España

Una España más y más desigual

José Ignacio Rufino Rus

amos por hecho que a los miembros de un país y a sus políticos les parece bueno para el sistema que las diferencias de renta y riqueza entre los habitantes no se amplíen: que el Estado y la propia dinámica económica sean capaces de redistribuir la renta -vía impuestos, básicamente, pero también vía evolución y convergencia de los salarios-, para que la polarización social no genere pobreza extrema, malestar social y, finalmente, inseguridad creciente tanto para los más pobres como para los más ricos, con una creciente disolución y diezmo de la llamada clase media. Si desde los años 90 hasta el último año de la Gran Recesión del que disponemos de datos -2012- algún país ha visto desequilibrarse de una manera dramática la distribución de la renta y el patrimonio, ése es el nuestro, España. Tanto si utilizamos para evaluar la divergencia económica entre habitantes la variable flujo -a renta per cápita- o la variable stock -el patrimonio-, las evolución de las series temporales es sintomática de todo lo que ha pasado y hemos ido sabiendo sobre la crisis con mayor o menor pasmo. Y también de lo que, si no ponemos remedio, vendrá.

Desde finales de la 'anterior' crisis, digamos 1994, hasta finales de 2012, la evolución de la renta per cápita y el patrimonio de los españoles -en euros constantes, o sea deflactados y por tanto comparables entre años- respondería a esta secuencia: país de salarios relativamente bajos crece y crece año tras año, hasta llegar a 2007, en el que la renta real media de los españoles comienza a desacelerarse... hasta comenzar a caer en 2010. Y hasta hoy. El patrimonio medio de las familias, por su parte, cursa con los siguientes rasgos: el patrimonio financiero (depósitos, acciones, etc.) de los españoles crece modestamente, pero lo que crece desmesuradamente es otro tipo de patrimonio: el inmobiliario, completamente sobrevalorado como hemos descubierto muy tarde. El valor de las casas, descontada su deuda hipotecaria aneja, cae y cae a plomo desde 2007. Pero estos son valores medios cuya serie refleja la historia económica reciente de un país engañado por sus políticos, por sus banqueros... pero también, ay, por la propia credulidad, inconciencia financiera y, quizá, por la codicia de sus habitantes.

La realidad es que las brechas de renta y riqueza en este país no paran de abrirse, según sustentan las estadísticas más fiables, a saber: el tradicional para este análisis coeficiente de Gini, elaborado anualmente por el INE, y la Encuesta Financiera de las Familia, que elabora el Banco de España. España no sólo tiene un problema de brechas divergentes entre los políticos y los ciudadanos; ni sólo entre los decrecientes impuestos (y beneficios) empresariales y la creciente presión fiscal directa e indirecta de las rentas del trabajo: España tiene un problema de polarización entre los cada vez "más pocos más ricos", y los cada vez más miembros de una masa que pierden renta (si es que la conservan). Una clase media degradada cuyo patrimonio ladrillero no cesa en su erosión, mientras la deuda permanece incólume, y cuyas prestaciones sociales públicas (un salario indirecto) también van tobogán abajo. En resumen, si la desigualdad se amplió un poco durante los años felices (digamos hasta 2007), hay un dato que debe hacernos reflexionar; o algo más serio, como inquietarnos y hasta hacernos temblar: la crisis va golpeando de una forma atroz a las rentas medias bajas. Que son la mayoría en nuestro país a día de hoy. España era ya muy desigual al ingresar en la Unión Europea. Ahora ocupa un lugar preeminente entre los países desiguales comunitarios. Otro dudosísimo honor.

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