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Un periodista y un hombre bueno

  • Agustín Merello del Cuvillo. A través de sus artículos trazó la vida de El Puerto y Cádiz. El primer delegado del Diario en la ciudad nos dejaba el 25 de abril de 1991, con 48 años

Agustín Merello nace en El Puerto el día de los Santos Inocentes de 1942, el 28 de diciembre, en la calle Luna, 40, en el edificio donde hoy se encuentra el Banco Español de Crédito. Hijo de Agustín y Dolores, nuestro protagonista fue el primero de seis hermanos: Rafael, Dolores, Álvaro, Carlos e Ignacio. La familia se fue a vivir mas tarde a la Hijuela del Tío Prieto, en el campo de la Hermanas Rioja. Entre 1949 y 1951 habitarán el Caserón de los Lasaletta, donde hoy está 'Oh Puerto'. Sobrino del poeta universal Rafael Alberti, su paso por el Seminario de San Telmo de Sevilla duró dos años.

Con 15 años, en 1958, ya escribía en el desaparecido bisemanario Cruzados, y colaboraba con Pepe Morillo y Hortensia Renedo en la Emisora de Radio del Instituto Laboral, Radio Puerto. Junto a Fernando Gago creando una especie de sociedad juvenil denominada PRAF (Producciones Radiofónicas Agustín y Fernando) que era la que "producía" los programas; aunque, todo hay que decirlo, hasta que Agustín no descubre la magia de la radio por dentro, tenía aversión a la misma. Sería además, a través de la radio, como conocería a la que sería su mujer, Kitty Pastor.

Nuestro protagonista cursó estudios de periodismo y filosofía, empezando su actividad profesional en Radio Jerez y en ABC de Sevilla. Ya en 1972, con el Diario en plena expansión en la provincia, publica en Diario de Cádiz la columna titulada El verano en su rincón, con el seudónimo de Damasceno. Dicha columna se transformaría en El Ruido y las Nueces, primero en las páginas de El Puerto y más adelante en Cádiz, ya luego con su nombre, o más adelante cuando ocupara el puesto de primer Delegado del Diario en El Puerto con La Fuente de las Galeras. Es en 1975 cuando entra definitivamente a trabajar en el Diario, donde pasó por todas las secciones, de forma especial por las de ámbito local, siendo responsable de diferentes áreas informativas, siendo informador político, actividad que desarrolló durante los años de la transición española. Cuando ingresó en la plantilla del Diario se trasladó a Cádiz capital junto con su mujer Kitty Pastor Ávila, en cuyo domicilio nacerían sus hijos Agustín y Kitty que es también periodista. Fue miembro del comité de empresa del Diario en alguna etapa de su vida profesional.

En 1988 el Diario abre la primera de las Delegaciones en la provincia y la de El Puerto, de la que se cumplen ahora 25 años, fue dirigida magistralmente por Agustín hasta que, en 1990 pasó a desempeñar el puesto de redactor-jefe. Agustín supo insuflarle a la Delegación el espíritu del periodismo clásico que no desaparece, con certeros comentarios a la actualidad en su columna ya citada de El Ruido y las Nueces. Así como información veraz, y crítica cuando era necesario, a la par que entusiasmo en los proyectos de futuro de El Puerto.

Agustín nos dejaba hace ahora 22 años, en la madrugada del 25 de abril de 1991, joven, con 48 años, en el Hospital Naval de San Carlos, después de sufrir una cruel enfermedad -previamente pude hablar con él en una clínica de Pamplona-. Estaba en posesión de la Cruz del Mérito Naval. Sus restos fueron incinerados y sus cenizas fueron esparcidas, por su expreso deseo, en aguas de la Bahía de Cádiz.

Recuerda José Ignacio Buhigas, archivero municipal y colaborador de siempre del Diario que "desde el primer día de la Delegación en El Puerto, Agustín Merello nos cautivó con su recuadro La Fuente de las Galeras". Volvía a tener a su ciudad como universo donde desarrollar su pasión por comunicar y en El Puerto quedó decantada la plenitud de su ejemplar trayectoria de integridad intachable. Asumió el compromiso de plantarse con su voz cada mañana en el foro diario de la ciudad y proponer una mirada sobre la actualidad que iba más allá del impersonal lenguaje periodístico y la acercaba, no limitándose a mostrar la noticia sino demostrando por qué era importante. Hacía entonces 14 años que se había separado de su personaje Damasceno, al trasladar a Cádiz el ámbito inicial de su recuadro portuense El Ruido y las Nueces, y muchos mas que lo había hecho de otros como Alfa Mi de su entrañable Cruzados. Pero esta vuelta a sus orígenes iba a permitirle retomar aquellas divagaciones que tan hondo calaban a fuerza de sencillez. Cambió el título por el de La Fuente de las Galeras y, con su nombre por delante, mantuvo en el fondo el credo que lo inspiraba. [...] Aquellas palabras de Agustín, bandera de una información valiente, sin remilgos ni dobleces, que fueron la mejor veta que alimentaba su fuente y aliento de la delegación, siguen ahora - lejanas y vivas como los retornos albertianos- ofreciéndose ilusionantes frente a la bochornosa y decepcionante tristeza de una tan extendida prensa lacayo de los poderes".

Su faceta de cristiano la ejerció pregonando entre otras a la Virgen de los Milagros, en 1988 y ese mismo año el Centenario de los Marianistas en Jerez. El año anterior, en Cádiz, pregonaría a la patrona de la capital, la Virgen del Rosario. También anunció la Semana Santa en nuestra Ciudad en 1990 y, un año antes en Algeciras. Pronunció, igualmente, el pregón a la Virgen de la Esperanza de la cofradía gaditana de Nazareno del Amor en 1990.

Agustín Merello trazó la vida de El Puerto y Cádiz a través de sus artículos. Reclamó a los políticos una mayor concienciación de los problemas de la ciudad, que pisaran sus calles para que aprendieran a través de sus baches lo que ocurría dentro de los barrios. Defendió la lucha por la autonomía andaluza y se paró a escuchar a aquellos a los que, durante la dictadura, nadie dio la voz. La Academia de Bellas Artes Santa Cecilia editó una selección de artículos en 2004 y Quorum Editores en 2006, una nueva selección efectuada por Ana Rodríguez-Tenorio, Jesús Collantes, Emilio López y Carmen Morillo, ambos con el título de El Ruido y las Nueces. La Asociación de la Prensa de Cádiz creó el Premio de Periodismo 'Agustín Merello'.

Agustín era un ser inmensamente bueno. Su humanidad traspasaba limites insospechados, haciéndonos participativos e importantes ante una sociedad mucha más preocupada por las apariencias que lo que realmente atesorábamos en nuestro interior…

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