Tribuna Libre

De playas con bandera azul y trenes de media distancia

Me cuenta un amigo residente en El Puerto lo que le pasó el otro día a su familia cuando se bañaba en la playa más popular y concurrida, que se ufana además de bandera azul.

A una de sus nietas la picó una medusa. Acudió inmediatamente la niña junto a su abuelo al puesto de atención que hay frente al camping y se encontró con que no había nadie de servicio.

En el puesto de chuches que hay al lado les informaron de que hasta el mediodía no hay allí servicio sanitario ni socorrista y que era por cierto la segunda persona que se presentaba esa mañana con ese problema.

“Hasta las doce no te puede al parecer pasar nada ni puedes tampoco presentar reclamación porque no hay nadie que te tienda”, me comenta el amigo, lógicamente indignado por lo ocurrido.

Llamó alguien de la familia al Ayuntamiento y un concejal de la oposición le comentó que el hecho no era denunciable, que, según el contrato, el servicio sanitario comenzaba efectivamente a mediodía.

Se empezó además tarde este año por la pandemia, pues sólo estuvo operativo a partir de mediados de mes; hubo para colmo, según le dijeron, un fallecido en ese servicio por culpa del coronavirus, y así seguimos en plena temporada turística.

“No hay dinero para seguridad en la playa, y sí para poner norias”, se queja mi amigo en referencia a esa rueda gigante que han colocado junto al río. Y uno no puede sino sorprenderse de tal estado de cosas en vista del elevado desempleo que hay entre los jóvenes.

Puestos a contar cosas difícilmente comprensibles que suceden al sur de Despeñaperros y aunque no tenga nada que ver con el socorrismo playero, les contaré lo que me pasó el otro día cuando decidí viajar por tren de Málaga a Cádiz.

Como sabrá seguramente el lector, por culpa de la red ferroviaria radial que padece la periferia, para viajar entre esas dos capitales hay que subir casi a Sevilla y cambiar de tren en la localidad de Dos Hermanas, lo que hace que, tiempo de espera entre trenes incluido, se tarde en ese viaje entre las dos provincias vecinas mucho más del doble que a Madrid.

Pero eso no es todo, sino que en la localidad sevillana de Pedrera se nos invitó a los viajeros a bajar del tren para subirnos a un autobús, en el que nos trasladaron hasta Osuna, donde cogimos otra vez el tren para llegar hasta el lugar donde debíamos realizar el transbordo.

Esto me había ocurrido ya en otra ocasión, hace más de un año y me dijeron entonces que el problema, originado en principio por los destrozos en las vías de un temporal, se arreglaría muy pronto.

Pregunté esta vez al revisor qué estaba pasando y me dijo que era un problema “de falta de acuerdo entre políticos” porque, según me aseguró, el problema de la vía estaba resuelto y muchas veces el mismo tren seguía, aunque sin viajeros hasta Osuna, para volver a recogerlos allí. ¡Puro surrealismo!

Busqué en la hemeroteca información sobre lo que podía estar pasando y me enteré de que había habido ya varias marchas de protesta de la Plataforma en Defensa del Tren Rural por ese y otros inconvenientes para los viajeros.

Según la prensa, la Junta de Andalucía y el Gobierno central se habían pasado meses negociando para que el administrador de infraestructuras ferroviarias Adif se hiciese con la titularidad de ese eje ferroviario. Era pues un problema de competencias. Y así hasta hoy.

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