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Feria de El Puerto

De Feria en Feria...y las que vendrán

  • Crónica en clave personal de las distintas ubicaciones que ha tenido la Fiesta del Vino Fino

Nuestra ciudad ha tenido tres recintos feriales que me han permitido vivir y disfrutar la Feria de Primavera de manera diferente. Del primer recinto, situado en el parque de la Victoria, los únicos recuerdos que conservo son dos fotografías existentes y guardadas como oro en paño en el álbum familiar. En una de ellas, aparezco con traje corto y enorme flor en la cabeza sentada  muy tiesa encima de un caballo de cartón, y en otra, estoy  junto a mis hermanos en la cancela de acceso al parque.  Más típico no lo hay.

Del de La Puntilla guardo muchos y variados recuerdos. El primero las lechugas con vinagre que compraba, en cualquiera de los puestos situados a lo largo y ancho de todo el recinto. Hoy sería impensable este tipo de delicatessen,  ya que  los papeles y autorizaciones necesarias para su instalación serian tantos a rellenar que cualquier emprendedor ambulante desistiría de la idea. Otro recuerdo  es la de horas que se le echaban a  los coches choques con el único  fin de ver al ligue de turno y  demostrar que eras resistente al más fuerte de los tropezones. También me vienen a la memoria la caseta de reunión familiar, La fragua, donde los empleados de las Bodegas Terry disfrutaban compartiendo mesa, mantel y Maruja. Esta además era el punto de control paterno y lugar de avituallamiento.

En este recinto descubrí también la Feria nocturna. ¿Verdad que la Feria de mediodía no tiene nada que ver con la de noche? Parece mentira como el mismo lugar se transforma y sus ocupantes  cambian con tan solo volver a casa, pasar por una ducha rápida, y por supuesto, un revitalizante caldito con yerbabuena. Es como si nos pusieran pilas alcalinas que nos hacen  aguantar hasta que entre el servicio de limpieza. Allí también probé por primera vez, y ultima, el chocolate con churros.  Una experiencia para olvidar después de  haber degustado todo tipo de tapas y diferentes marcas de finos. Todavía al día de hoy miro estas casetas con recelo y mi estómago me recuerda que es mejor pasar de largo.

Los primeros años de Las Banderas me los perdí. Pero no fue nada preocupante porque en cuanto pude allí estaba yo recobrando el tiempo perdido. En esta he vivido momentos memorables y rodeada del cariño de mis amigos y, por supuesto, de mi Modesto, que por cierto, la conoció ya de mayorcito, y el hijo de su madre, hasta se atrevió a pregonarla.

 Como la edad ya no perdona, en los últimos años vivimos la Feria del tirón. Es decir, aterrizamos y hasta que el cuerpo aguante. De esta manera evitamos la tentación del sofá. Ahora al ser madre de un adolescente vivo la feria a ritmo de reloj. Me explico. Niño dentro de dos horas en el Homenaje. Niño, dentro de dos horas en la de Valencia, Niño dentro de dos horas en…ya  con tanto rebujito no sé ni en donde he quedado.  A tanto cronómetro se une la petición del joven de que no seamos sosos y aguantemos en la Feria hasta las tantas, que la noche es joven y porque  no quiere irse a casa el primero de su pandilla, que eso está mu feo. Vamos que el niño ya me está diciendo que tiene mas marcha que yo en su cuerpo como para tres recintos más.  Y me lo dice a mi, la primera feriante del mundo mundial. Habrá que jod…. Con lo que una ha sido.

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