Marc Copland, el reverbero íntimo y cálido de un piano
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El atardecer de una noche fresca resultó mucho más que un concierto de piano. Mientras la luna -menguando su diámetro-, se asomaba por el este, el pianista Marc Copland, uno de los más valorados del mundo del jazz hipnotizada a las muchas almas que nos dimos citas en las bodegas de Mora de Osborne. Que tan buen hacer en pro de la cultura, en todos sus ámbitos, lleva haciendo desde siempre. Otros deberían tomar nota.
A Copland, norteamericano de Pensilvania, que empezó su carrera en el jazz como saxofonista, le influyeron con determinación los pianistas y teclistas estadounidenses Bill Evans y Hervie Hancock. En sus comienzos le atrapó también la música clásica europea de finales del XIX y principios del XX. Y se notó.
Con más de 40 discos a sus espaldas -estilo reflexivo y buscador de sentimientos-, podría definirse como juglar, trovador y poeta en estos tiempos que corren. Innovador. Capaz de cualquier cosa, que diría aquel.
Entre pieza y pieza, Copland narró de viva voz sus historias. City of Stars; When I Fall in Love, Beauty and the Best, Nightfall, All Blues, Spartacus Love Theme,Night and Day…, caían como gotas de lluvia entre sus dedos, sobre las teclas de un piano que susurraba entre espacios y silencios. “Escucho mi voz interior, que me dice qué música tocar y con quién”, dijo alguna vez. Y esto no es nuevo. Ya dejara escrito el genial Osar Wilde -mientras paseaba por los jardines de Dublín-: “Con el piano, me fío totalmente de los sentimientos. La ciencia se la dejo a la vida”.
A resaltar la libertad para crear y la sensibilidad con las que Marc Copland fue interpretando su manera de sentir la música. La noche se inundo y los espacios se hicieron enormes. Graznidos sordos de gaviotas sobrevolando. Improvisación. Seriedad. Naturaleza en estado puro.
Es de justicia destacar la puesta en escena de cada uno de los conciertos de este ciclo de jazz. Y la colaboración de las entidades que hicieron posible estas jornadas musicales: Ayuntamiento de El Puerto, la Universidad de Cádiz, Osborne, Toro Tapas y Stardust.
Y así fue como transcurrió la velada. Tranquila, pausada. Intima. Propia para oídos incansables. Indispensable para audaces perseguidores de sueños. Sofisticada y emocional. Necesaria, en cualquier caso.
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