La otra noche, mientras nuestro río del Olvido -el Guadalete-, a escasos metros se adormecía, con la luna al fondo de la marisma, la cantante afrocatalana Koko-Jean (por momentos en modo diva), desbordó lo imaginable.

Centelleante voz, melódica, rasgada y vibrante, a la vez.. Acompañó su honestidad y compromiso con tres maestros. Antón Jarl, a la batería; Dani “Patillas” Baraldés, guitarra en mano y Víctor Puertas, cantante, pianista y armonicista. Ellos y su música, pusieron patas arriba el escenario y al personal. “Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música”, decía sin cortarse un pelo el escritor Aldous Huxley.

Todo un soplo de aire fresco. Los que acudimos a la llamada del incombustible Carli Anelo, al frente de Milwaukee, disfrutamos del magnífico cóctel que nos tenía preparado. Ni por asomo intuimos lo que, sobre la marcha, presenciamos. Aunque Koko-Jean & The Tonics traían un buen cartel, sorprendieron y de qué manera. De sus manos y sus gargantas nos desplazamos juntos por los ritmos desendiablados y contagiosos de Koko-Jean y su cuadrilla. Después de la pandemia los músicos transmitieron mucho ritmo y un considerable apetito. Y eso, sin aditivos, se puso encima de la mesa de la Sala Milwakee.

El abanico de géneros sin fronteras que lleno este rincón marinero de El Puerto, en los primeros días de este otoño (que se presenta incierto), supuso -en el terreno musical-, un antes y un después. Ya pregonaba Cervantes que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu. Y así fue aquella madrugada…