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Tribuna Libre

Susto o muerte

La empresaria portuense Mariola Tocino.

La empresaria portuense Mariola Tocino.

Como si de esa tradición de Halloween se tratara, así me veo abocada a elegir. Formo parte de esos 557.614 autónomos censados en Andalucía. La comunidad con más trabajadores por cuenta propia del país, por delante de Cataluña, según los últimos datos conocidos este mes. Y como indican dichas estadísticas, unos 50.000 andaluces y andaluzas serán diagnosticados de cáncer en el año 2021, siendo la proporción de ellos entre la segmentación de trabajadores autónomos de 3.296 personas.

Pues bien, a mí ya me tocó cumplir con las dichosas estadísticas en el año 2003. Con treinta y tres años, a las puertas de iniciar el que fuera mi primer proyecto empresarial en El Puerto de Santa María, fui diagnosticada de un carcinoma al que gané la batalla y sin dudar en ningún momento en seguir adelante con mi proyecto. El amor de los míos, la ayuda inestimable de mi equipo profesional y humano y mi propia fortaleza, fueron suficientes garantías de éxito.

Dieciocho años después, habiéndolos vivido con pasión y entusiasmo, con decisiones acertadas y otras menos, con el mayor regalo que me ha dado la vida, mi hija Valentina y con el firme propósito de seguir así durante otro montón de años, la puta enfermedad me vuelve a visitar. Que no os quepa la más mínima duda de que la venceré. No quisiera alarmar a nadie.

"Si los autónomos caemos enfermos tenemos que elegir entre cerrar o seguir solos"

Afortunadamente, tengo un buen pronóstico y ovarios suficientes para ganar esa batalla pero sí quiero poner voz a mi indignación hacia el mal llamado Estado del Bienestar de nuestro país, definido como “sistema económico en el que el Estado asume la responsabilidad y la prestación de un gran número de servicios, de forma poco indiscriminada y sin coste para el destinatario directo de los mismos”. Entre los pilares fundamentales del Estado del Bienestar aplicados al ámbito laboral, las prestaciones son de las medidas principales. Son mecanismos que tratan de otorgar unos ingresos mínimos de subsistencia y dignidad a aquellas personas que podrían quedar en la marginalidad. He ahí la cuestión. Los autónomos no pertenecemos a ese grupo de personas. Nos limitamos a pagar impuestos, crear empleo, generar riqueza y cuando caemos enfermos la única opción que nos queda es elegir entre dar el cierre a años de trabajo, de sueños, de sacrificio o, seguir al frente en la más absoluta soledad social. No hay cabida dentro del sistema actual para ayudar a un trabajador por cuenta propia en estas circunstancias. O para ser más exacto, existe una prestación cuya cuantía depende del motivo de la baja y se calcula a partir de lo cotizado: por contingencias comunes, el 60 % de la base reguladora desde el cuarto día de la baja hasta el vigésimo día. A partir del día 21, el autónomo percibirá el 75%. Si cotizas por la base mínima (944,4 euros), percibes 566, 64 euros hasta el día 20 de la baja y 708,3 euros a partir del vigésimo primero. En el mejor escenario y menos realista, también puedes cotizar por la base máxima (4.070, 1 euros) y percibirías 2.442, 06 euros en el primer tramo y 3.052, 57 euros en el segundo.

En cualquiera de los casos, ¿cómo mantengo el sueldo de mi empleada, su Seguridad Social, los gastos de alquiler y mantenimiento del local, los altos costes de publicidad (herramienta fundamental para mi negocio) y un largo etcétera? Sin olvidar que los autónomos también necesitamos comer y pagar nuestras hipotecas.Ésta es mi situación, nada distinta a la de cualquier trabajador o trabajadora por cuenta propia en mis mismas circunstancias. Situación indignante y vergonzante de este puñetero sistema. Autónomos y autónomas sin derechos en un país donde la política de subsidio está instaurada en beneficio de aquellos cuya voz, cuando la alzan, es oída por los distintos Gobiernos y valorada por éstos en proporción a sus votos electorales.

Y como digo al principio, me toca elegir. Susto y lucho por mi negocio mientras combato la enfermedad; o muerte, doy el cierre y me marcho, junto con mi querida Montse, a engrosar las listas de parados de nuestra ciudad.

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