Tres retratos

Cuanto más ataca Sánchez a Feijóo, más lo señala como la alternativa a votar para quien quiere botarle de la Moncloa

Pedro Sánchez, el martes pasado, en el Senado.

Pedro Sánchez, el martes pasado, en el Senado. / Zips · Efe

EN la misma semana, el jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, ha quedado retratado por su propio Gobierno, por la oposición y por el rey de Marruecos. En los tres casos quedó patente que vive ensimismado, ajeno a una realidad que en nada se asemeja al imaginario gran líder que cree ser. 

Como en la letra de Carlos Puebla, Sánchez mandó parar el despropósito de la ley del sólo sí es sí, con la diferencia de que aquí no había ninguna diversión, sino la evitable excarcelación o rebaja de penas para más de 300 delincuentes sexuales porque un Gobierno soberbio, el suyo, no quiso rectificar una mala ley, por bien intencionada que sea, cuyo daño ya es irreparable.

Sánchez ha filtrado por los canales habituales que rectificarán la norma “con o sin el acuerdo de Unidas Podemos”. Pero el cambio no enmendará el error que se cometió a sabiendas, porque la egabrense Carmen Calvo admitió en público que esperaban las rebajas de condenas y que ella misma y el hoy magistrado del Tribunal Constitucional y antes ex ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, ursaonense y gaditano de adopción, lo advirtieron y sólo consiguieron adelantar su cese, que llegó en días.

Por si fuera poco, el asunto no ha pasado de la filtración, porque la soberbia de la ministra Irene Montero se mantiene y se niega al cambio que propone la mayoría socialista del Ejecutivo.

Lo peor es que Sánchez permitió el desatino porque nunca le han importado las consecuencias para las víctimas y sólo ahora, cuando el desgaste en términos electorales sí compromete su futuro, se preocupa por corregir una ley cuando no escuchó ni al Poder Judicial y que aprobó todo el Consejo de Ministros y la mayoría parlamentaria que le apoya. Alberto Núñez Feijóo ahondó en esa herida en el Senado y le señaló el porqué del volantazo cuando ya no tiene solución: tiene miedo a la pérdida electoral.

Sánchez demostró además en ese debate en el Senado que ni asume ni acepta que es un presidente que genera un rechazo desconocido por su extensión. Su obsesión por cargar contra Feijóo delata que ni siquiera es consciente de que el abusivo ataque, reglamento de la Cámara mediante, señala al líder del PP como única alternativa y anima a votar al gallego a todos los que quieren botarle de la Moncloa. 

La tercera en la frente se la dio Mohamed VI, que no eludió con la tradición de tener presencia en una cumbre de Alto Nivel entre Marruecos y España. Sánchez sigue sin explicar el porqué de su giro sobre el Sáhara Occidental sin consultar ni al Parlamento, ni al Gobierno ni a su partido; una cesión muy grave que dinamitó la relación con Argelia. Una falta de transparencia oscurecida además por la sombra del escándalo Pegasus.

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