Tribuna Libre

Incivismo

Un montón de basura junto a la pasarela sobre el río Guadalete.

Un montón de basura junto a la pasarela sobre el río Guadalete.

Hice el otro día una visita a algunas de las salinas del Parque de la Bahía, una de las riquezas naturales de la que puede con justicia enorgullecerse la provincia de Cádiz.

Ocurre muchas veces que los urbanitas no sabemos el modo de producción de muchos de los productos que llegan a nuestras mesas, y siempre es una buena ocasión conocerlos de primera mano.

Nos explicaron las gentiles guías que nos acompañaron en el recorrido de los caños y esteros que hace años las salinas eran auténticas escombreras: la gente tiraba allí sin miramientos todo lo que ya no necesitaba en casa.

Desde entonces se había llevado, sin embargo, a cabo la necesaria labor de desescombro, pero no se había logrado acabar con el incivismo de algunos ciudadanos.

Llegaba allí todavía gente que no dudaba en tirar al suelo las latas de refrescos, los plásticos que envuelven alimentos o cualquier otro tipo de basura.

Deben de pensar esos individuos sin el menor escrúpulo que, al faltar papeleras en esos espacios naturales, están en su derecho de dejar todo eso allí en lugar de llevárselo a casa.

Desgraciadamente, la presencia de una papelera tampoco garantiza que todos se decidan a aprovecharla: uno está cansado de ver por el suelo latas de cerveza o botellas de plástico vacías a solo un par de metros de una de ellas.

Proliferan también los desechos de todo tipo, pero sobre todo el plástico, en los bordes de las carreteras, en algunos tramos del Guadalete e incluso en los pinares adonde la gente ha ido a merendar.

Y no es sólo eso, sino que cuando uno se pasea por las estrechas aceras de tantas calles de El Puerto que tiene que andar con cuidado para no pisar los excrementos de perro que han dejado allí sus dueños.

Parece que sirven de poco, al menos para algunos, las campañas que periódicamente lanzan las autoridades municipales para que cada cual se ocupe de meter en una bolsita la mierda de esos inocentes animales.

Me dicen los maestros que en los colegios se trata ya desde hace tiempo de enseñarles a los niños que las calles, las plazas y los espacios naturales son de todos y que hay que cuidarlos.

En mi opinión, no es sólo un problema de educación en la escuela, sino que tiene mucho que ver con el civismo o falta del mismo que los niños o adolescentes encuentran en casa.

En Australia hay un día al año, el primer domingo de marzo, en el que las autoridades animan a todo el mundo a recoger solidariamente los residuos que otros han dejado.

Lo llaman en inglés “Clean Up Australia Day”, y hay años en los que la basura recogida por los voluntarios en ese inmenso país supera las 16,000 toneladas. Es un ejemplo que debería cundir.

Pero me gustaría referirme también a otro asunto que resulta cuando menos preocupante y es el hecho de que en las paradas de autobús de esta y otras localidades se hayan sustituido los horarios que todo el mundo podía leer por un simple código QR.

Es una práctica que comenzó por razones higiénicas en los restaurantes durante la pandemia del Covid-19, y que muchos de esos establecimientos aún mantienen.

En los restaurantes, al menos, uno puede pedirle al camarero que le traiga la carta en papel o que se la diga de viva voz.

Pero ¿qué ocurre en una parada de autobús si uno no tiene o no lleva en el bolsillo un móvil con el que leer ese código?

Quienes nacimos todavía en los años de la dictadura y no somos eso que hoy llaman “nativos digitales” tenemos derecho a seguir siendo analógicos, al menos en algún momento del día.

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