invento de algunos flamencólogos etnocentristas de los años 50. En el siglo XIX las capitales del flamenco eran Málaga, Linares, Cartagena y La Unión, esa época en que en los cafés cantantes se estrenaban los estilos nuevos compuestos por El Perote, La Trini, El Canario, Basilio, El Rojo el Alpargatero y Carmencita Dauset, y que aún se ejecutan hoy.

Al nivel musical, aunque a su desordenada manera, esta obra es excelente, dada la calidad de sus intérpretes. El disco incluye las voces y las guitarras de otros excelentes profesionales de la escena flamenca, más que de la calle, como Sebastián Cruz. Este cantaor onubense ofrece dos estilos primitivos de cartageneras, que se pueden remontar a la época del Mochuelo, y unas deliciosas bulerías del área utrero-lebrijana catalogadas como romance. La grabación por fandangos naturales, con la guitarra de Carmelo Vides, se sitúa en un nivel artístico bastante inferior de estos dos cantes en los que está acompañado de la guitarra de Tino Van der Sman. Vicente Gelo incluye tres cantes con la guitarra de éste. Lo que más me gusta de la guajira, de aires escaceneros y, sobre todo, marcheneros, es el brillante arreglo de guitarra, rotundo, hiperrítmico, pleno de genio y creatividad, de Van der Sman, que parte de un tema de Gerardo Núñez realmente delicioso. Van der Sman asume de forma natural todo el protagonismo de la pieza. La malagueña de la Trini y el abandolao están hechos de forma tan canónica como contemporánea, brillante y vibrante. Lo mejor de este disco es la presencia del toque solista de Rafael Rodríguez, veterano guitarrista sevillano que, no obstante, esta es la primera vez que registra sus toques en disco. La zambra fue uno de los mecanismos en que, en la edad de oro de la guitarra de concierto, se expresaron los mejores intérpretes de este instrumento. Por este palo, de origen granadino, explota Rodríguez su desbordante técnica de arpegios y trémolos, picados, rasgueos, etc., y su fantasía melódica desbordante, fruto también de su bagaje rockero. Una delicia.

La cantaora gaditana Carmen de la Jara es la excepción en este disco marcado por la juventud de sus intérpretes. Se trata de una veterana cantaora con media docena de discos a sus espaldas. Ofrece un recital clásico, cien por cien gaditano. Por soleares, lo mejor de su interpretación, se acuerda de su paisano El Mellizo y por bulerías, con ese inefable compás gaditano, de Alfonso de Gaspar. Muestra de nuevo su virtuosismo rítmico en los tanguillos, tangos y en las deliciosas romeras. No hay intérpretes jerezanos que intervengan en esta grabación, pese a lo que señala su título y sí, como digo, onubenses y holandeses.

En fin, que el señor Winter no se ha enterado, porque no querría enterarse supongo. No se ha querido documentar y por el contrario llegó al sur de España con un ideario de postal tan falso como colorista.

Varios Intérpretes Producido por Winter & Winter

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