tercer centenario de la muerte del escultor ignacio lópez (II)

Ignacio López, en El Puerto

  • El imaginero barroco cuenta con destacadas obras que se guardan en templos de la ciudad, unas documentadas y otras que se le atribuyen

En esta segunda entrega que pretende reivindicar la figura del escultor Ignacio López (1658-1718) nos aproximamos a su estilo, barroco y de influencias roldanescas, y relacionamos las obras documentadas y atribuidas conservadas en El Puerto de Santa María.

Su formación en la escuela del barroco sevillano de imaginería en el último cuarto del siglo XVII resulta evidente en el conjunto de su obra, especialmente acusando las influencias de Roldán y su taller (hijos y colaboradores, incluido el primer Ruiz Gijón) y el flamenco José de Arce con su aportación berninesca y rubensiana de gran efectismo y teatralidad gestual. Ambos aportarán un mayor realismo y dinamismo que López sabrá armonizar con la belleza y serenidad heredadas de los grandes imagineros del primer barroco.

La mayoría de sus imágenes presentan una serie de características claramente identificables con el estilo de Ignacio López. Así, los rostros son ligeramente ovalados, con perfiles angulosos, de ojos ligeramente almendrados, pómulos sobresalientes, marcados surcos nasolabial y entrecejo, nariz larga y recta, boca entreabierta con labios carnosos y barbilla pequeña y redondeada. Los cuellos de sus personajes son esbeltos, de tensa anatomía y con frecuencia girados. Las manos, igualmente naturalistas por un tratamiento anatómico pormenorizado, son muy expresivas y elocuentes. El tratamiento de la cabellera a base de amplios, largos y ondulados mechones abocetados también nos recuerda su formación con Pedro Roldán en Sevilla.

En general, podemos afirmar que sus figuras son elegantes, de una singular belleza en gestos y facciones, dinamismo en actitudes e indumentaria. Las erguidas presentan una composición abierta con diagonales marcadas por la elevación de brazos y manos. En muchos de estos personajes un discreto contraposto acentúa el movimiento del personaje evitando excesiva frontalidad.

El realismo se aprecia igualmente en la interpretación de las vestiduras, de angulosos y volados pliegues.

Todas estas notas son típicas de la producción de Ignacio López y atestiguan la pervivencia de Pedro Roldán y su taller en El Puerto y entorno en la transición del siglo XVII al XVIII hasta convertirlo en el imaginero más importante de la zona en esa época. Con las publicaciones de Moreno Arana (sobre todo en la Revista Historia de El Puerto bajo los títulos La difusión del barroquismo sevillano…, nº 37, e Ignacio López en el contexto de la esculturaportuense…, nº 51), mi modesta aportación y las de futuras investigaciones, estamos convencidos de que podrá ser encumbrado a un puesto de primerísimo orden en el panorama escultórico del barroco andaluz.

Ignoramos, de momento, si dejaría algún discípulo en la ciudad, aunque a lo largo del siglo XVIII no son conocidos otros escultores salvo los que trabajaron en el taller de los retablistas e imagineros hermanos Navarro, lebrijanos afincados en la ciudad, y las influencias de los talleres jerezanos herederos de los Roldán (Camacho de Mendoza y Diego Roldán, especialmente) en obras de menor categoría artística.

En un próximo artículo nos aproximaremos a la tipología de imágenes trabajadas por Ignacio López y a sus aspectos iconográficos, dejando para otros sucesivos el análisis de cada una de las conservadas en El Puerto de Santa María.

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