Tribuna Libre

Historias de timos y estampitas

Una imagen de Paco Sanz, el hombre de los dos mil tumores.

Una imagen de Paco Sanz, el hombre de los dos mil tumores. / EFE

Virgilio, interpretado por Toni Leblanc, y Paco, al que da vida Antonio Ozores, son dos pillos, dos estafadores de poca monta que en el comienzo de la película Tramposos (1959) intentan embaucar a un incauto y avaricioso paisano con el timo de la estampita. En un juego de toma y daca, nadie es lo que parece y todos actúan en su propio beneficio y en perjuicio del prójimo.

Es la sardina que se muerde la cola y resulta difícil dilucidar quién de ellos es más merecedor del reproche ético. Sin embargo, en estos días hemos podido conocer el timo del “hombre de los dos mil tumores”, que aprovechándose de la buena fe y la bondad de miles de personas, llegó a estafar más de 250.000 euros procedentes de donaciones de quienes creían que le ayudaban en un tratamiento contra elSíndrome de Cowden.

No hace mucho tiempo, los padres de Nadia, la niña con una enfermedad rara, fueron juzgados porque utilizaron a su propia hija para lucrarse con los fondos logrados en las campañas creadas para, supuestamente, curarla.

La conclusión obvia, una vez percibido el engaño, es la famosa y destructiva frase de “por la caridad entra la peste”, paraguas bajo el que se refugian los que de ninguna de las maneras tienen entre sus intenciones colaborar a mitigar el dolor de los demás. Es la disculpa perfecta.

Pero, como la realidad es perseverante y no nos engaña nunca, la mayoría nos seguimos conmoviendo cuando tropezamos con personas que sufren, que padecen serias carencias en lo más básico, con jóvenes sin trabajo ni formación, cuyo futuro es como un gran agujero negro devorador de galaxias y vidas. En esos cruces fortuitos, en esas interacciones frecuentemente involuntarias es dónde, a veces, se nos encienden las alarmas del alma. ¿Y yo qué hago? ¿Cómo puedo circular por mi vida como si pasease entre atracciones de feria y chiringuitos playeros? El dolor lo tenemos muy cerca, y no sólo en esta época de pandemia. Con mirar un poco más allá de nuestra distancia de seguridad, nos topamos con los ojos de alguien que necesitaapoyo.

A pesar de los detractores de la solidaridad y los agoreros de la empatía, formamos una sociedad viva, que se articula a través de organizaciones que trabajan por los demás y de personas que dedican sus esfuerzos por alcanzar un mundo más justo. No dejamos el trabajo a las instituciones, no somos indiferentes a las desigualdades de todo tipo. En general somos buena gente.

Por eso, dejemos de lado los prejuicios y las generalizaciones desconfiadas. No todos son iguales. No todo el mundo quiere engañar. Cerca de nuestras casas, de nuestros trabajos, en nuestros barrios hay organizaciones integradas por personas que se esfuerzan, que aman al prójimo y que tienen una conducta irreprochable y una transparencia cristalina. Si usted quiere ayudar, búsquelas, olvide los mensajes que bombardean su móvil y acérquese a ellas. Pídales que le cuenten su historia, los objetivos que les mueven, el bien que hacen y la energía que les estimula a seguir siendo solidarios. Verá que descubre un mundo del que recibirá mucho más de lo que usted nunca pueda dar.

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