Sebastián Chávez | Genetista: “Somos mejores cuando nos mezclamos”
Sebastián Chávez de Diego (Sevilla. 1964) ha simultaneado durante meses la investigación de élite en el Instituto de Biomedicina de Sevilla y la cátedra de la facultad de Biología de la Universidad de Sevilla con la creación literaria. Se estrena con La osadía de Eva (Almuzara), una novela negra en la que trasluce su impenitente curiosidad por el mundo que lo rodea, como le ocurre a la protagonista del libro.
–¿La curiosidad de Eva es atrevida o es impertinente?
–Es impertinente sin pretenderlo. El conocimiento siempre resulta incómodo cuando pone en cuestión un statu quo y los intereses de quien basa su poder en ese statu quo.
–El castigo de Dios por comer el fruto del Árbol de la Ciencia fue la expulsión del Edén. ¿Qué ha perdido el Edén sin la presencia humana?
–El humano formó parte del Edén cuando fue cazador y recolector. Lo que pasa es que ese Edén se hizo insostenible cuando las poblaciones humanas empezaron a crecer y ha sido insostenible muchas veces por las crisis ecológicas.
–Aparte de los ángeles que deben de habitar el Paraíso, ¿qué otras criaturas desconocen la tecnología genética?
–El desconocimiento es muy común. Desgraciadamente, la mayoría de los ciudadanos son inconscientes de los conocimientos que sostienen su vida cotidiana, como la tecnología. El debate está dominado no por una reflexión profunda sino por la superficial. Es difícil que el conocimiento llegue al conjunto de la sociedad.
–¿Y qué hay del fruto del Árbol de la Vida?
–Adán y Eva lo comieron mientras estaban en el Paraíso. Cuando fueron expulsados por Dios, dejaron de comerlo y se volvieron mortales.
–¿Está preparado genéticamente el ser humano para ser inmortal?
–No. Se está avanzando en las bases moleculares del envejecimiento y hay quien defiende que la vida humana puede prolongarse. Pero no, las especies están programadas para vivir un número de años que tiene que ver normalmente con su edad fértil. En el humano se da un segundo componente biológico que impulsa a la longevidad: el cuidado de los nietos. Y parece que ésa es la razón por la que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida.
–¿Qué grado de osadía hay en la ciencia?
–La ciencia no puede vivir sin la curiosidad, pero es esa curiosidad fantástica y positiva. Un científico sin curiosidad no puede funcionar, tiene que estar siempre deseando conocer qué hay más allá de lo que se sabe, ir más allá de la llamada frontera del conocimiento.
–Teniendo en cuenta la cantidad de detractores que hay, la que parece osada es la tecnología, ¿no cree?
–La técnica, la tecnología, usa el avance científico para solucionar problemas de la sociedad.
–¿Cuáles?
–La capacidad de producir alimentos suficientes, que tengan mejor calidad, que la producción tenga el menor impacto ambiental posible... En la novela se pone el ejemplo de la celiaquía. Tenemos trigo domesticado desde hace milenios capaz de satisfacer las necesidades alimentarias del 99% de la población, pero hay un 1% para los que ese trigo sigue sin estar domesticado, siendo tóxico para ellos. Hay biotecnología al servicio de ese tipo de cosas. El desarrollo de las vacunas es otro ejemplo. Hay creencias e intereses sociales y de poder que consideran perjudiciales los avances.
–También le ha pasado a los alimentos transgénicos, ¿verdad?
–La oposición a los transgénicos no está fundamentada en datos. Ha sido una reacción social. Creo que el ser humano ha identificado el ADN con el fundamento material del alma y, digamos, el alma religiosa ha quedado un poco huérfana. Hay quien considera que tocando el ADN se está tocando el alma y aparece la reacción. Aparte están los intereses del mercado.
–¿Cómo influye el mercado?
–Las innovaciones pueden provocar a veces terremotos en el mercado. Ocurre día a día. Si Kodak hubiera podido comprar las patentes de fotografía digital, y meterlas en un cajón, lo habría hecho. Y quizá hubiera subsistido.
–Menciona en el libro que el error es el motor del conocimiento. ¿Se ha equivocado mucho?
–Muchísimo. El error nos permite mejorar en todos los aspectos de la vida. Muchas veces, el mejor resultado científico es el que contradice la hipótesis de partida, porque tienes que ir más allá para explicar los resultados imprevistos que has tenido.
–¿A qué se refiere cuando ha defendido en algún escrito que el único modo de nobleza en términos biológicos procede de la mezcla?
–La genética fue utilizada al inicio del siglo XX para defender las teorías eugenésicas. Y la Alemania nazi no fue la primera ni la única. Luego fue la misma genética la que desmintió la validez de la eugenesia.
–¿Por qué?
–Quedó de manifiesto que lo más sano normalmente no es la pureza genética, sino la mezcla, la combinación de los alelos. Es algo que saben los agricultores desde hace mucho. Con la mezcla hay más producción y más resistencia a las plagas. En las poblaciones humanas es igual. Somos mejores cuando nos mezclamos. Es un alegato contra el racismo que sale directamente del conocimiento.
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