La última epidemia de peste en El Puerto
El orden de los tiempos
El periodo más activo tiene lugar en diciembre de 1680 cuando fallecen 663 vecinos. Numerosos portuenses solicitan permisos para poder refugiarse en las poblaciones cercanas.
EL siglo XVII fue un siglo de crisis económica en Europa en general, en el Mediterráneo en particular y muy especialmente en la Península Ibérica. Ya en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos. Cruentas epidemias entre las que destacan las de peste, se repitieron periódicamente coincidiendo con épocas de carestía y hambre. En Sevilla, sin ir más lejos, perdieron la vida 60.000 habitantes en la peste de 1647.
La peste bubónica fue un fenómeno común a toda Europa durante el siglo XVII, en el que se sucedieron varias oleadas pestíferas. Entre 1569 y 1602, las pésimas cosechas coincidieron en España con la llamada peste atlántica, que entró en Castilla desde Francia e Inglaterra a través de los puertos cántabros. Rápidamente se propagó y provocó más de medio millón de muertos. Cataluña, la mayor parte de Valencia y Murcia no fueron afectadas por la epidemia. No ocurrió lo mismo entre 1629 y 1631, cuando se sufrió un contagio en Cataluña.
Sin embargo, la epidemia más grave y difundida se produjo en los años centrales del siglo y ocasionó una de las mayores catástrofes demográficas de la España moderna. Teniendo como foco originario Argel, en el norte de África, la peste llegó a las costas levantinas de la península Ibérica en 1647. Se expandió rápidamente en una doble dirección, desde Valencia afectó a las regiones de Murcia, Andalucía, Aragón y Cataluña. Desde Barcelona la peste se extendió hacia el norte y a Mallorca, y desde allí a Italia. Las consecuencias fueron espeluznantes: Cataluña perdió en su conjunto entre un 15 y un 20 % de su población, y Andalucía fue posiblemente la segunda región más afectada.
En nuestra ciudad la peste azota y de qué manera. En un magnífico trabajo del historiador Manuel Toribio se pormenorizan las consecuencias y se extraen los resultados de las Actas Capitulares, del archivo parroquial de la Prioral y curiosamente del Archivo de Medinaceli en Sanlúcar. El periodo más activo tiene lugar entre octubre y diciembre de 1680, contabilizándose 663 defunciones.
El Cabildo portuense se moviliza ante los primeros indicios de la enfermedad y en julio de 1680 se presentan 14 médicos y cirujanos, dirigidos por el eminente galeno portugués Duarte Núñez de Acosta para informar de 17 casos de pacientes a los cuales se les había diagnosticado la enfermedad, de los que habían fallecido 11. El corregidor pide ayuda a la Hermandad de la Caridad que dispone de una sala de enfermería y dedica 100.000 ducados para atender a los afectados y se realiza una ceremonia de acción de gracias a la Virgen de los Milagros.
Ya en 1681 se suceden en El Puerto las visitas de inspección desde la Corte con el objeto de que se instalara un cordón sanitario en torno a la ciudad. El panorama que se ofrece es desolador, no sólo por los enfermos, sino por los daños colaterales que está produciendo la peste.
Los portuenses solicitan permiso para refugiarse en poblaciones cercanas, y se dio el caso que el Alcalde Mayor, Diego Zalazar y Trujillo llegó a hacerlo a finales de año. Al mismo tiempo el cabildo portuense sigue tomando medidas de control y ordena la obligada cuarentena para los barcos procedentes de Marruecos y norte de África. Así hasta finales de 1681 cuando parece que remite la epidemia
Las secuelas de la peste bubónica fueron cuantiosas. Entre los documentos encontrados en el archivo hay una Real Orden por la cual las Administración de Rentas de Sevilla reintegra a la ciudad 6.000 ducados y en 1863 el cabildo paga 100 reales de vellón a Francisco de Guindos, maestro de obras, "por las tapias que se añadieron a la cerca que tenía puesta la ciudad para guardia de la peste y portillos que se taparon", medida ésta preventiva para aislar barrios portuenses y así tener un mayor control.
La de 1681 sería la última epidemia de peste bubónica que sufriera El Puerto, aunque el sentimiento de miedo permanecía un siglo después cuando el Cabildo emitió un bando alertando a la población de que la ciudad de Argel -a considerable distancia-, estaba infectada. Las medidas preventivas habían fallado y los regidores portuenses no podían permitirse el lujo de una nueva epidemia.
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