profesor de historia del arte y escritor

Óscar Martínez: "El arte es una celebración de lo mejor del ser humano"

El escritor e historiador del arte, Oscar Martínez. El escritor e historiador del arte,  Oscar Martínez.

El escritor e historiador del arte, Oscar Martínez. / Juan Prats

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES. Desde hace más de diez años, Oscar Martínez (Almansa, 1977) es profesor de historia del arte, arquitectura, fotografía y diseño en la Escuela de Arte de Albacete. Tras Umbrales, publica con Siruela El eco pintado: un libro que relaciona, ya en su primer capítulo, a Van Gogh con 'Bola de dragón’. Martínez realiza en su acercamiento a “los reflejos en el arte” un muestrario práctico de esas “imágenes del mundo flotante” a las que siempre hemos sido aficionados: el juego de estirar los límites de lo que consideramos real, también en el arte.

–¿Qué le lleva a hacer un libro sobre el arte dentro del arte, de representaciones al cuadrado?

–La metapintura es un recurso que amplia los significados de una obra, que es algo que siempre me ha gustado. Como las puertas en Umbrales, en El eco pintado las obras son más bien pretextos para divagar por diferentes historias, introducir simbolismos e interpretaciones.

–Lo cierto es que este tipo de obras establece una conexión muy directa con el espectador.

–Incluso, como veo en las clases, entre el público joven: quizá porque es un recurso que están muy acostumbrados a ver, los saltos, los enlaces, la construcción a capas, la retroalimentación.

–”¿Puede el arte sustituir a la realidad?”, se pregunta. No sé si el arte pero, desde luego, las imágenes están echando un buen pulso.

–Es algo que va al meollo de qué entendemos por realidad. ¿Entran las imágenes dentro de la realidad? Para mí, sí, y la enriquecen. Hay quien piensa que lo real es sólo lo tangible, estamos ante una cuestión casi filosófica. ¿Los pensamientos no forman parte de la realidad? Para mí, siempre que algo venga a enriquecer, suma. Yo no sé si la virtualidad será el fin de muchas cosas, aunque creo que necesitaremos relacionarnos y tocarnos.

–”Entre vivir creyendo que estoy encadenado al fondo de una caverna y pensar que la vida tiene algo de celebración y alegría, prefiero lo segundo”. No ha tomado la pastilla de Matrix.

–Reconozco que soy un optimista patológico. Creo que el arte es una celebración de lo mejor que ha producido el ser humano. Este libro se comenzó con la guerra de Ucrania, pero la pólvora también es un momento de celebración en el Levante. Lo que también he intentado aquí es buscar imágenes y referencias que resuman lo mejor de algo, en trayectorias o representaciones que también tienen desgracia, decepciones, muerte.

"Las acciones de emergencia climática en el arte están entre lo despreciable y lo imprescindible"

–Quizá la más evocadora de las piezas que presenta sea ‘El escaparate del vendedor de estampas’, que parece un óleo flamenco y de repente... ¡fotografías!

–Tenía ganas de incluir una imagen con fotos pero no es fácil, no son tantas. Quizá porque la fotografía fue vista en gran medida como el rival, y de eso precisamente quería también hablar, porque es un tema que me fascina.

–Menciona una asignatura maravillosa que dio en la carrera, con las recetas del temple al huevo según el método benedictino, óleo a la manera renacentista...

–Eso fue en el año 96, y había otros profes que estaban ya en el videoarte y la performance. Y está muy bien haber tenido los dos palos, saber cuál es el largo camino del que venimos, pero también todo lo que podemos vislumbrar en el futuro.

–Al hablar de metapintura, el referente es ‘Las Meninas’. Sin embargo, escoge otra obra de Velázquez, ‘Las Hilanderas’. ¿Ejercicio de vindicación?

–También podría estar ‘La Venus del espejo’, que son además elementos recurrentes en este tipo de obra. Digamos que ‘Las Meninas’ no aparece como protagonista de un capítulo, pero yo diría que es protagonista de todo el libro, porque está presente de continuo.

–Entre las interpretaciones de ‘Las Hilanderas’, la soberbia de los gobernantes, la defensa de las artes liberales... ¿qué cree que quería transmitir Velázquez?

–Seguramente es una obra polisémica, con varios niveles de significado. Cuatrocientos años después, probablemente tendemos a sobreexplicar las creaciones. Aquellas piezas que tienen profundidades simbólicas, alegóricas, cronológicas... son las verdaderas obras de arte. Y me parece muy interesante que no tengamos las explicación total. Quique González decía que el misterio dura más que la certeza. Velázquez posiblemente no lo hizo a propósito, pero Picasso, por ejemplo, desde luego que sí:que una obra no te lo dé todo, que te permita elucubrar y revisitarla de forma distinta.

–Y en uno de esos momentos únicos, Rubens y Velázquez se conocen.

–Porque Rubens estaba copiando la colección de obras de Tiziano, con lo que tenemos a tres generaciones de pintores. Si ese encuentro no se hubiera producido, la trayectoria de Velázquez hubiera sido totalmente diferente. Esa experiencia le anima a ir a Italia, algo que supone un antes y un después. Las influencias en nuestro mundo globalizado son fáciles, pero antes no lo eran tanto. El cerebro necesita cambio, y la mejor forma de dárselo es viajar.

–Sale también la cuestión de las acciones de emergencia climática.

–Un tema sobre el que me cuesta posicionarme. Y creo que ese es justo su potencial, porque juegan al límite, sin dañar seriamente ninguna obra: en la frontera entre lo absolutamente despreciable y lo absolutamente imprescindible. Como amante del arte, en primera instancia, es algo que rechazo, pero es el poder simbólico del arte el que hace que esas acciones tengan sentido.

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